miércoles, 25 de julio de 2007

Mis vacaciones y muchas bestias más

Ante vista y paciencia de todos, comencé a hablar sobre los Agsos. ¿Qué son? Yo qué sé, la cuestión era que me puse a hablar de ellos como loco. De que tenían años jodiéndome y jodiéndome la vida y que yo a ellos, estaba científicamente comprobado; pero no pude dar más que una versión simplista: no sé cómo aparecieron. Leyendo a Bryce y Ribeyro y como jugando con Mario y Luigi, que no sé cuándo se irán. Seguí mi muy solaz espectáculo, cuando uno de los presentes me comenzó a increpar; me soltó calificativos muy fuertes, hasta muchos que de veras me gustaron, uno de ellos fue “Cortázar de Lima pobre”, lo cual me llamó mucho la atención, pero no me alejaron de mi perorar (o peroyativa) peyorativo muy bien fundamentado acerca de los Teis, que tuvieron un pequeño encontrón con los Agsos. Los ahí presentes por poco más y llaman a la policía o a un centro psiquiátrico. Por suerte que me encontré con el profesor Ramos, que me llevó hacia mi universidad, cuna de los Biggets.

Me compré un libro de Luigi, digo, de Ribeyro, y se lo enseñé al profesor Ramos, que me sorprendió con un tema variadísimo que iba desde la falta de lectura por la población peruana, hasta el viaje que tuvo en la juventud a provincia y concluyó (o lo detuve) cuando habló sobre su esposa, sus hijos y su perro. Lo interrumpí agregando acerca de la felicidad que me causa romper con el soliloquio intempestivo de los verborreicos imparables. No recuerdo si el profesor me entendió, pero se despidió diciéndome que no me metiera en problemas. Cómo si expresarse libremente fueran problemas. Por los pasillos de la universidad, me encontré con mi compañero Moisés. Intercambiamos múltiples ideas: una revista futura, un carro que brincaba, un escritor colombiano, una banda setentera, Mario Bros (demonios, es Bryce), y así nos entretuvimos hasta que le comenté sobre el supuesto enredo del que el profesor Ramos me libró. “Debiste hacerlo en un carro, es menos probable que llamen a la policía o al centro psiquiátrico; sólo te botan y ya” me respondió. Cuando acoté acerca del insulto “Cortázar de Lima pobre”, me contestó riendo: “Sí tú eres Cortázar de Lima pobre, yo quiero ser Márquez de La gris”. Nos despedimos y comencé a alucinar sobre el título que le pondría a mi libro de cuentos: “El encuentro de Agsos, Teis, Biggets y muchas bestias más”.

Felizmente me encontré con Martina, que me dio una clase maestra de realidad. Me la encontré en Barranco; me tomó de la mano y me llevó de paseo por todo el distrito, hablándome sobre criterios y revueltas, cosas que no entendí y se lo comuniqué. Me miró con ternura y me dijo: “Toda esta realidad es mucho para ti, tú debes vivir en fantasías aunque te traiga problemas”. La quise besar. Lamentablemente ese hecho era tan real que sólo deseaba irme volando con ella y visitar a Rotalio el Teis. Le dije a Martina que se lo presentaría pronto. Le expliqué el problema de aquella tarde y traté de continuar la exposición que quebró el profesor Ramos. Me dio mucha pena ver a Martina morirse del aburrimiento. “No soy muy fantasiosa, si sólo tuviera un poco de tu irrealidad” me dijo. En ese instante no dudé y la besé, con tanto ensueño y realidad, que por un momento pensé que estábamos volando. Ella coincidió conmigo en lo del vuelo.

Lo que continuó de la noche, sólo pensé en ese beso tan real, que por un momento me hizo olvidar mis premisas sobre Agsos, Teis y demás. Ya a la mañana siguiente me dirigí nuevamente hacia la avenida Wilson; con mucho augurio de mi parte, porque encontré varios feligreses. Ingresé al jirón Quilca y comencé con mi discurso. Con mucha fanta-dad y poco de reali-sía, me paseaba en los pormenores de Tlaínes, Concovorcos y muchas bestias más. Me desilusionó ver que mi auditorio sólo eran cinco fumones, tres punks, dos chicas buenas de la mala vida y mi amigo Moisés, que esperaba compañía. Como había llegado muy temprano a su cita, convenimos en ir un rato a la universidad. Por el camino, más intercambio de ideas: una novela peruana, un vicio social, un compañero aristocrático y exiliado, La gris. Al llegar a la universidad nos encontramos con la totalidad de nuestro salón; estaban hablando acerca de las medidas organizativas para el presente año. Con mucha cabeza fría, interrumpí la conversación para sugerir que este año debemos erradicar de manera total a los Biggets, ya muchos problemas me estaban dando. Al ver que nadie me daba la razón, me alejé.

Por esos días las vacaciones estaban acabando. Me di cuenta, que todo lo que había sucedido con anterioridad me parecía abstracto y tan vergonzoso, que dudé en su realización; pero mis compañeros y el propio profesor Ramos me dieron la razón. Hasta ahora no sé cuáles serían las causas de esa conducta, seguramente la llegada del año lectivo, o la aparición furtiva de La gris, no lo sé. Lo que si puedo asegurar es que muchos no volverán a verme como antes. Creo que los Estartos están metidos en esto...





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