lunes, 27 de abril de 2009

Otro encuentro inusual

Lo que pasa es que Ramón estaba guardando la verdadera alegría del concierto. No fue encontrarse con algunos amigos o disfrutar del ambiente rockero o corear las canciones, disfrutar de la música. Fue algo completamente inesperado, alguien que apareció en el escenario para no volver a bajar de sus recuerdos.

Iba a sonar The Great Gig In The Sky, una suave melodía del piano acústico daba de intro. Era una nota triste, acaso deprimente, dolorosa. Entra la guitarra un sonido más desgarrador, un sonido que podía llegar a arrancar los imágenes más alegres, y en eso... apareció ella.

Gritó como nunca, un lamento indescriptible, una situación jamás registrada, jamás imaginada y ella, en medio del escenario gritando y haciendo vibrar a la multitud. Nunca pensé escuchar tremenda voz en tal pequeña criatura.

La emoción del momento y lo excitante de la canción hizo que sólo primara lo auditivo. Al acabar la canción pude verla: pequeña, de rostro angelical, perfecto, cabello negro, lacio y largo (la trinidad que no puedo resistir) y bajando del escenario y nunca más volverla a ver.

La teoría del teatro también se daba en los conciertos. Los amores de unos segundos desaparecen hasta que vaya a otro evento...

sábado, 25 de abril de 2009

Ramón y los conciertos

Todo explotaba en el local y sentía el bombo sonar dentro de su pecho. Ramón escuchaba un latido de corazón que era parcialmente suyo: uno de los mejores discos del rock estaba a punto de ser tocado en vivo y él sólo debía quedarse parado y escuchar. Tal vez cerrar los ojos, pero las luces, el movimiento de los músicos lo llegaba a hipnotizar en alguna manera.
Y aquellas sensaciones parecen concentrarse en el pecho, dirigirse como por intuición, acaso instinto por todo el cuerpo. La mayor parte quiere salir por las manos en la forma de emular el golpe a la bataca o el rasgeo de la guitarra; un considerable espacio sale por la cabeza, haciendo un movimiento singular de afirmación pero constante. Otro poco sale de la boca en forma de letras y otro poco, el más pequeño de nuestro pies, siguiendo el tempo de la canción.
No supo cuánto tiempo pasó. Ramón salió del local con un tremendo dolor en las piernas, por estar parado el tiempo indeterminado del concierto, con una áspera sensación en la garganta, acaso de cantar y no tomar nada y sólo fumar y fumar, y con un sueño terrible, acaso de que ya la madrugada más hermosa que jamás haya visto en Barranco.
Y todo eso gracias al rock... y a la gente que le gusta esta música tan versátil.

Un buen encuentro

Ayer en un bar barranquino me conocí a Yoshimi, defensora de la ciudad frente a las malvadas máquinas que derrotan jóvenes. Sonaba una canción de Pink Floyd (era un concierto tributo de esta banda), y jusamente sonaba una canción que nos traería recuerdos indefinibles:
¿ALGUIEN POR AQUÍ SE ACUERDA DE VERA LYNN?
RECUERDAN QUE DIJO QUE NOS VOLVERÍAMOS A ENCONTRAR ALGUN DÍA SOLEADO?
Era casi un día de verano cuando ambos prometimos volvernos a encontre, si es que no lo hacíamos antes con quienes en realidad queremos hacerlo.

viernes, 24 de abril de 2009

jueves, 23 de abril de 2009

Ramón y sus pocos aciertos

Ramón comienza a preguntarse si vale la pena seguir escribiendo. Cada encuentra a más personas que entrar¡n en su pequeño espacio de narrativa espontánea; cada vez más personas le dicen que está bueno el dibujo o las fotos o el título o, en el caso más patético, está bueno que tengas un espacio.
Pero quién le dice que sus escritos merecen la pena ser leídos, quién le da una frase de aliento, quién le dice escribes bien.
A Ramón sólo le basta leer los comentarios de aquel árbol convertido en recuerdos. Por eso espera paciente el fin de semana...

