miércoles, 22 de noviembre de 2006

Descubrí Uqbar y Tlön

[1](Nota: El siguiente escrito fue encontrado en el interior de un diario personal[2] en las cercanías de nuestra dependencia policial. El diario no tenía nombres, ni fechas; sólo se relataban sucesos que, hasta ahora suponemos, pueden haber sido ficticios. Este relato estaba separado de los demás; escrito en una hoja bulqui y según los especialistas, pudo haber sido iniciado hace unos 6 ó 7 años. Luego de investigarlos se los entregamos a una casa editorial que deseara ponerlos a la luz, ya que no se encontraron hechos de alguna relevancia; más bien parecen ser textos de carácter literario).


Descubrí Uqbar y Tlön
[3]

Cuando terminé de leer Uqbar, Tlön y Orbis Tertius, no podía creer que un mundo como Uqbar existiera. Traté de conseguir por modos extraordinarios el “Orbis Tertius”, la primera enciclopedia de Tlön (una de las tantas regiones que existen en Uqbar). No encontré ninguna información acerca de la enciclopedia y menos del supuesto planeta. Busqué en revistas, libros, Internet, fui a las bibliotecas de la ciudad, hablé con mucha gente de mi universidad y nada. Renuncié a mi búsqueda (que se había convertido en obsesión) y me olvidé parcialmente de ese magnifico y extraordinario lugar.

Un par de meses después, en una de mis tantas visitas a la biblioteca “Lima Urbana”
[4], buscando algunos libros encontré un compartimiento secreto en un estante, éste se encontraba en la fila que estaba más pegada al suelo. Intrigado, indagué en ese pequeño secreto y encontré algo que me cambiaría la vida: el fascículo número 29 de la colección “Orbis Tertius”, la primera enciclopedia de Tlön. Mi antigua inquietud volvía a arder en mis entrañas; el libro estaba muy empolvado y por lo que se veía estaba escrito en inglés. Se lo mostré al bibliotecario y luego de pagarlo y registrarlo, me lo llevé tan rápido como pude.

Ya en mi casa lo revisé de principio a fin; según la información de la enciclopedia, esta consistía en 100 ejemplares y estaba traducido, de una lengua de Uqbar (exactamente en el dialecto de la región de Tlön) al inglés. Tan impaciente estuve en tratar de saber lo que decía la enciclopedia, que comencé clases intensivas de inglés; mientras tanto, trataba de interpretar lo posible con mi precario inglés. Un apartado de la enciclopedia se basaba exclusivamente a la explicación de la lingüística de Tlön y decidí explorar esa parte del libro cuando terminara mis clases ya que se me hizo imposible traducirla; pero encontré un fragmento más accesible, ésta nos detalla las costumbres, hábitos y creencias de la gente de Uqbar. Tras larga lectura y traducción descubrí que un heresiarca de Uqbar había formulado que los espejos son abominables porque tienden a duplicar el número de los hombres. Me pareció una sentencia aceptable; pero me hizo pensar acerca de la evolución intelectual y cultural de esa región.

Intensifiqué las clases de inglés y proseguí con la búsqueda de los demás tomos de la enciclopedia de Tlön, dejé hasta la universidad y mis compañeros de clase (no sé si lo hicieron porque les interesaba saber como era Uqbar o porque les daba lástima mi solitaria e incesante búsqueda) me daban aliento o algunos me acompañaban; en fin, al no encontrar nada, nuevamente me sumí en la incertidumbre por mucho tiempo.

A los pocos meses mi vida retoma su rumbo: continué la universidad, encontré trabajo, me enamoré y me olvidé, nuevamente, de Uqbar; pero como la primera vez, el destino (o lo que fuese) quería que llegara a conocer ese lugar y me puso otra pista.

Un día tome la decisión de limpiar y organizar mis libros, encontré ejemplares que hacia tiempo los había leído y también otros que ni había tocado; entre ellos estaba el “Orbis Tertius”. No le tomé la más mínima atención, pero si me percaté del libro “Ficciones” de Jorge Luis Borges y le eché un vistazo para remembrar sus viejos cuentos. En ese volumen el cuento de Uqbar, que era el primero, efectivamente hablaba acerca de los espejos y de su monstruosa característica; me puse a meditar sobre si algo tenía que ver los espejos con todo esto. Me acerqué al mío, que se encontraba en un pasadizo oscuro de mi departamento, lo observé cuidadosamente y sólo me encontré con mi reflejo: más viejo, con las ojeras más notorias y la barba más crecida de lo normal. Traté de concentrarme dejando mi mente en blanco. “Un espejo tiende a duplicar el número de los hombres” pensé; miré mi reflejo y tuve la sensación de que esa persona era la que había estado buscando por todos medios un indicio de Uqbar. Si esa afirmación era correcta, ¿Quién era yo? ¿Es qué soy sólo un simple reflejo? ¿O soy un duplicado pensante y con conciencia propia?

