jueves, 30 de diciembre de 2010

29 de diciembre

Hoy los colores se cayeron de todos lados. Se cayeron de la pared, del techo, se despintaron los Ray Ban, quedando una mancha blanca dispuesta a ser pintada, coloreada a gusto. Se le cayeron las letras a los libros, las pastas dejaron de ser duras y emularon lenguetas de papel higienico. El sol y el cielo dejaron de brillan y cayeron a las tentaciones de los oscuro, lo pálido, de lo incontrastable. Los sonidos fueron ruido que entran en los oídos con presteza extraña, haciendo explotar los oídos, aterrorizando a los tímpanos. Hoy el tiempo dejó de correr para adelante y corrió para atrás, de espaldas, sin mirar, derribando todo a su paso... Sí, sí, un mal día.

Lo complicado fue atribuir un color especial a aquellos objetos que no entraban en mi banco de memoria. Para simplificar: el sol, el cielo, las nubes, mis RayBans, mis ojos, mi cabello, sus imágenes están tan impresas en mi cabeza que darles su color original es un evidencia, una verdad casi absoluta; a diferencia de mis Converse (que en realidad pueden ser maniatadas de los diversos colores que mi cabeza tétrica les pueda otorgar) o las portadas de algunos libros (que sus originales colores desaparecen de mis recuerdos).

Otro problema fue volver a colocar las palabras en los libros. Aunque supone mayor precisión y severidad, lo tomé como un juego personal al cambiar las historias, o simplemente transgredir en los sucesos ya conocidos. No fue raro leer en un pequeño cuento de Ribeyro que un loco japones que habla con los gatos, busque un prostíbulo verde en pleno New York de los años 50; o leer esa novela que cien años no son suficientes para encontrar una ciudadela en medio de las profundidades de un río de oro, que no es más que una serpientes que le gusta comer cucarachas que se apellidan Samsa.

Sin embargo lo peor fue cambiar mis recuerdos. Como en todos los fin de año, cuesta un poco catalogar cuales son aquellos recuerdos que recuerdos son, y otros que realidad son. Finalmente, en un arrebato de flojera extrema, colo todos mis recuerdos en la caja de zapatos, con el peligro de mantener en mi cabeza los que guardados deberían estar, y haber conferido al baúl algunos recuerdo recientes que me hagan quedar frente a amigxs y familiares como un amnésico en potencia.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Día de la torta.

Las tortas están deliciosas, me dice Amalia chupándose con verdadero placer cada uno de los dedos de sus pequeñas manos. No niego que me excita ver sus dedos caer en su saliva dulce por las tortas que le entregue y que acaba de devorar con un extraño placer. Me sonríe con dedicación y se acerca para abrazarme. Mi cuerpo amplio la recibe, mis brazos la enrrollan sintiendo un delgada figura; yo me agacho un poco y ella se empina mucho. Me respira en el oído, haciéndome temblar, sus cabellos ensortijados caen en mi nariz y huelo la misma fragancia que me obligó a comprar los pasteles de fresa que acaba de devorar.

Cuando no son pasteles le llevo chocolates. Aunque su madre me diga que está muy gorda yo la sigo viendo más delgada que los cigarros que me fumo al salir de su casa. Se los come con mirada atenta, vigilante a la puerta, perspìcaz a los sonidos. No comprendo la prohibición de los chocolates y la permisión de los pasteles; por ello se ha hecho hábito llevarle chocolates cada vez que su madre no está. Son las únicas veces que fumo dentro de su casa, que fumo frente a ella. Me mira de una forma complicada, siguiendo el movimiento de mis pulmones al golpear, no perdiéndo de vista la bocanada que se esparce en su pequeña casa colonial.

Aunque la mayoría de veces siempre le llevo pasteles.

Lo que me da un eterno alivio. Las noches de chocolates y cigarrillos causan en mi espíritu una suerte de indomable sentido, sensaciones prestas al desorden. Podía ver en ella la misma figura que yo manifestaba cuando la veía comer los pasteles, disfrutando de sus dedos repletos de chantilli color rosado. Es ella en esas noche del cigarrillo que ve mi pecho inflarse a cada aspiración, a cada chupada del filtro, a cada suspiro que exhala el humo blanco. Sus ojos directos a mis labios que bailotean con el cigarro a punto de consumirse; el chocolate que se mantiene en sus manos, sus labios que se mantienen en suspenso.

Son esos momentos en los cuales quiero cruzar el salón, llegar hasta el sillón donde descansa, romperle la blusa, quebrarle los labios, quitarle el moño y soltar su cabello, que me caiga en la cara, levantarle la larga falda, tocarle las piernas que no llego a ver aún, cargarla hasta la mesa, hacerla mía y que gima como si su madre le diera un reprimenda atroz.

Por eso agradezco que los días del chocolate y cigarrillo sean unos contados días al mes.

Sin embargo ahora la veo, utilizando sus dedos llenos de dulce metiéndoselos presto en la boca, como ese cigarrillo que mantengo y lo hago mío... sí, los días de las tortas.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

22 de diciembre

No comprendía las intenciones que se venían dando cada ciertos días, cada lapso sujeto a un determinado espacio cronometrado, definido por las sensaciones, por los astros o los sueños. Me maté sacando fórmulas e indicios de lo que pretendía, de lo que buscaba, de lo que me esperaba. Desde recuerdos inquebrantables hasta un amor no olvidado, un último bastión de una historia que pretende ser inmortal, sobrevivir a los recuerdos y morir en los pechos infectos de tanta realidad.

Busqué tantas respuestas que me fui envolviendo en una suerte de hipótesis irrealizables, indefinibles, contraponientes unas contra otras. Sucumbí a la imaginación, pretendí darles un brillo real, intencional, con un producto indispensable para las dos partes. No encontré una línea que pretenda darme un respuesta, ni siquiera un indicio de idea a seguir.

Hasta que me revolví en mis propios recuerdos, en mi propia historia y deseos. Sobre la inexistencia de los adioses definitivos (en mi caso y también de alguna otra persona), los motivos de no perecer en la memoria, la necesidad de mantener el contacto, aunque se manifieste como un simple hilo tenso, a punto de cortarse, pero que mantenemos íntegro, para cuando llegue el momento.

lunes, 20 de diciembre de 2010

20 de diciembre

Con pesadumbre renuncio a un amor. Como en casi todos los precedentes, enamorarme no hace más que condenarme a la renuncia, a claudicar; alejarme de sus ojos que crecen cuando me ven, de su cabello que se enreda en mis sueños, de su perfecto tamaño (imaginaba llevándola en el bolsillo de mi camisa, entre boletos y sencillos), de su sonrisa parca que se mostraba cada cierto día en el calendario, de su voz, que conocí poco y me presentaron casi a la carrera, de su holas y chaus que eran el idioma que pertenecía a nuestra extraña sociedad (o a ese extranjero que era yo).

Renuncio porque enamorar, ilusionarme, entregarme a los gustos no hacen más que instalarme cadenas, grilletes que nunca llego a deshacer. Antes de ser un motivo se convierte en un obstáculo, que me ensimisma, me cohibe, me reprime, me subvierte. Antes de ser un impulso es una repulsión, una enmarañada necesidad de alejarme, pero al mismo tiempo sentir las manos caer en mis hombros, los ojos en las mejillas, elos cabellos en las rodillas, la voz en las manos.

Enamorarme es confesar perdida la batalla de antemano, pues cada estrategia se cae a pedazos de ilusa, de estafa guardada en la billetera. Amar es para mí un bocadillo, un trajín que cumplo con dedicación, con soltura, dejándome llevar por una habitualidad que obliga a mantener el paso, a seguir el ritmo; galantear es por el contrario un suicidio, un dolor latente que se aprisiona en el pecho, una sentencia que odio y que no puede ser derribada con facilidad.

Es por ello que dejo esta ilusión a un lado, pues mi pasividad, mi tonta obstinación al miedo que llevo adentro, no hace más que producirme más dolor al dejar de lado tal amor. Mientras ella ronde por los caminos que transite sin que yo tenga la iniciativa necesaria para comenzar con el juego-negocio de compartir sentimientos, ella seguirá siendo esa borrosa, pero a la vez tan nítida imagen, que juega a ser la musa ideal.

A menos que ocurran esos torpes milagros que suceden en probabilidades profundas.

sábado, 18 de diciembre de 2010

18 de diciembre

Los delineados cuerpos que se me presentan los recibo en una diversidad condiciones. Es extraño modificar las misma conducta de mi cuerpo para con los otros, de tal manera que se manifieste de forma correcta hacia un cuerpo desconocido, impropio, lejano, llamativo. Voy tomando elementos significativos del lenguaje corporal para poder identificarme con cierta movilidad, distintas confecciones de la carne, significaciones de la piel.