miércoles, 22 de abril de 2009

Ramón y sus cosas

Ayer no pude escribir. Fue que tuve un trabajo importante en la universidad; fue que, sin querer, me fui a otra universidad; fue que en mi universidad la biblioteca está cerrada; fue que, por ese motivo, que me fui a la biblioteca de otra universidad; fue que no pude escribir ayer.
Así que lo que escribo hoy, pasó ayer, pero lo de hoy tampoco lo escribí hoy, sino mañana.
Lo que escribo ahora lo escribiré mañana; lo de hoy los escribí ayer; lo de ayer lo escribo ahora.

lunes, 20 de abril de 2009

Hablando de teatro...

Es cierto que Ramón ama el teatro. Pero sobretodo ama, en cada puesta que asiste, a una de la protagonistas. Siempre existirá alguna fémina que se lleve sus miradas nostálgicas y los aplausos más estentóreos.
En esa última visita se enamoró de una pequeña joven, frágil y pequeñita. De cabellos azabaches y piel tersa y brillante, cobriza, con una mirada que engaña cualquier vistazo superficial. Una voz potente y movimiento guturales y exóticos por no decir sensuales. Sus cabellos... demonios como Ramón sufre por los cabellos sueltos, color carbón, dejándose llevar por el cansancio y expresando algo más gracias al sudor que lo vuelve tentador y deseable.
Y siempre tiene que pasar por aquella situación. La penúltima vez que fue al teatro se enamoró de una mujer de casi 30 años, espectacular, también de cabellos negros, mirada desafiante que lo confinó a pensamientos impuros e inexpresables.
Pero no piensen que Ramón sufre sólo por las de cabello corto. La antepenúltima vez que Ramón fue al teatro, quedé perplejo al ver a una rubia inconvencional, vestida de rasta, con su trenzas y su cara de traviesa que confinó a una búsqueda de miradas perversas.
Lo cierto, y no sé cómo lo logra, es que Ramón termina por disfrutar y entender la obra en su totalidad.

domingo, 19 de abril de 2009

Consideraciones y brevedades Nº2

Te estás conviertiendo en alguien especial.

Tener parte de mi corazón es un buen comienzo.

Una noche de teatro

Por fin Ramón sacó provecho en una función de teatro, algo más que enamorarse de alguna de las participantes en la obra (pero Ramón estaba en todo lo correcto, aquella pequeña y frágil muchacha de cabellos negros, de piel cobriza, casi dorada, y su rostro... y sus ojos que uno quería caerse dentro de ellos, como en un pozo).
Hasta que escuchó esto:
"El amor es como dos flores. Cuando una se marchita..."
Y el tiempo se detuvo y un flashback hizo que por un espacio de milisegundos (si es el término correcto), una serie de recuerdos y odios aparecieran frente a sus ojos y nublaran sus pensamientos.
A los milisegundos (sic?) después, volvía a ver a aquella criatura, esperando que en algún movimiento sobre el escenario posara sus ojos en Ramón, y quedará tan cautivada como él (sic).

viernes, 17 de abril de 2009

Algunas notas de Sábato

Con mucha complacencia, Ramón se alegra de que Ernesto se haya acordado de ese encuentro en el Parque Lezama, una tarde otoñal de 1961.
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Recuerdo esas bancas que combinaban con cada uno de los elementos presentes, hasta con nuestros rostros melancólicos.
Cito una frase con la que recordé aquel pasaje, y con el cual recuerdo a Sábato esa tarde hermética, donde el humo de los cigarrillos dirigía la conversación:
"Esa tarde,(...) empezó a llover después de largo, ambiguos y contradictorios preparativos. (...); y los que, esperanzados y candorosos, aquellos a quienes les basta un invierno para olvidar el agobio de esos días atroces..."
Agradezco a Ernesto aquella precisa sentencia en la que claramente se deduce nuestro encuentro pretérito y la conversación que tuvimos aquellas vez sobre las preferencias estacionales. Un saludo aún más fraterno al poner los adjetivos: esperanzados y candorosos, con lo cual demuestra la intención de no hacerme quedar como el melancólico que conoció aquella vez.
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Ramón recuerda el rostro taciturno de Sábato, sólo eso y el cigarrillo en la boca de cada uno marcó ese encuentro en las postrimerías de la publicación de Sobre héroes y tumbas.

