domingo, 28 de febrero de 2010

La vida que perdí

Meditando uno llega a encontrarse con quien no quiere. Una tarde caliente de horrible verano fue el contexto de mi reflexión personal e indiscutible conmigo mismo. Andando por los laberínticos oscuros y algo divertidos de mi cabeza, pude entender que este no es mi mundo, que esta esclavitud del trabajo, de la dependencia del dinero, de mantener una familia no puede compenetrarse con mi ideas y pretensiones.

Quiero vivir del arte, pensé en ese momento... y también de la ciencia... escribir, pensar, observar, cuestionar, hacer, crear, divertir, hacer soñar, hacer llorar, mentir, tirar, volar con alas de humo apestoso...

Me di cuenta de la vida que perdí, ese mundo del mecanico trajín que se ha vuelto esta ciudad. ¿Realmente quiero eso?

Mientras tenga con qué, seguiré intentando hacer lo que me gusta. No se asombren si alguna vez me ven tirado en alguna esquina derritida de mi presencia, escribiendo algo que ya no tendrá receptor.

sábado, 20 de febrero de 2010

Buscando la foto

Buscó entre sus ropas la foto en la que aparecía con ella. La tenía escondida hace mucho; fue necesario para que no vuelva a aparecer entre sus viejos recuerdos que siempre le estropeaban el día. Aquella tarde debía volverla a ver, debía de cerciorarse de algo. Desarmó el cajón y con él toda la ropa que estaba dentro, haciendo volar polos, pantalones y camisas mal calibradas. Al fondo, en un rincón olvidado y perdido, estaba la foto de ellos. Uno abrazado al otro, ella con la sonrisa explotando lejos del papel fotográfico, y él, con más barba y cabello. Estaban perfectamente incrustados en el recuerdo en papel, en la foto de aquellos años que los mantuvo juntos por tropiezos del azar o un cruel destino que quiso probarlos. La vio, con una sonrisa que se apagaba de a pocos, con el cabello que se volvía gris y con los ojos que se cerraban. Algo en toda su silueta pegada al papel parecía desaparecer, estremecerse al primer recuerdo de él viendo la foto entre sus manos. Se percató que la imagen de ella quería huir de sus brazos dentro del papel, escapar de la foto y descansar por fin. Era verdad, ella estaba muriendo.

Guardó la foto en el bolsillo de la camisa y salió saltando por la ventana que se abría con solemnidad para prestarle un servicio urgente. Se muere, había escuchado en una conversación donde sus oídos no estaban invitados, pero la noticia bailó entre el aire hasta llegar a él con presteza increíble. Aun podía sentirla entre sus brazos, viendo las estrellas que se caían a pedazos por la noticia. Se muere, dijo en ese instante, con los labios que le pesaban y pesaban. Corría por calles entrelazadas en colmillos, en alas viejas y sangre chorreante en el pavimento. Siguió por Coronel Astrada y salio, como quien dice que estaba invitado, a la avenida Central, con la cara sudada y con los ojos buscando a Carmen, que sabía de la noticia.

Carmen le contó todo en susurros, para que sus orejas no sangraran con la noticia. Sabía de su pesar; si sufría por ella cuando estaba viva, no se imaginaba verlo sufrir cuando estuviera muerta. Lo vio viendo algo en el bolsillo de su camisa. Lo vio viendo el pavimento; lo vio viendo esos puntitos oscuros aparecer en la acera, cada poquito. Parecían salir de abajo pero caían como gotas, pesadas e hirientes. Lo vio restregarse la cara con algo de violencia. Lo vio irse.

En dos pasos estuvo en el puente de La Ribiera. Desde ahí veía toda la ciudad morir bajo los pocos rayos solares de la tarde. Recordó aquella noche donde, junto a ella, prometieron amor eterno en ese mismo puente, un amor que dudaría más allá de ese cielo oscuro de su recuerdo. Saco la foto. No se sorprendió al ver su imagen en el papel apretujarse misteriosamente; se le caía el cabello, y todo él se ponía gris. Yo también, pensó, sonriendo al ver lo perfecto que se veían en la foto. Tan parecidos. La pareja perfecta.

Y se lanzó de lo alto del puente de La Ribiera.


Plaf!

martes, 16 de febrero de 2010

Noche atropellada.