Sistematizamos experiencias con los cuerpos, organizamos expresiones, almacenamos propuestas. Un cuerpo que se junta pero que tocamos con sutileza, completando las líneas, formando las curvas. Otros que se pegan con astucia, con explosión fantástica, con fuerza sobrecogedora que vamos retroalimentando con necedad. Hay el que brinda cierto permiso, apertura hacia el roce y el toque, sin embargo mantiene la lejana sensación de no pertenecer a las formas que consentimos con encanto.

Pero también hay ese cuerpo que no puedes tocar, que bailotea exento de posibilidades delante tuyo y solo queda observarlo, quedar deslumbrado, casi anonadado, ser el aura que sobre vuela en la piel, que flota a unos centimetros de distancia. Esos cuerpo que casi no dan deseos de tocar, solo contemplar.

jueves, 16 de diciembre de 2010

16 de diciembre

Ayer soñé con L. Como su constitución así la mantiene, la soñé en los brazos de otro, caminando por mi lado sin aspavientos, sin motivos para buscar un indicio que muestre interés sobre mi presencia onírica. Las calles, los salones y pasillos, se presentan acaso como el mapa de nuestro olvido, en el croquis de nuestra perdición; son esos alrededores que, laberinticamente, más que desencontrarnos nos encuentran, siempre en actitud dispersa, continuamente bajo el manto de una mirada ajena.

El sueño no fue demasiado interesante. Fue el simple trajín de mis inquietudes, un marasmo, una vieja rencilla, que vuelve a resugir. Los mismo que su rostro, que parecía perdido en rincones encadenados y baúles con naftalina. Recordé con nostalgia el viejo pretexto de la llamada por un sueño. No sería yo quien la haga; aunque ganas no me faltaron, lo mío se mantiene más en un ámbito más represivo que de oportunidades latentes.
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Estoy en busca de nueva musa y P. se presenta como la ideal. Linda sonrisa, mirada profunda, movimientos precisos para condenar mi atención. Se lo pregunté con sorna y me respondió con naturalidad, intentando un atisbo de juego o buscando comprometer mi seriedad por la causa. No protesto, me gusta esa musa.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

15 de diciembre

15 del mes, 12 en punto (ó 00 horas según las veinticuatro horas); he comenzado a escribir en el inicio del día cuando tenía pensado escribir lo de ayer (hace apenas unos minutos, unas cuantas horas). Hablar de lo de ayer me parece ahora tan insignificante, todo ha sido nublado por el cambio de día, ese pasar de un momento a otro, tan significativo, tan importante, pero sobre el cual solo está adscrito un segundo, un suspiro, una bocanada que se disuelve en el aire, que me sigue mostrando los contornos de mi habitación.

De lo de ayer vale decir que la soledad se expande, que ciega pausadamente, despliega cansinamente, aturde el entendimiento, abre la lata de sardina, clava el cuchillo, endurece en estomago, haciéndolo crujir, destruye las muecas, confecciona lágrimas, esgrime miedos y afila momentos. La soledad, en una grado de completa composición de mi figura, me ha invadido.

Y el cigarrillo es la marca característica de este momento. Se completa a mi mano como el instrumento indispensable para llevar acabo el ritual. Es el cigarrillo quien define las diferente variantes de la soledad. Ayer prendí uno a media tarde, otro a media noche; son momentos de extrema reflexión, pero también de constante apreciación de uno mismo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

12 de diciembre

Voy creyendo que el fracaso -o mala fortuna, según desde donde se mire- es más una cuestión sistemática más que designada. Más que un absoluto es un relativismo injusto, inconsciente y puesto en marcha por decisiones que tomemos cada segundo. Tomamos un camino a la ligera y las situaciones -buenas o malas- aparecerán ante nuestros ojos, en nuestro corazón.

Los pasos que damos están dispuestos a brindar alegrías y desaires a quienes recaigan nuestras decisiones, acaso nosotrxs mismxs o a los demás. La vida se presenta como aquel cuadro lógico donde las variadas decisiones son valoradas y colocadas, no siempre brindando un tautológico resultado pero sí un absurdo sofisma, que destruye momentos... por solo una decisión.

Es el tiempo quien te muestra si la decisión ha sido buena o mala. Tal vez unas horas, unos minutos... Tal vez unos segundos después de escribir esto.

viernes, 10 de diciembre de 2010

10 de diciembre

Cada vez es más extraño viajar en el Metropolitano. Sus nuevos modos de llevarnos de viaje excitan, pero a la vez inhiben, reprimen viejos hábitos de viaje; vivezas ocultas a la fuerza y moralidad que nos llevan al borde de la ingenuidad. Hasta que aprendamos tendremos que dejar de ser o menos vivos o más ingenuos.

Todo a partir de un asiento rojo y sus miles de denotaciones impuestas a puro trajín de megafonazos al oído. Asiento rojo, prohibido, inaccesible, no permitido por el común de los mortales. Si al rojo le acompañamos el 'Reservado', el asiento queda conferido a un consecución legendaria, un puesto deseable solo posible en un tiempo remoto o en una nueva vida. En cualquiera de los casos, ese asiento rojo se ha convertido en una suerte de objeto alejado e imposible, casi sacro.

Pero eso es lo que nos han querido creer.

Y es que en algunos casos los asientos rojos deslizan sus cualidades con sorna, mientras una decena de individuos contemplan con decidida inquietud el espacio vacío que se les confiere. Observan de reojo a su alrededor la presencia de algún vetusto colega o una panzona promiscua que apropio como suyo el rojo asiento. Nada. Solamente tantos como yo, esperando que alguien dé el primer paso y reducir las normas a simples códigos que merecen ser despreciados.

Por otro lado, estar dispuesto en los asientos comunes nos brinda esa terca disposición a no movernos de ahí, a entregar las moralidades a quienes ocupan los asientos rojos 'reservados' para la ocasión. Que sean los rojos que se ocupen de los viejitos, de las panzonas, para eso están. Y se sienten orgullosos de respetar su espacio, el color ortodoxo que los libera de las presiones éticas.

Sin embargo no faltan los oportunistas que rompen las reglas y se sientan en los rojos -no habiendo ningún reservista, claro está- y los que se paran al ver a un reservista cerca - no teniendo la obligación de hacerlo, dad la cualidad del asiento común que los contiene.

En cualquiera de los dos casos se da esa manía tan nuestra de disuadir lo establecido, de disipar lo de común acuerdo. Trangredir nos hace el viaje tan apacible...

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Ramón y su(s) soledad(es)

Y es que Ramón también convierte un solitario momento en soledades enternecedoras, en silencios que acomodan a la reflexión, que promueven el diseño hierático de los sueños, acomodando frases, construyendo historias, analizando la posibilidad de dar un paso en falso y embarrarse completo, sin lugar a resarcimientos con uno mismo. Esa es la soledad que lo acompaña, que lo arrulla en el camino directo hacia donde ni el mismo conoce.

Una soledad que se explaya y comprime a su alrededor, que entorpece matices, que no da respiro a la visión. Puede que la soledad te acompañe hasta completar la habitación, el bus, que complete el silencio; otras es solo un boleto de bus, una moneda perdido entre los bolsillos, un poema mal escrito, una frase precisa. La soledad puede ser un minúsculo momento o un gran acontecimiento, grados de uno debe aprehender, hacerlos suyos, convivir con los momentos en los que somos uno y el universo, uno y uno mismo, con sus temores, miedos, amores y secretos.

Ramón contempla la noche. Una, dos, tres estrellas son las únicas que se dejan ver en el cielo opaco de tanta luz artificial. Siente un pequeño vacío en el pecho, le tiemblan las manos y los ojos se ensombrecen, aguados. Un bostezo, la soledad muchas veces también aburre.

viernes, 3 de diciembre de 2010

3 de diciembre

Es una tarde gris de verano en ciernes. 3 de diciembre da la impresión de que estuvieramos por la mitad del año, con la diferencia de que ahora no llevo puesto alguna chompa y que estoy enfundado en un par de sandalias que muestran mis pies sin medias. El cielo no hace más que hacerme recordar lo que J. y yo aplacamos en una de esas conversaciones nimias, incomprendidas, sujetas a confusiones -por mi parte, claro-, incandescentes decepciones y diminituos reproches que la soledad -recordando un poco la conversación con J.- disipará.

Es que muchas veces, sin quererlo, casi sin pensarlo e imaginarlo, podemos entrar en ese punto donde las reflexiones, nuestra filosofía de la existencia individual, coincide y se reune para debatir e intercambiar referencias sobre un tópico que nos da la esperanza de comprendernos mutuamente.