Al terminar esta meditación, me desperté en un gran cuarto lleno de espejos, ¡Eran incontables! Frente a mí estaba mi reflejo sentado con los ojos cerrados y la estancia en la que se encontraba era mi casa. Me sobresalté, hasta llegué a pensar que estaba muerto o en otro mundo, éste último dictamen me pareció más lógico, igualmente, ya no sabía que era racional o ilógico en ese momento. Encontré una gran puerta y me dirigí con mucho temor al no saber que encontraría. Mientras caminaba hacia ella, sentía los pensamientos de muchos pensadores: (…)
[5], ¡Personas de las que no había escuchado nunca! Abrí las puertas y me hallé ante una gran civilización, de una lengua indescifrable, con arquitecturas que alaban las formas perfectas y en la que la única ciencia permitida y enseñada era la filosofía. Me trataron como uno más; me incluyeron en sus festividades, me hicieron degustar de sus artes gastronómicas y se me hizo difícil entenderlos así que tuve que volver a mi mundo (si es así como se le puede llamar) y estudié su lengua y gramática de la enciclopedia.

Cada cierto tiempo visito este gran lugar, lleno de pureza, alegría, imaginación y artes; muy alejado de la insensatez, caos, injusticia e desigualdad del nuestro. Muchas veces cavilo sobre si es posible que pueda hacerlo público, me gustaría que todos conocieran este hermoso “mundo”, pero a la vez me da miedo. Miedo de que termine siendo igual al mundo real.

[1] Nota agregada por el comisario del sector donde fue encontrado el diario personal. Decidimos colocarla para despejar las incertidumbres de los lectores, que conozcan la historia de dicho relato.
[2] El diario personal también fue publicado por la misma casa editorial con el nombre de “Un diario perdido”. Se pueden encontrar en él diversos cuentos.
[3] Este nombre no se encontró en dicho diario. Los publicadores nos dimos el permiso de darle ese título.
[4] Dicha biblioteca nunca fue ubicada. Se deduce que también fue creada.
[5] Se encontró tachada esa parte donde supuestamente se nombran a los pensadores. Se calcula pudo haber nombrado unos 5 ó 6 nombres.

Nostalgias, congojas: melancolías

Todavía estaba tibia cuando la encontré echada en su cama, vestida con su pijama rosada. Eran las 11 de la noche y aún se escuchada las melodías que minutos antes ella había tocado con su guitarra casi nueva; prometí enseñarle una canción completa ese día, pero yo tenía otros planes. Estaba como dormida. Su rostro era el mismo, como aquella vez que la conocí, hace ya algunos años en el colegio. Tenía la misma fragancia, esa que percibí el día que me abrazó por primera vez; no olvidaré esa ocasión que hablamos por vez primera y me enamoré al instante de ella. Nunca tuve la valentía suficiente para decirle lo mucho que sentía hasta ese día, sólo le mandaba indirectas y me insinuaba un poco. Ese mismo día en la mañana pasé por su casa a visitarla, ya que no la había visto en mucho tiempo, fui decidido a contarle todo y no me importaría su reacción; se lo diría como sea. Su hermana me recibió; ella no se encontraba, así que pensé en dejarle una carta escribiéndole todo lo que tenía pensado decirle. Se la entregué a su hermana diciendo que volvería en la tarde.

Esperar. La había esperado por 4 años y unas horas más me parecieron interminables; antes de salir del edificio, había sentido un ambiente cargado. Su hermana tenía al momento de recibirme una expresión de tristeza; la razón, lo descubriría horas después. Fui a dar una vuelta y de pasada a visitar algunos compañeros y amigos que habían caído en el olvido por el tiempo; terminada esa jornada volví a sentirme algo impaciente pensando en el momento crucial. Recordé en aquel instante pasajes relacionados con ella: aquellos juegos maquiavélicos y a la vez armoniosos, era siempre una suerte de ping-pong: ella me hacía bromas y yo contraatacaba y viceversa, para luego reconciliarnos como si nada hubiera pasado. Todos aquellos momentos me daban alicientes para el momento trascendental. Ya faltando poco para las 10 de la noche la llamé a su casa; por tanto andar pensando en mi declaración me había alejado considerablemente de su casa sin darme cuenta. Justo ella me contestó. Su voz, su voz angelical que siempre me hipnotizaba y que yo siempre le respondía con frases incoherentes, esta vez se presentaba entrecortada y muy débil. La saludé y al momento me contestó diciéndome que había leído mi carta y que quería hablar personalmente conmigo; pero al instante empezó a llorar, me hablaba entre sollozos cosas que no entendía y unos gritos acompañaban su voz frágil como si se tratara de un coro malévolo. Cuando le pregunté que sucedía ella se calmó, se despidió, y colgó en seco. Mi corazón dio un vuelco y cuando apenas me estaba dando cuenta de la situación, ya estaba corriendo en dirección a su casa.