martes, 14 de abril de 2009

Un árbol llamado como tú

"... Saludos, Ramón"

Empaqué la carta y la dejé en buzón.

Sin pensarlo o tal vez recordando la misiva, busqué aquel árbol de pequeñas hojas, con las que uno, inexorablemente, tenía que jugar, arrancándolas así de fácil, característica lúdica de este árbol. Me senté a su lado y conversamos de todo, mientras quitaba algunas de hojitas así de fácil. Te recordé; recordé lo mucho que deseas ser este objeto. Por poco recito tu nombre en algún agurejo que emulaba una de tus orejas, pero quiero aguardar el momento de tenerte a mi lado y jugar con tus cabellos, como las hojitas lúdicas, así de fácil.

El árbol quedó grabado en mis recuerdos, espero que pronto sea tu rostro quien acompañe este bella imagen.

lunes, 13 de abril de 2009

Misivas

Ramón se sorprende de ver buzón de correo. Timidamente siente que está amarrado a una serie de interelaciones basadas en dar y recibir letras. Se alegra, mira el nombre en el mensaje: es ella. Siempre las respuestas aparecen de la nada, siempre en momentos cuando él piensa en árboles, nubes, días sin sol, sapos, gatos (eternos antepasados); aparece esta carta y esta joven que se atreve a escribir sin saber que él hará lo imposible por responderle. Comienza a leer la carta.

A las pocas líneas el pesimismo innato aflora. Ramón desdibuja en su mente ese rostro, lo quita del rompecabezas de su vida y se convierte de nuevo en un recuerdo. Aquella persona detrás de las cartas lo conmueve, lo irradia de nuevos futuros, de nuevas vivencias, pero sin pensarlo o quererlo, se va convierto en nuevo material de desdichas, aspecto que no quiere atribuirle a la nueva persona que envuelve sus vivencias.

Guarda la carta con presteza e inicia la respuesta. "Querida Carmen..."

Brilla, diamante demente (Parte 2)

Yo lo conocí a Syd en Cambridge High School. Tenía una cara divertida, parecía un Gnomo. Yo estaba dos años más adelantado que él, pero sabes, cuando vez a un gnomo con una guitarra tienes mucho más interés de hablar con él, ¿no? Hablamos por horas de música. Recuerdo que en esas épocas tenía batallas en mi cabeza por saber de una maldita vez que haría de mi vida al salir de la secundaria. Me llamaba mucho la atención la arquitectura, pero la música era otra cosa que amaba. Al final del día siempre lo dejaba sentado con su guitarra gigante, hablando de Hendrix y tocando algunos blues. Lo dejaba al lado de David (que en esa época lo conocía poco), quien le enseñaba sus primeros acordes.
Algún tiempo después le dije para hacer una banda, se emocionó tanto. Les presenté a los chicos y ellos se emocionaron más al ver su forma de tocar la guitarra. Iba tan rápido, una suerte de blues y algo que en esa época le llamaban experimental o espacial. En poco tiempo se hizo parte de la banda y todos le seguíamos. Sí, definitivamente, se convirtió en nuestro líder.