Lo que me queda claro es que en este mundo existen dos tipos de sujetos: aquellos que tienen mayor compenetración con la soledad y otrxs que se muestran reticentes y buscan compañía -de las diversas formas que se interpretan desde la subjetividad. Esa pequeña conversación con J. me hizo pensar sobre lo niveles en los que la soledad puede ser importante en nuestra vida en sus diversas grados. Todo a partir de una frase: "Mejor estamos solos; o mejor dicho, mejor estamos en soledad. Suena más bonito".

No solo suena más bonito, sino que especifica mejor la filosofía de nuestra convivencia: No estamos solos, estamos en soledad... y a la soledad hay que tratarla con respeto, pues nos hace sobrevivir.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

De ti, solo lo recuerdo.

Temo cruzar la calle, pero veo a esa mujer tan parecida a ti, el cabello, el rostro, los ojos pegados a él, la sonrisa que intenta darle lucha a la seriedad. Es tan tú, que no puedo dar el primer paso para cruzar la pista sin antes frenarme para no convertir mi día en una serie de reflexiones y recuerdos que me alejarán de la realidad, de mi ya inconsistente día a día, olvidándote.

Lo único que puedo hacer es seguirla de cerca, caminar a su ritmo, con un paso más de adelanto para verle las facciones, ir encajándola en mis recuerdos, en los momentos donde el rostro se hace difuso, donde evocar pierde el olor a naftalina, aclarando mis memorias con ese rostro reluciente que me hace recordarte. El caminar insidioso no completa mi necesidad de poder observarla, de comparar figuras, reconocer reacciones, delinear ojos, boca, nariz, manchas, labios, de instalarte en mi cabeza con una nueva forma, de volver a ti en pequeños intentos.

Cruzar la pista, pequeño, inmenso intento, siempre caminando a tu lado, doblegarme a tus pasos, respirando con ansiedad, el corazón que da un vuelco, casi instantaneo que me knoquea, que me golpea a hacia atrás y que casi sin impulso toco tu brazo, frágil, delgado y tu rostro que voltea, tu cabello que danza por pura gravedad...

- ¿Sí?

Y por unos segundos más tu rostro queda pegado en mi cabeza, difuminándose, desvaneciéndose, perdiéndose en la realidad, en solo recuerdo que intento guardar con tesón, con delicada estupidez. La voz, oscura, indescrifrable, me devuelve a la acera, me hace comprender que no es más que un parecido.

- Lo siento señorita, me hizo recordar a alguien.

viernes, 26 de noviembre de 2010

26 de noviembre

Hoy solo me deviene una pregunta...

¿a qué se debe tu visita a éste, mi diario virtual?

Sigo tan confundido como la vez que apareciste, la vez que nos dijimos los mil adioses, la vez que desaparecimos completamente, esta vez que no sé a dónde llevara...

25 de noviembre

En estos dos días contemplaba la pesadumbre de ver la hoja virtual de mi diario en blanco. No me ayuda mucho en mi propósito dejar días huecos en él (sabiendo los repetitios consejos de Julio Ramón acerca de la dinámica y prolijidad del diario personal). Lo que sí ayuda, y bastante, es que alimentemos el espíritu de algo que nos haga comprendernos y, sobre todo, reflexionar, sobre nosotrxs, sobre la cotidianidad que nos abruma y que envuelve como el gran telón... siempre dejando algo tras bambalinas.

Gracias a Edgar Morin y Mila Kundera he podido analizarme un poco más en los tantos planos, perversos y estultos, que me completan.

Es recomendable analizar los polos... día y noche, presente y ausente. Leyendo a ambos, cada uno en sus distintas materias, moviéndolas entre lo científico y ficticio, he encontrado que lo subjetivo y lo objetivo siempre irán de la mano en mi accionar, reflexionar, actuar, sentir y dirigir mis intenciones sobre el mundo. Pero de ese vasto universo es al amor quien deseo cortar con el bisturí de mi disertar.

1. Lo real y lo subjetivo siempre irán de la mano; no podemos imaginarnos lo uno sin lo otro. Morín señala que ciencia nace de una imaginación surreal, onírica, de las fantasias, pasiones y pulsiones más sorprendentes. De la misma manera, lo objetivo metaforsea en algo que consideramos increible, irreal, inimaginable. El amor se mueve por esos dos lados. 'Que te lo diga el corazón', ¿el corazón, pensar? Intentamos darle características racionales a lo inanimado, a lo que consideramos tan nuestro internamente, nuestra subjetividad siendo controlada por la razón, tratando de obtener algún camino que nos lleve hacia la salida correcta. De la misma forma, lo objetivo se puede ir bien lentito a la mierda cuando las pasiones, los deseos formado cavan un agujero que lo llamamos amor. Todas las construcciones, hipótesis, tesis, antitesis se convierten en sofimas. Cae nuestra racionalidad.

2. Es así que podemos contruir ciencias o armar grandes teorías y/o hipotesis personales a partir de subjetividades tan nuestras que conformaría una 'ciencia del yo', un método científico para comprenderme y comprenderse cada uno de los sujetos que lo deseen. Kundera arma algo de eso en uno de sus relatos; me sorprendió bastante la capacidad de poder formular una teoría del amor que, aunque no comparte, disfruto por su sustentabilidad e irrefutabilidad. Y es que es tan válida aquella construcción, una ciencia de un amor desde un sujeto, que ama, que desea y que conoce lo tanto de su amor, lo tanto de su deseo.

3. Mi pequeña ciencia del amor:

Tomándome como sujeto a analizar, he comprendido, largas sesiones reflexivas sobre mí mismo, lo siguiente: Busco el amor apasionadamente, más por un ley vivencial que por un don natural. Me gusta amar (no sé si ser amado, es agradable, pero creo que en lo otro soy un profesional y en lo segundo un amateur), busco desesperadamente un sujeto de amor, convertirme en un sujeto amante. Esta primera hipótesis es relacional con la segunda que es 'Buscando al amor soy un desastre'; puedo ser un agradable compañero, un buen amigo, un excelente enamorado, un exitoso amante.... pero nunca un estupendo pretendiente. El amor que idealizo me ciega, calculando mis movimientos, cuadriculando mis intenciones, haciendo predecibles mis palabras, imitando tácticas, moviéndome como un arlequín. En definitiva, soy un pésimo enamorador... pero amando, creo que puedo defenderme.

Es así que siempre busco antes dar el salto. Un salto con garrocha, que me ponga en posiciones expectantes, sin antes haber dado el esfuerzo necesario, pero tratando de compensarlo con todo lo que puedo ofrecer... tras el salto.

martes, 23 de noviembre de 2010

22 de noviembre

Sin mucho tiempo para escribir, pero siento la fatalidad de dejar el diario en blanco por un día. Noche de extrañas coincidencias, de alegrías absurdas.

De entusiamados encuentros también, todo cuando los rostros permanecen impávidos y los silencios ocultos... y nada puede parar el torbellino de ganas que me invade, al verla.

domingo, 21 de noviembre de 2010

21 de noviembre

Domingo otra vez. Nuevamente el cielo gris que tanto nos miente con una primavera de colores, objetos que se pierden en la inmensidad del cielo parco, cómodo, apacible. La tarde está tranquila, sin novedades luego de una noche donde primó el baile, las luces, la necesaria soledad que obliga -un revolver en la sien, apretando fuerte el cañón contra la cabeza- a buscar abrigo, la compañía que se muestran a nuestro alrededor. Las noches me han enseñado que la vida es una eterna dicotomía: bueno y malo, día y noche... y subdicotomías: ausencia y presencia.

La presencia es todo, es el baile, las carcajadas, la bohemia, las luces, la música vibrante en cada pedazo de piel, de tela, de cabello, de sudor.

Pero si el baile te hace ver códigos inesperados, signos incompletos; si las carcajadas no suenan a nada, si las palabras carecen de sentido; si las luces no hacen más que acrecentar perfiles, aparecer sombras a lo lejos; si la música vibrante se confunde con el fuerte latido del corazón, cuando las letras están adscritas en la piel; si la bohemia es un trago amargo por un dolor o un bocanada que deja la mente en blanco... estamos ausentes.

Mi ausencia aparecía por momentos, dejándome llevar por los laberintos del recuerdo, por los momentos que no fueron míos, por las intenciones que dejo pasar. Ausente.