En el camino pensaba lo lejano y obscuro que sonó esa despedida; mi cuerpo no sentía el cansancio y sólo corría. Maldecía lo estúpido que fui al alejarme tanto de su casa. Llegué al departamento; subía las escaleras de forma torpe; llegué a su puerta y la tocaba (o golpeaba) de forma agresiva acompañada de gritos e injurias. Nadie me contestaba y continuaba golpeando y gritando, esta vez con todas mis fuerzas. Ya desesperado y fuera de mis cabales, comencé a golpear la puerta con mucha más fuerza y decisión con el objetivo de derribarla; ya con mis últimas energías logré mi cometido y ya con la mirada de los vecinos, entré gritando, llamándola, buscándola en todos lados. Al llegar a su cuarto casi desvanezco al verla echada en su cama con su pijama rosada, su guitarra a un lado, un lápiz con un papel y un vaso con muchas pastillas al lado. Me acerqué. Todavía estaba tibia; tomé sus pequeñas manos, miré sus labios, parecía dormida. Tomé el papel que tenía su perfume impregnado, éste hablaba acerca de su problema familiar y de la decisión que había tomado ya hace buen tiempo, de ahí comenzaba otro párrafo que decía: “Me encantó tu carta. No puedo creer que me esperaras por 4 años, el tiempo que yo también te esperé........”, súbitamente la carta se interrumpe, pero llegué a encontrar una pequeña frase al final del papel. En ese instante sentí las melodías que minutos antes había tocado, sentí mis lágrimas caer por mi rostro, escuché el sonido del papel que tocaba el suelo y que al final de ella decía: “Me debes una canción completa”.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Un campeón olvidado

Siempre supe que en mi familia habría algo de “loco” y no lo digo por mí, que de esta última generación de hijos, he sido el de más ideas descabelladas y fuera de lugar ha tenido, si no que viene por parte de los familiares más adultos. Ahí está mi viejo, que se cree el hombre más macho y sabio del mundo; o mi tío, que se muere si no esta por lo menos con una mujer diferente cada noche. Pero la historia más sorprendente y además fantástica, es la de mi abuelo. Una persona pensativa, de mirada solitaria pero de acento locuaz, muy extrovertido al momento de contar los sucesos más transcendentales de su vida. Uno de ellos fue el que más me entretuvo y con el que más me reía por la mentira bien confeccionada que había de contarme.

Una vez caminando por la sala me encontré con él, me llamó para lo de siempre: contarme una historia, pero esta vez sospeche mal... me dijo que le diera la mano, al preguntar cual era el motivo, me contestó que quería desafiarme a una partida de “gallito”. “Mi abuelo debe estar fuera de sus cabales” pensé y no quise sacarlo de quicio ya que no quería tener un mal rato y accedí a jugar con él. Le gané los 2 juegos que tuvimos, pero estos fueron muy prolongados. A pesar de la edad, me era imposible seguirle el paso. “El campeón esta fuera de forma, si sólo estuviera como en mis buenos tiempos”.

“¿El campeón? –pensé- Mi abuelo se encuentra en las ultimas”. Para entretenerlo un momento le pregunté que era lo que trataba de decirme con lo de “campeón”. “Yo he sido campeón mundial de gallito”. En ese instante traté de contenerme pero no pude parar de reír. Mientras volvía a serenarme, mi abuelo me comentaba que aprendió el juego de gallito por su padre y que combatían muy a menudo. Fue ahí cuando mi abuelo comenzó a tomar en serio el juego. Todo se inicio en su escuela. Participaba con todo aquel que quería enfrentarse a él. Fueron sus años de preparación. Ya en la universidad, mientras estudiaba Sociología, cuando comenzó a luchar para lograr que el gallito se oficializara como deporte. Al lograrlo fue el representante de su universidad y participó en distintos torneos sudamericanos, siendo campeón y viajando a China por el campeonato mundial, el cual ganó con mucha dificultad (3 a 2).

Después siguió compitiendo en juegos de exhibición, hasta que el juego desapareció tal y como llegó, sin causar revuelo.

Al salir de la habitación en la que estaba con mi abuelo no puede contener la admiración que le tenía a ese sujeto por la inventiva que poseía para crear esas clases de historias tan magníficas y a la vez muy divertidas. Pasé por su cuarto y me puse como loco al descubrir un trofeo al lado de una foto muy antigua. En el trofeo se leía: “Al primer campeón de gallito mundial” y en la foto estaba mi abuelo, muy joven recibiendo el trofeo de un chino que miraba directamente a la lente de la cámara y tenía una risa burlona. Burlándose de mí como si supiera que yo pensaba mentiroso y desquiciado al campeón mundial de gallito.