Me cuesta mucho hablar de Syd. Muchas veces me cuestiono si es que fueron las drogas lo que ocasionaron su estado o simplemente ya estaba predestinado a terminar así. Una lástima que alguien de tremendas habilidades musicales haya tenido ese final. Yo había salido de una escuela de música donde a uno lo forman con ciertos paradigmas musical y de repente toparse con esos acordes, con esas formas de tocar la guitarra… Syd no tenía calidad musical, pero tenía ideas tremendas y eso era importante, fue lo que nos hizo aparecer en la escena musical de finales de los sesentas. Él fue nuestro líder, componía la mayoría de canciones por no decir todas, daba el ritmo, la tonada inicial que me daba la idea de lo que quería y trataba de mejorarlo sin quitar el concepto primigenio de lo que él quería. Esos tiempos fueron magníficos. De la nada, poco a poco, Syd dejó todo lo que amaba a un lado…

- Vamos a tocar la siguiente –decía Roger con voz de mando, pero algo dispareja, esperando que todos se convenzan nuevamente de que tiene las cosas controladas-. Comienzo con la línea de bajo.
El sonido del bajo corría con fuerza. Roger entregaba todo en aquel comienzo de Deja de haber más luz. Trataba de producirla como antes Keith había dado todo su esfuerzo en la producción de lo que había sido los primeros éxitos de la banda: Arnold Layne y Mira a Emily jugar. Nadie cree que todo eso fue tan sólo un año atrás: cuando escribía las letras con presteza, cuando le dictaba los arreglos a Rick y a Roger, cuando disfrutaba del producto final con Nick. De aquella primera tentativa de lo que sería la banda sólo queda un tipo de cabellera desordenada, ojos desorbitados, casi sosteniendo la guitarra por obligación, casi por orgullo, apenas soltando unas cuantas notas que terminan por exacerbar a los presentes en el estudio. Todos tienen en el rostro un sabor amargo, no por lo poco que avanzaban en las grabaciones de su segundo disco, sino por lo que le pasaba a su amigo. Keith se iba sin decir nada a caminar por las calles de Cambridge o simplemente se marchaba a casa. Su madre preocupada se hacía cargo de él, con más frecuencia en estas últimas semanas, esperando alguna mejora que no llegaría. Keith, en un último acto de cordura, pasó sus cosas al sótano he hizo de él su pequeño búnker.
Días después dejaría las grabaciones.

Solía enseñarle algunas canciones en los pasillos del Cambridge High School. Yo venía de tocar en una banda llamada Joker’s Wild y sabía lo que era todo ese mundo del cual Syd quería probar. Venía a buscarme siempre y le enseñaba alguna que otra nota utilizada en el blues, estilo que le atraía mucho. Ponía una atención desmedida en la guitarra, se emocionaba al sacarle sonidos y tenía la manía de tocar muy distinto a lo que yo tocaba antes, “para darle otro matiz” me decía. Supe poco tiempo después que había sido reclutado por Roger, uno de sus compañeros en la escuela. The Pink Floyd Sound era la banda en ese entonces y no supe nada de ellos sólo después de dos momentos: cuando firmaron contrato con EMI para grabar un disco y luego, un año después, por parte de Roger, que venía a reclutarme.
Éramos cinco en ese entonces y Syd había cambiado mucho. El pelo desmoronado y las ojeras oscuras se mantenían iguales, pero las ganas de tocar habían desaparecido.

Llegué a su casa para saber cómo se encontraba a los pocos días de que dejara definitivamente la banda.
- ¡Qué gran lugar has hecho de esto! –dije para creérmelo yo mismo- Parece un pequeño estudio. ¡Mira esas pinturas!, has tenido actividad artística en estos últimos días, Keith.
- Estoy desapareciendo…
- ¿Cómo? ¿De qué estás hablando? Todo esto demuestra que te queda mucho por hacer, todavía tienes arte para mostrar al mundo. Además, podrías tocar acá con mucha tranquilidad y grabar algunas…
- ¿No entiendes?... No entiendes…
- Entender qué Keith, por fin podrás hacer todo lo que siempre quisiste, escribir, tocar, pintar…
- Cada día siento que desaparezco, pero no para los demás, sino para mí. Siento que no soy el mismo, no comprendo mi nuevo estado. Ya nadie me reconoce, pasan de largo cuando los saludo. Parece más bien que ellos desaparecen, que todos se van y que…, Me quedo esperando que alguien me dirija alguna palabra, un saludo. Sí…, eso es, ellos desaparecen, no saben lo que hago, qué pinto, qué canto, no entienden. Ya no pertenezco a este lugar, no más, nunca más…