Sí, la noche estuvo divertida; pero siempre deja al final ese sabor amargo-grisáceo, como esta tarde, llena de viejas melancolías.

sábado, 20 de noviembre de 2010

20 de noviembre

De vuelta a la acción. Retomo el diario virtual -suena Dance Tonight de McCartney... ahora Un misil en mi placard de Soda-, con la intención de seguir alimentando mis ganas por la escritura; de ejercitarme en la práctica de escribir diariamente. El motor se encendió al leer las entradas de los meses anteriores, donde pude ver letras, palabras, frases, párrafos y escritos que me fortalecen en mi enmienda -que en las últimas semana se había venido abajo, llegando casi al azufre, incrustado en el fondo de suelo bajo mis pies-. He comprendido que la motivación por escribir se alejada demasiado a lo que nosotrxs lxs que escribimos llamamos 'insipiración'. Llegué a relacionar mucho la inspiración como motor exclusivo de la escritura. En estos instantes una inspiración individual, propia, subjetiva ha obligado a que mis dedos sigan buscando las letras precisas en el teclado.

Sin embargo la insipiración nunca está ante nuestros ojos para crear líneas que sea perfecta. A pesar de no contar con la inspiración que se adecue a nuestras intenciones, debemos seguir escribiendo. Una inspiración, es un motivo a corto plazo, a cierto tiempo, impulsado por un secuencia mortal, por un rostro afable, por un caminar inquieto... lo que nos puede obligar a escribir un cuento, un poema, o una entrada en el diario.

La motivación es lo contrario; es un fin, es el deber último de cada uno/a. Lo que debemos perseguir como un sueño, el estado perfecto de nuestra existencia. Al ser un necesidad profunda de nuestro ser, está ligado a nuestro estado de ánimo, a las pesadumbres que sobrepesan en nuestro pecho, que no nos dejan andar, pensar... mucho menos escribir. La falta de motivación es el principal enemigo del escritor; mucho más fuerte que la falta de inspiración (que la podemos combatir con un poco de sensibilidad ante lo que nos rodea, con lo que sentimos, con lo que vemos). He escrito por inspiración estas semanas más que por motivación, lo que demuestra la poca producción en mi diario. Hoy, he decidido cambiar eso...

... hasta que una nueva declave interfiera en mi vida.

martes, 16 de noviembre de 2010

Ramón y sus voces.

Sentado en alguna gradería mal dispuesta, Ramón escucha en su cabeza aquella voz que lo convence de que ella le dará alguna señal para poner en marcha el motor, darle click a la llave -con el llaverito de un gato plomo atigrado en negro- y pisar el acelerador con fuerza, que llegue a 60 km/h y conducir hasta su corazón. Claro, esperando que éste tenga un garage disponible para su carcacha de sentimientos forrados en un negro, como los cueros del asiento, como la montura de sus lentes.

Y es que la voz lo presiona contra la pared: 'ella aparecerá con una señal que te marcará el punto de partida'. Ramón sospecha que ella le puede estar dandonde pistas, motivos, intentos... que el convierte en desesperación, pérdidas, auxilios, demoras. Cada manifestación suya es absorbida por una insondable necesidad de ella. Está en cada estante, en cada línea, en cada verso, en cada sueño. Ramón siente que está en cada imagen de 'compartir', pero tal vez sólo esté en ese 'compartir' que se muestra para todxs, una prerrogativa que cada ser que convive con ella, obtiene.

Ramón, viendo como los gatos se apodera de la plaza Bolognesi y de las esculturas cubiertas por un polvillo naciente del los viejos vehículos capitalinos, espera que ella dé una señal... La que lo obligue a ser él y no el muñeco en que se convierte cuando camina a su lado.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La psicología de tus cosas

Gabriel Tardé analiza la sociedad, sus acontecimientos, sus encuentros y desencuentros, a través de una perspectiva relacional. Todo interactúa entre sí, cada elemento oculto y mostrado, objetos, sujetos, sensaciones, abstracciones; y son estos elementos los que cobran una significación especial a partir de la creencia y el deseo que nos aperturan a un sin fin de posibilidades de creación, que impulsan la interacción de la sociedad y sus elementos.

Y es tan fácil hacer un ejemplo relacional de lo tanto que puede ser esto válido. En mi pequeña microsociedad, en mi organismo compuesto por elementos disímiles que se contraponen hasta formar un suerte de equilibrio complejo y disforzado, puedo encontrar estas relaciones entre sujetos y objetos -que no pueden estar separados-. Mas bien entre tú (sujeto) y tus cosas (objetos) que, sin mucho que meditar, se convierten, en gran medida, en objetos y sujetos que interactúan conmigo. Por categorizarlo de otra manera: Mi sujeto de deseo, mis cosas de anhelo.

Por que ese pasadizo carece de sentido si es que no estás tú para pasar todos los días por ahí. No es lo mismo ese balcón sin tu presencia sutil por comprender el horizonte lleno de otro objetos que necesariamente interactúan y se complementan contigo. En ese paisaje anodino, eres tú quien complementa -o justifica- mi presencia en ese lugar de soliloquios futiles. Interactuamos sin querer; te veo andar y ya eres el sujeto y lo que te rodea las cosas, que adquieren un matiz distante pero íntimo, casi mío, no sé si tuyo, mucho menos si nuestro.

Es que pueden haber una infinidad de asociaciones por doquier, una infinita relación entre los sujetos, objetos, cosas, sentimientos, abstracciones, subjetividades, imaginarios, creencias, deseos, placeres, discursos... pero es ese contexto en particular, esa situación en la cual todo se relaciona para elaborar un entramado perfecto, diáfano, casi etéreo donde yo, casi inmerso en una tenue disociación de realidad y ficción, no dejo de perpetuarte en mi mirada. En ti y tus objetos -que, lo repito, que son mi cosas también-  y que no existen sin tu presencia rondando por ahí.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Poemetría: Sadomasoquísame

Te necesito
para que me golpees
contra la pared
y me obligues
a decir tu nombre

Que lo grite entre
gemidos
con hilos de saliva
que contenga tus
sílabas

Apretújame contra el acero
carcome mi miedo
con tu voz ronca que
me habla al oído
el resoplido
que baña mi nuca
que me estremece

Pega mi cara contra el muro
haz que mis ojos
enrojezcan por mi dolor
Cógeme del cabello
y arráncalo a mordidas

Oblígame a morderte
los muslos
de succionarte
la oreja, el cuello
Golpea cada desidia mía
insulta cada sentimiento
inocente que salga
de mi boca ensangrentada

Maldice cada cursilería
cada intento por amarte más
Sólo sométeme
sadomasoquísame
hasta que sea tuyo
Doblégame
hasta que gima
tu nombre.

lunes, 1 de noviembre de 2010

No sé por qué

La miro a los ojos. Es extraño notar la paciencia con que lo hago, la delicadeza con la que espero que me mire directo a los ojos, para que me lance una sonrisa o, lo que más me gusta, quedemos viéndonos las pupilas hasta que uno de nosotros mire hacia la puerta o hacia Pablo, que está comiendo un pancito con hotdog. Verle los desordenes en el rostro que la vuelven tan cercana y palpable, simplemente verla que me ve porque yo la veo.

Me ve porque la veo; el discreto conocimiento de sentirse observa hasta la plegaria y el rezo. Me ve porque mis ojos en cada risa la buscan, o en cada chiste la encuentran. La veo porque cada detalle esta su cara pegada en los afiches de 'se busca' y la recompenza que es mi silencio es difícil de pagar. Y caminamos como dos desconocidos y volvemos a molestarnos con los rostros agrios mientras Gloria sigue contando de la tremenda borrachera que nos confinó en un intento de desaparecer.

Y me mira, y esa mirada me incrusta sobre la pared. No sé por qué no soy nada de ella. ¿Por qué? No sé ¿No soy nada de ella? No sé..., o es que sí sé, sólo que no quiero despegar (o eliminar) ese 'sé' del 'no'.

sábado, 30 de octubre de 2010

Cada día se va perdiendo el suspiro que dejaste guardado en mi habitación. Se escabulle sin presiones a través de los pequeños orificios que mantienen unida la realidad de mi pequeña esfera en donde tu y yo somos aquellos dos cuerpos que no quieren separarse. Pero cada día se va perdiendo esa esencia, esas ganas y esa necesidad que hoy se convierte en una promesa detestable y pérfida.

Cada día voy perdiendo y perdiéndote... y me pierdo, en el eterno rincón.

martes, 26 de octubre de 2010

Nunca pensé que amarte de la forma en que te amé fuera suficiente. Me doy cuenta al prender el quinto cigarrillo que puedo encontrar en la cajetilla, que puedo encontrar en el bolsillo, que puedo encontrar en mi camisa, que puedo encontrar plenamente dispuesta sobre mis hombros, sobre mi pecho que explota. No te veo. Aún no te veo y suena 'Little girl blue'... preciosa voz, la bocanada que se expande sobre mis ojos, sobre el paisaje. Te amé de las miles de formas que te lo pudieron haber prometido... sólo que yo las concreticé en las mañanas cerúleas, en las llamadas a las 4 en punto de la tarde. Te amé de las miles de formas que solo yo pude amarte... con las canciones en el disco, con los poemas pegados al celular, en los días que aparecía frente a la puerta de tu aula, la mirada que te busca, los oídos que te siguen.

