sábado, 27 de diciembre de 2008

Un torrente de mí mismo

No sé qué hacer para impedir que los suspiros se vayan con el viento, recoger de la acera, guardarlos de a pocos en mi bolsillo, apretujarlos para que entren todos, para sentirme igual mañana, o no tan lejos, en la noche.

Los descubro y los coloco dentro de una caja, capaces de escaparse y decirme que la vida, mi vida, está llena se suspiros, de lágrimas, de corazones rotos, de cara deforme por la tristeza, de almohadas mojadas, de gritos sin sonidos, de adióses sin holas.

Los recojo nuevamente, la caja parece llena, pero cada día un suspiro me abandona, y se recuesta en lo más profundo de mi corazón.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Muy mala religión

La peregrinación duró medio mes. Ya me habían dicho de este Gran Dios Profesor, toda una eminencia en el curso. ¡Alabémoslo!, decían unos. ¡Rogémosle!, decían otros. El Gran Dios Profesor, maestro y ejemplo de la ciencia e investigación, descanzaba en lo más alto de atril, esperando los aplausos, los signos de admiración, los gritos desesperados de los jóvenes que le lamían los pies maltratados. Él sólo asentía con la cabeza, miraba altaneramente y daba una señal, un leve movimiento de cabeza que significaba que eras uno de los elegidos.
Ciertamente, era que habían un grupo que no creíamos en el poder espectral de tal Dios, no nos dejábamos sorprender por su pose de todopoderoso, de sus manos balanceándose como ondas marinas, de su aliento fétido, de sus palabras sapientes. Decidimos dejar de peregrinar y nos dedicamos a realizar otras actividades que llenaran mejor nuestro espíritu aventurero y anarquista.
Lo peor vendría al final. Los seguidores acérrimos, aquellos que le lavaron los pies con sus cabellos, aquellos que le lavaron la ropa, que lo peinaron, que entregaron a sus mejores vírgenes, ellos que los siguieron como excremento saliendo de sus espaldas finales, se ganaron el cielo. Sendas cifras aparecían en los alto de su frente.
Mientras tanto, los herejes, aquellos que se negaron a la verdad absoluta. Recibieron grandes números rojos en la frente, con la consigna de volver cuando el sol aparezca en el horizonte dormido. El Gran Dios Profesor reía, sus súbditos reían. Los herejes seguían contentos, pues no tenían que lamerle el culo a ese estafador.

sábado, 20 de diciembre de 2008

20 de diciembre (5:43 pm.)

Ay, Leticia, y la tarde, la noche, y la tardanza, el desespero y la perdida. Un rincón sin sentido entra por entre mis oídos. Ay, Leticia, ¿permaneceremos siempre así, viendo el ocaso desaparecer entre los edificios mórbidos? Aprieto los dientes y trato de colocarme bien la sonrisa en dirección contraria a tus ojos. Ahora no puedo verlos, ahora no.
Y cojo la caja y la vuelvo a tomar, y la volteo y la suelto, mientras la sonrisa de escucha a lo lejos, la burla, ese lenguaje desencajado y famélico. Leticia, ahora no, y ella que inicia esa risa que contagia y muta el ánimo más inquebrantable. Cariño, digo, cariño, y que me apretuja contra su pecho.
Ya es tarde y el recuerdo parece desaparecer como el ocaso, dejo la banca, dejo la caja, dejo el parque, dejo la molestia, dejo a Leticia, dejo al ocaso, dejo al recuerdo que se instale en lo más profundo de mi cabezota. Ya vuelvo, que tengo que recoger un chancho...

jueves, 18 de diciembre de 2008

18 de noviembre (6:11 pm.)

Jenny, sonrisa en toda la cara, me explica que las clases ya acaban y que están dando exámenes los que salieron desaprobados en el final. Eso demuestra por qué estoy tan calmado en el balcón, afuera de mi salón de clases, hablando tan alegremente con Jenny.
Ya comienza el verano, por no decir que ya comenzó, y me siento demasiado etéreo, alejado de este lugar llamado universidad, de este sentimiento llamado incomodidad y de esta conversación llamada amistad. Jenny me dice que el próximo año estaremos en la noche y esbozo una sonrisa algo divertida. A lo menos estaré alejado del sol, le respondí entre sueños, esperando que me dijera que todo estaría bien en próximo año.
- ¿Y qué vas a hacer en verano, Ramón?
Luego de mucho tiempo escucho ese nombre, mi nombre. Aquél que quise evitar desde que comencé con este penoso diario, y que poco a poco he dejado de alimentarlo con tristes historias, reflexiones del vida y alegorías al amor. Escuché ese nombre lejano y me gustó. Me gustó llamarme, como siempre Ramón.
Le agradecí a Jenny por hacerme recordar mi nombre. Se quedó algo desconcertada. A lo lejos, yo ya me iba, me decía que había leído algunos de mis relatos. Escuché esto último con gran alegría mientras repetía: Ramón, Ramón, me gusta Ramón!
Y así Jenny quedará en ese lugar de mi cabeza, donde los recuerdos revolotean cada cierto tiempo, siempre agradeciéndole por ponerme un nombre, y por leer los cuentos que nadie, nadie, lee.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Un encuentro más que extraño