Días antes de que dejara para siempre la banda, nos habíamos presentando fuera de Cambridge, en un pequeño lugar que nos lo había conseguido la disquera para hacernos más conocidos fuera del circuito underground. Syd se paraba frente al público y tocaba una sola nota, mientras Roger con algunas miradas y movimientos de cabeza, le indicaba a Dave que entrara como segunda guitarra, apoyando de alguna manera el ritmo de las canciones. Syd se mantenía ahí, como una especie de frontman desmoronado, mirando el vacío. Cuando terminamos de tocar Ardiendo, Syd mantenía la nota, tocándola con fuerza y continuamente, observando la multitud. No podía verlo de esa manera, tan fuera de sí, olvidado. Como en un acto reflejo toqué algo con el Hammond, esperando que vuelve a la vida, que la música sea de nuevo su inspiración, el vehículo que por momentos hacía que sus pies de movieran, sus manos tocaran una melodía final, un canto de despedida. Nick me siguió y le dimos la atmosfera que necesitaba para renacer.
La reacción que sobrevino fue una despedida infeliz: arrancó el cable de la guitarra con todas sus fuerzas, casi destrozándolo, lo que ocasionó un terrible sonido que nos afectó a todos. Salió corriendo detrás del escenario. Llevaba su guitarra desesperado, tomó sus cosas y se fue. Dave tomó su lugar y nunca más lo vimos pisar un escenario.

viernes, 10 de abril de 2009

Brilla, diamante demente (Parte 1)

Me alegro de haber estado siempre cerca de tu locura. Lo estuve siempre, desde pequeño; a pesar de que estaba a tu lado, parecías estar solo, siempre triste. Apenas y reías cuando jugábamos en el patio trasero de tu casa, con todos esos dibujos en el suelo, en el cielo. Tu rostro desencajado, que perduró hasta hoy. Tu pelo desordenado y tus ojos cayéndose en esas tenebrosas grietas que eran tus ojeras. Hoy, 7 de julio de 2007, luego de largas caminatas por las calles de Cambridge, cuando pasabas por mi lado en tu bicicleta eterna, irreconocible, calvo, con las cejas desaparecidas, por fin descansas para siempre y te sumerges a esa oscuridad tan tuya.

- Toma –tus manos tiemblan, me preocupas. Ya habías cambiado demasiado-, esto te va a hacer sentir mejor –y me miras esperando que acepte.
- ¡Deja eso mierda! –sostengo el objeto con ira- Esta cagada es lo que te pone mal. ¿En realidad no puedes dejarlo? Tú sabes que puedes lograr cualquier obra de arte sin necesidad de esto –y tiré ese pedazo cuadrado tan blanco y blando-.
Me miras, me abrazas; parece que en ese instante recuerdas todos nuestros momentos juntos: los juegos pueriles en el patio de tu casa, las travesuras adolescentes, las tardes en la sala de grabación luego de la universidad. Me miras con esos ojos que me intimidan al extremo, con tus párpados que no quieren abrirse nunca más.
- Ya es tarde… Hay un lunático en mi cabeza.