También te amé de la forma que jamás... jamás te amarán... con los besos silenciosos y ahogados, repletos de aire y deseos, con las miradas que nos obligan a maldecir al destino, las piernas temblequeantes, las manos nerviosas, las miradas que se buscan, los pies que juegan, la cerveza que tomas de mi vaso. Las manos que tomas de mi mano, los besos que tomas de mis labios, la vida que aspiras de mi cuerpo.

Aún no sales. Se termina el quinto cigarrillo. La tarde pierde el grisáceo encanto que me obliga a esperarte. Amarte nunca fue tan difícil, no tan difícil como hoy, donde la incertidumbre baila en nuestros avatares, en nuestras sinrazones, en nuestras plegarias y nuestros discursos. Me levanto; tal vez no saldrás o ya saliste... tal vez en cinco minutos salgas acompañada. Entonces será lo mejor para mí, porque amarte nunca fue tan díficil. Ahora lo es y lleva esa carga: la de matarme.

Poemetría: Tenerte es...

... y es que
tenerte equivale
a remojar el pan
en leche tibia
dejarme llevar
por el sueño

Y es que tenerte
no es suficiente
con morder
tus labios
mentirnos hasta
que nos sintamos bien

Tenerte es
que el pecho explote
que el dolor no amaine

Tenerte es pensar
que cada día te piero
mientras cuento las horas
para volverte a sentir

... y es que tenerte
no equivale al frío
en mis manos
o a los coqueteos
intencionados...

Tenerte es
saber
que cada día
te pierdo
y te tengo
sin una certeza
...

sin tu certeza.

viernes, 15 de octubre de 2010

Poemetría: Procuraré

Procuraré aguantarme los impulsos
amarrar cada una de la exigencias
que mi pasión tiene hacia tu cuerpo
de cartón

Esconderé las palabras románticas
los besos ahogados
los abrazos indulgentes

Quebraré viejos recuerdos
y viviré nuevos presentes
donde la soledad
tenga impresa tu huida

Jugaré a ser tu amigo
un tipo que nunca te amo
Hablaré de nimiedades
historias que no lleven  nuestra rúbrica

Me sentaré alejado
distanciado
calculadamente
Te veré a los ojos
y ocultaré mi emoción
no dejaré ver mis latidos
punzantes
salir de mi pecho

Hoy procuraré verte
solo eso.

martes, 12 de octubre de 2010

Recuérdalo *

Entré a la habitación recordando el último caramelo que compartí con *. Se me vino a la mente el baile de Sinatra perdido en ecos siempre culminantes en un suspiro ahogado, en un episodio vetusto y ensañado en mi odio por la soledad. Vi las paredes repletas de poemas, escritos con uñas y dientes, arrancando pedazos de silencio que completan ojos, bocas, dedos y cabellos que se desparraman por todo el suelo. Crujiendo al pisarlos. Doliéndome al hacerlos gritar.

* no volvió, se perdió en ese momento oculto entre mi posición frente a la puerta y mi indecisón dentro de la habitación. La sentí perderse cuando di el paso final, en el oscuro dolor que me invadió esa vez, dolor, *, recuerdalo... dolor.

lunes, 4 de octubre de 2010

Poemetría: ¿Qué hago o qué hacer?

Qué hago
contigo flotando en una habitación
separada de le mía
Qué hago con las manchas
que dejaste en la pechera
de mi camisa
Qué hago
con tantos boletos
en los bolsillos
de mi pantalón
Qué hago con las horas
que hago con los momentos
en que tú estás
del otro lado de la orilla

Qué hacer
con mis molestas
inventivas celosas
Qué hacer
si tus silencios
parten mis gritos
Qué hacer con tus manos que se mascan
solas
entre las cuatro paredes
de mis intentos
Qué hacer con tu voz
con las 5 películas de Kurosawa
con los 4 cuentos mal escritos

Qué tengo que hacer
para que un poema
se inscrute en tus días?

domingo, 3 de octubre de 2010

03 de octubre

No hay nada comparable a una noche con personas que te pueden hablar de tantos sucesos, tantas experiencias, tantas formas de ver el mundo, tanta mierda que no te interesa, pero que te llena, te revitaliza, te renueva. El bar estaba medio vacío por la detestable ley seca, pero estuvieron los que tenían que estar. De cada momento a otro transitaba de mesa en mesa buscando una voz que me diga algo nuevo, que me llene de historias con las cuales sea más agradable tomar la cerveza helada que llevaba por doquier.

Al final la noche fue precisa. No solo alimenté mi espíritu e incentivé mi humor; también me olvidé. Me olvidé por un momento de los inalcansables, de los imposibles, de los detestables sentimientos, de los jodidos momentos que disfruto. Ayer fue una noche de puta madre que distrajo un poco la puta madre de vida que llevo.

viernes, 1 de octubre de 2010

01 de octubre

Nuevo mes. Es raro saber que comienza algo, como si fuera un inédito amanecer, sabiendo que todo lo que atrás queda te sigue. La triste esperanza que cada nuevo año: Se celebra la llegada de algo nuevo, desechando completamente lo viejo, pero es solo un día, un transcurrir de 24 horas que no permite olvidar, desechar, eliminar, enterrar que haces tan poco destartala nuestro ser. Nuevo mes, es cierto. Será el motivo para ir asumiendo una postura, una triste esperanza de renovación.

***

Quemando los cartuchos de lo que es, creo, mi obra definitiva. Siento que al corregir ese cuento mis intenciones por escribir algo coherente, dramático, interesante, poético y 'literario' terminarán por invadirme y lanzarme al olvido. Leyendo el decálogo de Ribeyro siento que algunas cosas andan por el camino que señala. Trato de seguirlo al pie de la letra... y también de transgredirlo al pie de la letra. Finalmente, por no hacerle caso. Buscando un buen relato. Una historia que me caracterice.

30 de se(p)tiembre

El fin de mes es el inicio del fin.

'Y al final, el amor que tomas es igual al amor que das'

GAME OVER---- > (Sin opciones de meter una moneda por un crédito más).

jueves, 30 de septiembre de 2010

29 de se(p)tiembre

Hoy alimenté a varios teléfonos públicos. Al menos me queda la satisfacción de haberles quitado gran parte de la soledad que los caracteriza.

martes, 28 de septiembre de 2010

28 de se(p)tiembre (7:39 pm.)

Volví a ver a Elisa. Tan flaca que no encaja en mis recuerdos. Sentí una extraña añoranza; no por los viejos tiempos, más bien por el recuerdo que me hizo rememorar su nombre, el sentimiento que nació en mi cabeza y cayó en mi pecho. Apareció de improvisto, fue algo extraño, como hoy, viéndola caminar por mi lado, percibiéndola a unos cuantos pasos. Ver su cabello algorítmico.

28 de se(p)tiembre

Cada vez más un surco oscuro invade el horizonte, lo tiñe todo de soledad, amenguando los momentos, simplificando los respiros. Todo lo invade con cierta sorna, ennegreciendo mis ojos hasta hacerlas pupilas perfectas, entibeciendo mis cabellos, acentuando el pesar que trasquila mi corazón. Desgracia.

Voy perdiendo la batalla, ya no quiero luchar más.

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¿Por qué el TE AMO se va convirtiendo en TEMO?

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Corrigiendo un cuento para un concurso. Me voy dando cuenta que tengo facilidad escribir sobre personajes tristes, olvidables y desconcertados en el amor. Seres en los que el recuerdo es parte de su naturaleza, y la soledad no más que su existencia.

viernes, 24 de septiembre de 2010

24 de se(p)tiembre

A pesar de que la felicidad aparece como la búsqueda incansable del ser humano, ciertas "felicidades" están envueltas en un hálito de desgracia(s). Hay sacrificios, hay búsquedas que duran toda la vida (o gran parte de ella), que preceden a la consecución de la felicidad en cuestión. La imaginación humana sostiene que tras la desgracia la felicidad es plena; tras un gran dolor o pena viene el premio.

Sin embargo las desgracias son muchas veces parte de la felicidad. Se presenta en los grandes momentos en los cuales la felicidad ha desaparecido; muchas veces mientras somos felices, un hincón desgraciado nos hace saber que no somos completamente felices.

