domingo, 22 de julio de 2007

Siempre tengo que darle vueltas al asunto

Tomo una idea y la revuelvo, como si fuera un trompo, o un pequeño perro que persigue sin sentido su cola. La convierto en un sinfín de posibilidades que no tenían que ver con la idea original y termina siendo un bodrío, una cosa sin forma, parca; casi similar de como se inició. Y es que cuando hablo me trabo; digo cada tontería, que mi interlocutor se siente acomplejado ante mis ideas, o simplemente siente lástima de mi farfullar, resollar o como quieran llamarlo.
Luego me sereno, tomo todas la ideas que tengo, (en ese instante desvío la mirada) y suelto todo lo que tengo metido. Ahora las palabras salen con fluidez, aunque a veces tengo una recaída, pero vuelvo con una seguridad que no es conocida en mí (y hasta me atrevo a mirarla a los ojos) y le digo todo. Ella sonríe me mira con ternura, me dice que soy un tonto (me amargo más) vuelve a sonreír y me dice que me ama. No tengo nada más que decir: la tomo de las manos, pasan por su cintura, le veo los ojos y la beso.
Ella sabe que beso mucho mejor de lo que hablo, así que allí acaba el problema. (Bueno hasta que acabe el beso)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tomo una idea y la revuelvo, como si batiera huevos, o un pequeño perro que persigue a su perra...

Oe...digo, muy bien estructurado esas amontonamiento de palabras. Aunque no me gusta mucho la parte romántica. Parece una mosca en el vaso del restaurante más limpio del mundo.

la dueña dijo...

cuando no moises! quitandole lo romantico del asunto ,,..no me importa .
y no des tantas vueltas q mareas.