Creo que han pasado unos 54 años, pero yo siento que fue hace 2 ó 3 desde esa tarde de primavera en Cambridge. Tenía 6 años cuando me mudé a ese pueblo y ya aparecían ciertos demonios en mi pequeño cerebro, me perseguía la temerosa idea de no encontrar un amigo. Odiaba terriblemente los cambios radicales fomentados por las ocupaciones de nuestros padres, pero sólo era una simple vocecita de estorbo que aparecía cuando algo no le gustaba. Esa tarde pensé en echarme en mi colchón y esperar a que mi padre armara la cama para dormir hasta crecer unos veinte años. No pasaron ni 10 segundos y escuché el timbre, unos saludos de bienvenida, apretones de manos y una mata de pelos ensortijados y alborotados casi en el suelo. Pequeño flautista. Mi primer y único amigo.

La canción parece explotar. Keith (como yo lo llamo) enloquece con la guitarra y logra hacer unos efectos espaciales y amenazadores. Los demás tratan de seguirlo, pero él ahora cambia, hace sonidos guturales y onomatopéyicos que hacen vibrar al público. La canción acaba con un último rasgueo, como suspirando; suelta la guitarra agitado y se aleja del estrado sin esperar los aplausos de la multitud. Es el 23 de diciembre del 66, en la inauguración del club UFO y he conseguido tomar varios rollos de la banda en acción. Entro tras bastidores a toda prisa y lo encuentro vomitando y moviendo la cabeza de forma salvaje. Algo normal en él en estos últimos meses. Coge un paquete del mostrador, era LSD; ese cubo blanco se derrite en su lengua destrozada y quemada por el ácido. Me mira con ojos a punto de colapsar: “Toma –sus manos tiemblan…

La tarde era más sofocante que ninguna otra en Cambridge.
- Ya no aguanto este maldito sol –dijo Roger-. Si tuviera el poder para taparlo con algo, si mis dedos fueran más grande… o, ¡una idea mejor! Te hacemos crecer el cabello Syd, un gran colchón que tape todo el sol.
Lo miraba entre divertido y serio, una ambigüedad que todo el mundo conocía.
- No hay necesidad, para eso está la luna. Todo puede estar bajo el sol, pero al final siempre es eclipsado por la luna –dijo mirando el suelo-.
Roger sonrió. “Las obras de arte pueden nacer de un parloteo fútil”, pensó.
- Vamos al estudio –le contestó entusiasmado-. Tengo unas cuantas ideas para unas canciones.
- Te doy el alcance –Syd se detuvo, no lo miró a los ojos, ni siquiera al rostro-, tengo cosas que hacer.
Roger quedó solo en la acera esperando que todo sea un broma, esperando que volteara el rostro y con una sonrisa extraña le dijera que todo era un chiste.
Doblo la esquina en dirección desconocida.

Y se fue, renunció a la actividad que más le gustaba hacer desde siempre. No pude descifrar aquella decisión. En la sala de grabación Roger nos contaba lo sucedido. Al ver mi rostro desencajado Richard me dijo más triste todavía: “Por eso te escogimos David, Syd se opaca cada día más”. Era 1968, y Syd no participaba en ninguna sesión de nuestro siguiente álbum. Aparecía de vez en cuando a tocar la guitarra a mi lado o a cantar al lado de Roger. Pero desaparecía al día siguiente y nadie decía algo al respecto; seguíamos grabando, tocando en vivo (con algunas apariciones esporádicas de Syd), pero ya no era igual. Sólo me quedaba recordar al pequeño que se aparecía en la escuela con su guitarra acústica, su cabello desarmado por el viento y sus ganas tremendas de tocar.

Él ya había muerto desde esa vez que apareció en el estudio por el año 1975. Te juro que si alguien me hubiera contado esta historia me parecería difícil de creer; estar sentado ahí con alguien en una habitación pequeña por horas, con un amigo de años y años y no reconocerlo. Estábamos grabando justamente una canción inspirada en él: Brilla, diamante demente, y alguien abrió la puerta de la nada, y, sin decir palabras, se sentó a nuestro lado. Desfallecimos. No recuerdo cuánto tiempo estuve en silencio o cuántas cosas pasaron a mi alrededor; pero él, su rostro, su silueta, parecía haber recibido ese tiempo, caído como piedras que lo único que hacen es herirte más.