Y es que en realidad, somos muchos (sí, me atrevo a decir que son varios) los que no tenemos la prerrogativa de vivir la felicidad plena, esa que se encuentra exenta de desgracias. Como dice Lucy: "La ciencia todavía no ha puesto límite al tiempo que tiene uno tiene que esperar. Puede que esperemos para siempre". La felicidad cuesta. Hay que esperar.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

22 de se(p)tiembre

Intempestivamente, hoy soñé con Elisa. Su imagen apareció en plena noche ante la necesidad de alguna secuencia para soñar en mi cabeza vacía, oscura e indefinida. Ella, con su cabello geométrico, marcando el límite en su mentón. Cabello negro, negrísimo, azabache, brillante en donde se reflejaba mi gusto por ella. Su tamaño diminuto (recuerdo aquella única vez en los pasillos de una academia céntrica, apilándose para darme el único beso en la mejilla, de tenerla tan cerca con el lunar cerca al labio, de sus ojos remarcados con sombras que atenuaban sus ojos, de sus labios cristal carmesí).

Elisa me gustaba. Fue de esas situaciones extrañas en las que, por un azar cruel de la vida, el sujeto de gusto aparece en la escena sin saber cómo y por qué. La veía siempre entre las primeras carpetas, interponiéndose entre la pizarra, el profesor y mi visión. Yo estaba ahí en todo momento para verla; ella estaba en todo momento dispuesta a mis ojos. Volteba. Mis ojos, haciendo de perseguidor atontado, de un iluso enamorado.

Hasta que esa mañana se sentó en la misma carpeta que la mía, en el extremo opuesto, dejando un vacío que yo quería llenar a punta de puro pulso. Las sensaciones carcomían mis estómago; la espera que nunca espera, pero que igual la esperas. Los caminos de esta vida hicieron el resto: se fue acercando a la llegada de más alumnos, llegando hasta donde yo la veía a cada minuto que duraba la clase de Algebra. Chocando nuestros hombres, sintiéndo sus respiración.

Fue ahí que todo comenzó y terminó. Semanas con su presencia diminuta al lado; el cabello geométrico en mis hombros; las conversaciones tontas, y yo convencido de que podría hacerla mía con el tiempo. Grueso error: el enamorado que aparecía en escena (siempre estuvo ahí, sentado en las carpetas delanteras. Talvez no quise verlo; eso, no quise). Se alejó, y todo siguió con holas y chaus. La tuve que seguir viendo desde lejos. Volvió a la lejanía de la vanguardia, con el enamorado al lado.
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Pero yo la seguí viendo espontáneamente (hasta hoy vale decir), cuando ingresó a la misma universidad que yo, cuando coincidíamos por los pasillos de la Villarreal, siempre con su cabello diagramado, un poco más flaca y embutida en un buzo de profesora de inicial, pero con el lunar, los labios y los ojos... y sus eternas disyuntivas de nunca decirme hola, de nunca más mirarme a los ojos.

Una mañana, mi cachimba presencia de cruzó con ella. No explotó mi corazón, pero me alegró verla nuevamente: estaba tal y como la recordaba. Elisa. Me quedo viéndola. Como presencia invisible ella pasa por mi lado sin mirarme, sin mover los labios cristal carmesí. Ahí terminó, la seguí viendo andar. Yo la recuerdo, la reconozco. No sé si ella lo hará.
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Y no sé por qué hoy soñé con Elisa. Me gusta ese nombre.

martes, 21 de septiembre de 2010

21 de setiembre (0:22 pm.)

Siento más que nunca la necesidad de estudiar francés. Ante la necesidad competitiva del inglés aparece la necesidad espiritual, poética y literaria del francés.

Je veux écrire en français, Je tiens à murmurer des vers en français, Je veux que vous en français.

Y tenerte de las miles de formas que quiero tenerte. Como escribir. Hay necesidades básicas para escribir. Para algunos es el cigarrillo, tenerlo encendido equivale a una producción sin pausas. Otros con una música de Wagner o Bach. Lo mío es tenerte en la cabeza (o al menos los sentimientos que de pecho saltan a la cabeza). Siempre será así... hay eternas musas. C. fue una.

lunes, 20 de septiembre de 2010

20 de setiembre

- La felicidad es contraria a la razón. Un momento de éxtasis, un estado orgiástico, la epítome de la existencia humana. Nos dejamos llevar por el placer que nos produce la felicidad, encandilándonos, enajenándonos por completo, transfiriéndonos a otro cuerpo, a otro objeto.

- Irremediablemente volvemos a la consecución de nuestra lógica. El ser pensante y racional invade nuestra cuerpo y nuestra alma (la parte reflexiva). La coinciencia nos pone en manifiesto que hemos "carecido de ella", por consiguiente que hemos sido felices.

- ¿He sido feliz?

- La respuesta es sencilla. Tan sólo con confesar que soy un inconscient lo habré dicho todo.

(Gracias Julio Ramón).

domingo, 19 de septiembre de 2010

19 de setiembre

Resaca incansable. Lo que tengo como bohemia en la cabeza no se compara con nada a lo vivido hoy en la madrugada. Compañerxs, baile, amigxs, fotos, cerveza, cigarrillos. A contraparte: música suave, bocanadas que no se desparramen tan rápido al girar de los cuerpos, que más bien ronde por la habitación en perfecta combinación con la reflexión y el intercambio, siempre feliz, de conocimiento.

Distinciones: Jolgorio que anima, que complace/ Bohemia irremediable, que debo desmerecer o merecer.

sábado, 18 de septiembre de 2010

18 de setiembre

¿Qué tanto podemos inmiscuirnos en los designios de la vida, de sus eternas posibilidades? ¿Existe el destino? ¿O nosotros, con nuestros actos, podemos maquinarlo a nuestro antojo?

He descubierto que la vida nos juega a las mil caras. Cada día una cara nueva, cuando menos lo esperamos, la cara más cruel que la vida nos pinta sin remedio, esperando a que salgamos de esta, entre pesares y sonrisas fingidas.
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Días de sol, inicio de primavera. Ayer, sol que quemaba hasta doler, cielo sin nubes, azul como quiere ser. Hoy, cielo casi en parsimonia con las nubes, un sol cósmico, de brisa agradable, reconfortante para este mal momento.

17 de setiembre

¿Qué es el amor? Muchas veces lo escuchamos, muchas veces lo decimos, y no estamos seguros de cuándo realmente lo hemos sentido y qué. Si me lo hubieran preguntando hoy en la mañana, amor sería esa inefable sensación que nos invade cuando una persona transita por nuestra vida, expropiándola, compartiéndola, intercambiándola, haciéndola suya y para mí. Debo decir que soy de opiniones cortas, pero siempre defendiendo lo que construire ma raison. La excepción a la regla se la debo, nuevamente a Julio R. y su incansable forma de amar a C.

Amar es la forma más sublime en que la vida juega con las posibilidades, de las miles que tiene, para ponernos en el camino, en el espacio y tiempo menos pensado, a esa persona que nos cautivó, cautiva y cautivará por siempre. Es el amor quien hace que el contexto nos haga recordar las eternas vivencias juntos; es el amor quien mueve las piezas para que nos encontremos del modo menos ortodoxo, jamás imaginado; es el amor quien nos pondrá la semilla para seguir insistiendo en la búsqueda, en el eterno morir de un solo cuerpo (o como dice Janis Joplin: I wanna talk about love and trying to hold somebody).

Concluyendo: El amor no es simplemente el sentimiento que nace de un sujeto a otro en constante con-vivir, es también la confabulación que la vida, en sus variaciones de tiempo y espacio, para consentir una probabilidad -muchas veces pequeñisima, infinitesimal- en el cual ambos sujetos sigan amándose a pesar de los avatares que la propia vida -como un juego atroz- nos confiere.

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¿Julio Ramón estaría conforme con este escrito?
¿Te gustará?

jueves, 16 de septiembre de 2010

16 de noviembre (11:34 pm.)

Muchas veces los avatares del destino conspiran para hacer una enmienda más factible, menos riesgosa ni complicada. Sólo basta callar, silenciar momentos, despogar de algarabía las aulas, de negrura las miradas, de recuerdos los pasillos. Este décimo ciclo universitario nos deja la pena de alejar cada vez más, de acostumbrarnos a nuestra separatidad, a olvidarnos de nuestros nombres, de no reconocer las risas. Menos cursos, menos horas, más tiempo en las bancas que no alimentan la reflexión, pero sí el ocio. El aburrimiento de no hacer nada, de irnos cada vez más temprano de la universidad para quedar nuevamente perdidos en nuestra congoja de partir pronto.