Últimamente estoy saliendo de la universidad más temprano de lo normal, consecuencia de la culminación del año universitario. La tarde se muestra más soleada de lo habitual, lo que me mantiene en un posición expectante y pasiva de lo que pasa a mi alrededor. Un movimiento brusco podría traer serias consecuencias en mi estado de ánimo en lo que quede del día.

Leyendo a Onetti (que esperaba, hasta el cuento que estoy leyendo, más de él), observo que sube una pareja. Reconozco a la joven: una chica muy simpática que nos gusta a todos en mis salón. Ante la no presencia física de Leticia, me pongo a observar a esta chica, que para no ser hipócrita y poco objetivo, es muy hermosa físicamente. La observaba fijamente a los ojos, rostro de extrema hermosura, acción que tuve que cortar ante la presencia de su enamorado. Soy muy respetuoso cuando una joven se encuentra con su pareja.

Sigo leyendo, no habrán pasado ni diez minutos en el bus cuando siento que alguien se acomodó al lado, sin querer observo al sujeto: Era la joven que hace unos minutos había subido con su enamorado y ahora estaba a mi lado, mirándome amigablemente, casi como si me conociera.

-Mi enamorado se pasa -me dijo indignada, muy amigable y gentil, como si me conociera- quiere que lo espere en su trabajo como dos horas. ¿Qué voy a hacer dos horas en una oficina inmunda?

- Bueno, hay muchas cosas que hacer -respondí de la misma manera, como si fuéramos patas de años, sin la típica vergüenza por conversar con alguien nuevo, lo que me causó mucha confusión-. Puedes ordenar sus papeles, jugar en la computadora, leer un libro, escribir.

- Qué divertido. Preferí irme de frente a mi casa, y te hablé para no estar aburrida viendo el paisaje por ese vidrio tan cochino. Además me he dado cuenta de que me miras mucho, ¿será que te gusto?

Me puse nervioso por primera vez. Este tipo de situaciones me disgustan de sobremanera. Traté de evadir la conversación.

- ¿Y cómo va todo en la universidad?

- Pésimo, sólo sé que este año termino todo lo que debo en cursos...

Se levantó, ni siquiera se despidió y salió disparada del asiento hasta la puerta delantera del microbús y con un pequeño saltito cayó en la acera. Desde dentro del bus, miré a la joven. Sabía que si me cruzara con ella alguna vez por la universidad, no me reconocería, ni mucho menos me recordaría.

Seguí leyendo ese cuento aburrido preguntándome cuál sería el nombre de aquella joven.

07 de diciembre (10:10 pm.)

Parece que la vida suele irse por varios días por el escusado, y siempre el protagonista principal de esta vida suele preguntarse mientras su vida se va escurriendo por el water: "¿La corriente se irá por la derecha o por la izquierda? Me parece que eso depende del hemisferio donde me encuentre."
Y simplemente es sólo mi caso, que mientras la vida y mi trajín me va consumiendo con letras, escritos, libros que dejo de leer, tareas que dejo de no hacer, música nueva que siempre llega a mis oídos, canciones que siempre van a sonar mal en mi guitarra, la vida va cayendo por el escusado y yo sigo mirando, cae va rodando y rodando.
Y los días siguen pasando y yo como si nada ocurriera. Un año y medio de relación, 22 años recién cumplido, cursos aprobados en la universidad y siento que esta vida todavía no está completa que me falta algo. Todas las inmundicias de mi cuarto se reúnen todas la noches a conversar en un rincón y nunca estoy invitado. ¿Será que mi vida ya es demasiada compleja?
Me relajo y me doy cuenta que casi medio mes que no escribo. Cuando esto es lo que amo. ¿Qué hago revolcándome bajo los libros? Escribiendo números, sumas y restas. Bueno, ahora, más tranquilo, puedo escribir una líneas y escuchar algo de The Beatles sin llegar a la molestia.