Cambridge siempre explota a estas horas. Como siempre, Keith y los chicos aprovechan el momento. Toman sus instrumentos, colocan los amplificadores y tocan en medio del patio de la universidad. Comienzan con Dominación Astronómica, los alumnos enloquecen y los profesores se exaltan ante aquel espectáculo. Roger grita como un loco junto con Keith; Nick y Richard siempre mantienen la calma. Fue una de las mejores presentaciones que vi y lamenté por siempre no haber registrado fotográficamente ese día. En ese instante juré seguir siempre a la banda.
Recuerdo aquella tarde con tanta alegría porque nunca había visto a Keith de esa manera: disfrutando de la música, feliz por hacer bailar a las chicas, por ver el egoísmo de los chicos que miraban el concierto, con ganas de cantar una canción y la siguiente y la que sigue, de componer miles más.
Esa tarde fue clave. Muy pronto vendrían los conciertos en el Club UFO, en RoundHouse, vendría esa maldita firma del contrato con EMI, que haría de esto, lo que él amaba con todas sus fuerzas, un trabajo, una obligación. Nunca más un juego, nunca más la proyección de sus sueños.

miércoles, 8 de abril de 2009

Se busca sustituto

Se busca sustituto en tiempo de tarde-noche. Preferiblemente de 6 a 10 de la noche. Que tenga no le aborrezca al silencio ni a la oscuridad, que tenga concentración a pesar del sueño, que pueda mantener la vista al pizarrón por más de 10 minutos sin que los párpados se le caigan del amodorramiento.
Que no sea ciego, que distinga caras a pesar de la penumbra. Que no guarde rencor y que pase por los pabellones sin levantar algún pensamiento interrogatorio o maligno, que no tema encontrarse con alguien que le quiebre el corazón, que lo haga latir a mil por hora.
Se busca con siguientes características: Alto (indispensable), robusto (indispensable), con lentes gruesos (indispensable), cabellera moderadamente larga (indispensable) y alguno que otro vello facial (indispensable).
Lo que si se le ruega a los postulantes es tener obligatoriamente un perfil melancólico, marca propia de la persona a sustituir.

martes, 7 de abril de 2009

Consideraciones y brevedades Nº1

Elizabeth tomó como destellos de incredulidad, sorpresa, escepticismo y diversión mi nuevo rostro.

Lo rescatable es que me dijo que ahora si aparentaba ser escritor.

Ahora hay que no aparentar sino serlo en realidad.

Como cambia un poco más y un poco menos de vello en el rostro.

My mustache

En un acto de total desperdicio por los recuerdos, desprecio por su existencia y tratando de olvidarse del antiguo hombre que vivía en su interior, Ramón decide hacerse un cambio radical (si es que así puede llamarse) de su aspecto físico. Dejarse el bigote.
Muchos de sus héroes tiene bigote, contando: Ribeyro, Cortázar, Vargas Llosa, Márquez, Sábato; y eso que no contamos a sus héroes musicales: Bonham, Mason, Harrison, etc, etc. Ramón se deja crecer el bigote y ve un cambio demasiado nimio en su estructura facial. Decide hacer otra cosa, emulando el final de una novela ribeyriana.
Toma el rasurador y gritando perdón a sus principios, se afeita la barba que lo caracterizó por más de 6 años, casi desde la escuela hasta la universidad. Se afeito la presencia que construyó con esfuerzo corporal y haciendo un símbolo característico en él. Se convirtió en otra persona.
Pero llegando a la universidad y viendo que todos lo trataban como si nada hubiera pasado, se dio cuenta que las peripecias por cambiar radicalmente no sirvieron. Ya se sentía un estúpido por tanto drama cuando una amiga a lo lejos le dice: "Buena con el bigotito".
Ramón comprende que siempre habrá alguien a quien sorprender. De algo sirvió tanto cambio.

lunes, 6 de abril de 2009

Untitled

DESAPARECE

CONVIERTETE EN UNA NADA EN MI MUNDO

LARGATE, COME SILENCIO EN OTRO LUGAR

MIRA EL VACIO EN UN ESPACIO DISTINTO AL MIO Y OLVIDATE QUE ALGUNA VEZ QUISE OLVIDARTE.