Y los días corren con esa normalidad, con la nefasta sensación de perderlo todo a cada hora. De irnos y querer quedarnos. De no perder más tiempo, de ver carpetas llenas y menos vacías. De aplicar la vagancia con aulas rebosantes de alumnos dispuestos a aprender.
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Ribeyro, comienzo a entender tu necesidad de C., contraria a su lejanía, a su dispuesta pérdida, a su constante lanzarse al paso del olvido, su necesidad de convertirse en más recuerdos menos recordable y evocables por nuestra memoria. Sin embargo, tus noches estaban dibujadas con el profundo amor. Un amor no compuesto por pedazos de ella, sino por sensaciones de ella hacia ti. Amor de contraste hermoso, amor de complementariedad graciosa, de sonrisas amables, de dulces gestos, de continuas risas. Amor de dos.
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Posibilidad de viaje.

16 de setiembre

Algunas frases de interés para el diario:

"Con buenos sentimientos se hace mala literatura" André Gide
"...donde el amor no sea motivo sino ornamento" (sobre la lírica en la poesía) Julio Ramón Ribeyro
"Deja que el porvenir venga, que nosotros nos vamos" Idem.
"Y hacemos danzar a los osos cuando lo que queremos es enternecer a las estrellas" (sobre palabras trilladas) Flaubert
"Podría arrepentirme, pero según Paco el arrepentimiento es inútil y nocivo" (grande Paco) Julio Ramón Ribeyro.
"Un camino equivocado es también un camino" Alberto Escobar.



* Y finalmente, una frase que merece ser tomada en cuenta por muchxs de nosotrxs:


"El hombre necesita de la conciencia para darse cuenta de que ha carecido de ella, vale decir para comprender que ha sido feliz" J.R.R.

15 de setiembre

Giro obligado que toma el diario. Diferencias estrictas de un diario íntimo y un diario virtual, leíble, visitable y comentable. Riesgos de visitas continuas y percepciones fallidas. Aclarando: las percepciones externas están fuera de este ámbito; al ser un diario personal cualquier indicio de analizar mis pensamientos son nulos. Así que definiciones y/o categorías que se atribuyan hacia personas que se crean inmiscuidas en este diario son auto-intencionadas.
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Dejando la nota de precaución, hoy he descubierto que tengo una relación íntima con el diario íntimo del J.J.R. Lo significativo es que no es la vida versátil del cuentista peruano, ni sus reflexiones acertadas, ni mucho menos su puntos claros acerca de la composición literaria, la construcción de un cuento (lo que debería interesarme). Es que Julito es un reflejo de lo que sentimentalmente soy. Somos un espejo de emociones.

Me conmueve pensar que por tantos años siga teniendo en mente a C., de "buscarla entre líneas, entre hojas perdidas" (frase mía), siempre apareciendo en sus recuerdos, en sus ganas de sentir, en sus necesidades de amar. Se cuestiona su alejamiento, le molesta su indiferencia, planea tormentosamente eliminarla de su vida, para luego confesarse pecador por intentar, en fallidas ocasiones, aquella decisión cruel. En resumen: la ama. La necesita, confiere sus momentos a vivirlos e imaginarlos junto a ella, y sabe, muy bien, que ella cabe perfectamente en ese contexto, en esa parte del cuadro, la parte del rompecabezas que falta.

Julio y C. Un claro ejemplo dispuesto en el espejo, en el cual me reflejo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Mejor me voy

Blah, blah, blah. Me cansé que me anden meciendo, de obtener afecto con pinzas, de recoger conchitos, de formar un cerrito de sentimientos que vuelan en el aire como desconcierto. De estar esperando una demostración que en su mayoría son "favores" para romper una estabilidad que me entierra en una patética miseria. ¿Eso es lo que quieres para mí? Pensé que te importaba más... o te importan más los encuentros. Soy simplemente el medio para que adquieres el fin. Me cansé. Hoy cogeré las maletas con recuerdos e iré hasta el barranco más alto, buscaré lanzarlos con la mayor fuerza posible, que se hundan en el fondo del mar (lo hará, mis sentimientos y mis recuerdos son demasiado... nunca lo supiste, nunca) Se hundirán por su propio peso en segundos, en instantes todo quedará olvidado.

Claro, pero no te veré aparecer para que me detengas, para que me digas que no lo haga. No aparecerás tras el horizonte gritando un alto... Es más tal vez aparezcas, pero para eliminar cada vestigio que pueda ponerte en falta... ¿No quieres también que me lance con la maleta? Tal vez esa sea la solución. Te quedarás intentando algo que nunca quise ver, que me mantuvo ciego. Que seas feliz. Yo lo soy... paf!

martes, 14 de septiembre de 2010

14 de setiembre

Crisis. Sin ganas de escribir, de pensar, de recordar, de planificar. De reflexionar tal vez; seguramente será la única forma de comprender por qué me pasan estas cosas, por qué estoy dispuesto a soportar tanto.

Y salió una frase sin quererlo, para quererla mucho: "Es hasta injusto pensar demasiado en ti"

Lo de ayer

Es ilógico pensar que un diario esté dispuesto a describir vivencias y exposiciones de días anteriores. Por eso el nomnre "diario", que trae como presupuesto: 1. escribirlo todos los días (o al menos la mayoría), 2. Escribir lo del día, por eso diario, lo de ahora, lo que ha sucedido. En este de diario virtual, de potencial ejercicio para mis artes, mis letras y demás exigencias, trato de cumplir el primero; pero en este momento transgrediré el segundo.

Y es que ayer sucedieron tantas cosas que debían ser contadas pero que no se prestaron para ser discretamente materializadas por lo tormentoso del día. Reflexiones, intentos, búsquedas, miradas, llamadas, cabellos, envueltos en una inconstante perseverancia por saber qué es lo mejor, qué es lo correcto y qué es lo malo. Días tratando de olvidar un sentimientos, días buscando encontrar un sustento, días que leo para convencerme a mí mismo que voy por buen camino, días donde tengo fe de que leerán algo de mí por mis propios medios.

Pegué el cuento en un salón de la Villa. ¿Lo leerán? ¿les gustará? Hoy por lo mismo pero en mi aula. (sin quererlo cumplí el segundo punto del diarista)

domingo, 12 de septiembre de 2010

Domingo abrumador. G me llama y parece cambiar un poco; en realidad cambia bastante: toda la tarde y tarde-noche fue de ella. De su voz congestionando mis tímpanos, de sus letras invadiendo mis ojos cada vez más gastados. De las miles de cosas que nos quedan por resolver, de los tantas verdades que debemos convencernos aunque no lo queramos, de las intenciones que nos alejan más, que nos unen menos.

Por lo demás el domingo es abrumador. He escrito una hoja con la máquina. Un cuento de un tipo que le cambia algo en el rostro, que solo él sabe (se ve constantemente al espejo). Creo que ni yo sé en realidad que tiene ese tipo en la cara; sólo conozco que no le extraña, pero le da asco, como si lo hubiera esperado, pero esa misma espera, larga y difícil, lo llevó a acostumbrase a su rostro antiguo. Redondearé el cuento. Quiero explotar algo de la psicología humana. Algo relacionado con la "libertad", la "comodidad", el "porvenir"... Todo entre comillas, en su carácter netamente filosófico.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Poemetría: Geografía de tu cuello

Gracias a G. y a su llamada puede imaginar esta poemetría. Son sus llamadas inesperadas las que devuelven brillo a mis letras y da cuerda a la caja loca de mi corazón.

Completo / cada parte de tu / cuello / con mis / instintos. / Con los deseos / de morderlos / y dividirlos por / zonas / que te hagan gemir / de distinta / forma / de acústicas / variaciones. / Tu cuello cercana / a tu orejas / Tu cuello terminando / tu nuca / Tu cuello / por debajo / de tus cachetes / Tu cuello / finiquitando en tu / barbilla / Tu cuello separando / tus hombros / pequeños / Tu cuello / completando tus / senos / Tu cuello que / da inicio a tu espalda / Tu cuello / que es mío / el que complementa / mis deseos / el que da inicio / a tus pasiones.


Diario y diariamente

Tres cosas para tomar de cuenta el día de hoy. 1) La mentira, el acto de hacerlo, nos atrapa a todxs. Aparece tras la esquina guiñándonos el ojo, llamándonos suavemente a realizarlo, a ponerlo en práctica. Lo jodido es saber que te han mentido; que tras una serie de suposiciones que asimilas con presteza, la realidad aparece tras tus ojos como una llamarada de cruel decepción. Adiós a la llamada de hoy. 2) Uno no puede controlarse a los gustos profundos. Lo descubrí ayer por la noche, cuando las miles de oportunidades que buscaba encontrar se simplificó en una iniciativa torpe, vergonzosa, y no sé hasta que punto viable para poder concretar un amor que nace de pequeños puchos, de conchitos abreviados. A seguir.