Eran las 12 de la noche y yo era la única mancha perdida en la esquina invadida por la basura y los perros que urgaban en ella. Ni siquiera la señora ambulante de la esquina se apiadó de mí: seguí parado, nervioso con la soledad y el tiempo que no paraba, esperando esa combi que nunca pasaría.

Estaba con la idea de irme caminando a casa; pero mi sola imagen caminando por lugares desconocidos me amarraron a quedarme quieto en la esquina. Envalentonado y desesperado por la situación, decidí timbrarle a mi madre, con los poco saldo que me quedaba en el celular, para explicarle la situación y tomarme un taxi despidado. Le pagaría estando en casa, así que debía esperarme despierta.

En eso, como milagro, un tipo frente a un taxi, es la misma esquina... fue mi salvación.

- Oe tío... ¿cuánto a Los Cedros?
- Mmmmmm.... 8 luquitas.
- Ya, vamos.

Me acerco con la timidez en el rostro.

- Maestro, disculpe, ¿me jala a Los Cedros? Yo voy por ahí y no pasa ningún carro por acá.

Vi su rostro apretujarse, verme de arriba a abajo. No sé qué cara habré puesto aquella noche atropella y silenciosa, llena de individuos siniestros y sonidos indescifrables... pero.

- Sube nomás.

Y llegué a casa.

domingo, 14 de febrero de 2010

Día del enamorado

Hoy me senté, solitario y sin ninguna complicación, en lo más alto de mi casa y recordé lo interesante que podía ser ver el horizonte alejarse, dando un adiós conmovedor y convertirse en una noche sin espamos, sin sobresaltos. Estoy enamorado, dije. ¿Acaso no puede ser mi día también? Estoy enamorado de esa brisa que me hace saber que puedo seguir riendo con un amor que tenga que acostumbrarse a mis chistes malos o a mis escritos cursis, a mis dibujos primariozos y a mis peinados ridículos. Me enamoré de ese calor que siento cuando hago el amor, cuando deseo ese cuerpo que está conmigo en la superficia acolchonada. Estoy enamorado de los noches donde puedo fabricar a mi amor perfecto; enamorado de los días donde puede aparecer la mujer perfecta y que nunca imaginé en las noches, como en el azar, hermosa casualidad me hará descubrir su camino, que se cruzará con el mío.

Estoy enamorado de alguien que aún no conozco... ¿y no puede ser mi día?

sábado, 13 de febrero de 2010

Tiempo Libre

El tiempo libre suena a tanto... Suena a que lo que hago y dejo de hacer, a lo que sueño y no puedo dejar de soñar, a lo suspiro y vuelvo a suspirar. Lo que me suena tiempo libre es que una puede hacer lo que le plazca, explayarse con el tiempo, sacarle el jugo, probar una y otra cosa, tirarse a la cama y contar los segundos sin que estos se pierdan como deshojando margaritas.

Pero mi tiempo libre es lo contrario... es aprisionado, en congestionado, comprimido, obligado, encadenado en deberes que yo mismo debo hacer cumplir. En el poco tiempo libre que tengo lo he condenado a escribir, materializar todo lo que no he podido en la semana, todas la ideas que han quedado en el bloc de notas o en ese rincón de la memoria que siempre es frágil.

Hoy tengo un pequeño tiempo libre... aunque ni tanto. Escribir lo vale, siempre lo vale.

viernes, 12 de febrero de 2010

jueves, 11 de febrero de 2010

Cielos y estrellas.

Voy reconociendo que el cielo de VES es muy parecido a mi cielo: Una mancha oscura que se deja llevar hasta el horizonte, donde comienza un mar de estrellas pegadas a la tierra manchada de pecados y valiosas lecciones. Las estrellas no palpitan, pero se mantienen espectantes toda la noche. Su colo cetrino me hipnotiza, y su ordenada ubicación me hace pensar en cojuntos y diagramas.

Voy llegando a casa y Villa El Salvador terminá con luces de neón pegadas en las casas, un laberinto va siendo dejado atrás para entrar a Chorrillos, donde las estrellas están más cerca de mis ojos que de mi cielo. Se aproximan con delicadeza y me percato que son las mismas; que si bien es cierto que tiene la misma composición, estas estrellas permancen en mí, en mis sueños, en mis recuerdos.

VES y Chorrillos se dejan llevar por esas pequeñas e indescifrables luces, que me desembarazan de la realidad.