(Escuchando algo de jazz, tratando de apaciguarme)

domingo, 5 de abril de 2009

Foto


El Sargento Miles Davis. Esa es su arma y cautivó a todos con el jazz. A mí también.

Jugando con el Jazz

Ramón ha hecho caso al vox populi, a la inclemencia de la mayoría y a su sórdida incultura musical y se ha puesto a escuchar un poco de jazz, desconocido para él. Sin mucho conocimiento, se consiguió el Kind Of Blue, de Miles Davis. Sus apreciaciones las colocó en la siguiente nota:
1. Debido a mis preferencia rockeras y setenteras, está demás decir que amo sobre todas las cosas el rock con solos de guitarra extensos y perturbadores, líneas de batería rimbombantes y no por ello de baja calidad sonora, de acompañamientos en bajo y órgano increíbles; tomé la idea de escuchar jazz con algo de miedo, llevándome alegrías terribles: que música tan hermosa y relajante.
2. Los pianos acústicos abundan y vienen con cierta tranquilidad a mis oídos, perturbando lo imperturbable, dejando atrás malditos y viejos amores, acercándome a una realidad a la que nunca pensé entrar.
3. Los instrumentos de bronce también tienen un protagonista único: el saxo, la trompeta, el trombón, llenan aún más la tranquilidad presente en el aire, desbordándose de la copa y cayendo a todos lados de paz y un sentimiento que puedo describirlo con un cuarto forrado de blanco.
4. La batería y el bajo aparecen como acompañantes perpetuos.
Ramón entiende que logró la paz que nunca había tenido, comprende ahora más que nunca debe dejar esta música preciosa que encandila sus ideas y apacigua sus pensamientos.

viernes, 3 de abril de 2009

-Intermezzo-

Pero Elizabeth poco a poco se va convirtiendo en sombras. Desdichada naturaleza humana que nos hace olvidar tan rápido, especialmente si son de desechos malhumorados y lastimeros. Una nueva imagen se va formando en mis pensamientos y en mi labios van pronunciando un nuevo nombre.
La nueva personificación me mira mientras camino por la acera sonriente. No deja de hacerlo y me conmueve, me atrapa, me deja tirado sobre el cemento comprimido por nuestros pecados y la miro nuevamente y sus ojos me derriten. Camina a mi lado, al lado de todos nosotros, pero apenas soy yo quien puede ver como sus ojos me ven.
El intermedio va terminando y yo me veo obligado a pensar nuevamente en Elizabeth, aunque mis deseos ya estén en otro rostro.

jueves, 2 de abril de 2009

Toma 3: Fotografías de Elizabeth

Las pocas fotos que tengo de Elizabeth permanecen debajo de mi cama y de mis recuerdos, acurrucando momentos que deseo sean ya pasado. Levanto alguna que otra foto y me imagino al lado de Elizabeth, acariciendo su largo cabello, dándole atributos de novelas de Sábato o agregándola en algunos de mis relatos. Las fotos se esparcen en toda la habitación, esperando que no se escapen, tomándolas con la precación necesario para no convertirlas en simple objetos.

Al final sólo espero que con el tiempo ellas se acostumbren a mi mirar desesperando y sencillo, a mis palabras entrecortadas y a mis escritos tontos y cursis. Sólo me queda verla, ese día que quedamos, y perdirle perdón por todo los malos ratos que sus fotografías pasaron conmigo.