3) El diario personal parece una buena herramienta para un joven escritor que deserta a cualquier intento que se le presenta por los ojos. Escribir, no dejar de escribir, estar obligado a escribir, son algunas sentencias que el diario pone ante nuestras palabras materializadas en papel, en red. Pero como el propio Julio Ramón señala, es también la perdición de encontrarse con el perfecto fracaso que nuestra cotidianidad nos presenta. Es así que la primera tentativa de un diario siempre será un reflejo de nuestras primeras frustraciones, de nuestros constantes lamentos... ergo, de nuestros intentos por mandar todo al tacho.

Creo fielmente que el diario es una necesidad extrema para mí. Sistemáticamente se irá convirtiendo en un pequeño conglomerado de mis pensamientos; de una sazonada cotidianidad que pretendo compartir (a diferencia de los diaristas de antaño que lo hacían silenciosos, entre ellos y el papel) pues la virtualidad obliga a compartirlo día a día, esperando un comentario falaz o una amical ayuda. Acaso al comenzar este diario, escribir diariamente, o continuamente, no me lleve por los caminos que mi gran auto proclamado mentor transitó, ni me ayude a tener su fortuna literaria, ni sus viajes llenos de infortunio y amores foráneos... Al menos su energía, su fracaso dichoso pueda iluminar mis letras y esa motor de mis propias desdichas.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Ramón y sus inconstantes tropiezos.

Andando por las calles o(b)scuras de Amil, Ramón se pregunta cuántas veces puede tropezarse uno con esta realidad que se nos presenta sin remedos. Es real, piensa, la piedra en el zapato, la caja en la acera, la gente yendo de un lado a otro. Cada uno con características tropezables, inquietantes y desaforadas. Entre inmersos objetos para el choque, ¿acaso su corazón no tropieza a cada segundo con nuevas tentativas?

Tentativas. Intentos. Razones. ¿Cómo sus ganas pueden pasar de un vuelco en el corazón a una molestia indescriptible y nuevamente al vuelco que lo hace temblar? Hay baches por todos lados. Ramón no se percata que su corazón salta a cada bache con solemnidad, sin preguntarse el por que, sin preguntarse hasta cuándo, sin quitarse la pesadez. Sabe que de un momento a otro sus sentimientos explotarán para alguno de los polos... transitando entre ellos.

Caminando por la calles de imsonio de Amil, Ramón sabe que debe concretar esa voluble sensación. Acaso está en un laberinto donde la salida no depende de que él la encuentre, sino que le dispongan una salida.

Achiquelopeado

Me brunto en tu cornisade los estaclariformos de tus ovillos encendidos en estrema inquietud que nacesin eso es lo quenadin que necesito pores con tigodela mañana was was was dentro de frigato de la chumpa eso damelas que te adornas con tremulas encendidas que dadiforman tu culturosa figurita de comic platoniana ascetiycomestible que puedormir grudando en mis bolcas adorniladas por el suporidopolo de mis antillenas.

Cajame, eso, cajame hasta mi más senfluresomas que carquicomentan mis inteplionescas ganas de triamazones. Oye, oie, hey, tú, ejem, ploteando complajinando quesiando tus jodiformes formas que joden mis formajidados en mi jadia belesa. Eso, belesa la que comgatiza, en lo más alto de mi vahaje. Eres un ghento fuera de mi sadila.

(Cortazar, vienes a mi cabeza adornada con alcohol).

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Y así es.

Sí, así es, que cuando no decimos adiós nos alejamos cada vez más, doblegándonos, distanciándonos. Donde la distancia ahora parece ser la mierda que pisamos, que no olvida, que nos pierde. Cuando no nos decimos adiós parece que el tiempo nos sepulta, nos lleva como manecillas del reloj a seguir andando, hasta que sólo estemos conscientes de que cumplimos una tarea, la de vivir como lo siempre lo hicimos.

Y es que es tan fácil no poder decir adiós de la forma en la que se debe. ¿Cuántas veces nos hemos dicho adiós y no lo hemos cumplido? Ahora me doy cuenta que el camino era el otro. ¿Cuántas veces no nos dijimos adiós y nos fuimos, y desaparecimos?

Tan fácil... todo tan fácil.

martes, 7 de septiembre de 2010

7

Para quien lo reciba este día 7, el capítulo 7 de Rayuela, por Julio Cortázar.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabiera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentra y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando con sus recientos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencios. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pela mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorver simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo siento temblar contra mí como una luna en el agua.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Déjame adivinar?

Colgé las medias en el tintero. Dejé mi nombre en el cajón de los calzoncillos sucios. Nuevamente mis sueños aparecieron en la teve, en ese programa de domingo por la tarde; en la hora donde todo se detiene, donde el tiempo no avanza y tu recuerdo se queda insomne entre mis entrañas. Apareces nuevamente en mi lóbulo izquierdo y me dices: "Que tanto más tengo que decirte para que sepas que pienso en ti a cada momento. Qué mierda más" Me duelen tus palabras... pero es verdad, ¿qué tanto más? Acaso lo he escuchado todo y no me entra nada. O es tu voz, son tus letras, son tus manos las que no me son suficientes para creerte. ¿Qué tanto más? No lo sé, te juro que contigo, nada es suficiente.

Y la tarde es más angosta y las horas tan fláccidas. Mi amor es tan etéreo y mis manos tan vacías. Nunca han estado tan vacías, tan solas, pero con tantas ganas de agarrar, con tanta actividad que realizar. Nuevamente exploto sin remedio, entre almohadas, guitarras y lentes de sol que tapan mis ojos, que se guardan solo para ti. Y aún las palabras no son suficientes. Son suficientes tus besos, tus palabras pero en mis oídos, tus movimientos pélvicos, tu cabello cayéndome en el rostro, tu mirada entre lago en el cielo y tus pies jugando con los mios... Carajo ¿no tengo de qué más hablar? Mis recuerdos no son suficientes tampoco... se van gastando ya.

Y entre todo... déjame adivinar. Quieres irte, pero no. Quiero irme, pero no. Quiero más recuerdos, pero no. Quiero más experiencias, pero no. Más risas, más pleitos, más encuentros, más adioses.

Pero no... ¿Déjame adivinar? ¿Me dejas adivinar? ¿A que te revuelvo las entrañas y las pasiones?
Yo tampoco quiero que se pierda la tembladera. Todo es tan mágico. ¿Difícil comprenderlo? Pero contigo no soy yo. Es magia.

sábado, 4 de septiembre de 2010

La ciencia del recuerdo.

Inconscientemente dejó una tira de sentimientos guardados en el cajón. La inconsciente trabaja muchas veces en nuestra contra, pero nos dice que nunca hay que mentirnos, que lo que realmente queremos debemos mantenerlo, aunque mal haya pagado, aunque malos barullos hayan pasado. La tira estaba escondida en algún lugar. Todas las tentativas de eliminar los recuerdos que con tanta soberbia escribió en cuentos, relatos y poemas no valieron nada. Estuvieron guardadas en algún lugar. Un amor así sería difícil de olvidar.

Y es que en realidad no se olvida, sino que se tratan de colocar nuevas vivencias encima de las que existen para que tengan la prioridad al momento de ser evocadas. Los viejos recuerdos son almacenados en viejos cajones, les echamos harta naftalina para que se mantengan (otra excusa para que no se pierdan) y les ponermos un separador de libros para que encontrarlos sean más fáciles. Y ahí ves: salen disparados con una canción, sueltan aullidos con una foto, temblamos con el sonido de nuestra voz. Nunca en realidad quisimos que se pierdan.

Ahora los recuerdos ya no revolotean. Han sido sustituidos por nuevos recuerdos de nosotros que están ahí para ser evocados con prioridad. Son nuestro nuevos recuerdos que, inconscientemente, están encadenados a los demás, a los más antiguos, haciendo que recordarnos sea una aventura en la cual queremos seguir avanzando. El recuerdo del temblor en nuestros cuerpo alejados, el recuerdo de tus ojos viéndome con parsimonia mientras nos poníamos al día de nuestra vida, el recuerdo de tus labios, el recuerdo del PH de tu saliva, el recuerdo de tus cuerpo, el recuerdo de tus lágrimas, el recuerdo de tu amor. El recuerdo de un te amo que no se pierde en el silencio ni en tus risas. Que te aguarda.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Poemetría: Eres cada vez...

Eres cada vez
más recuerdos
que verdad
Tu rostro va perdiendo
su encanto
entre las carnosidades
de mi cabeza

Eres cada vez
más ayer que hoy
más pronto
que ahora
Cuento los segundos
desde la última vez
que te vi
en vez de contar
los segundos
hasta volver
a verte.

Eres cada vez
la tentativa
de mis manos
que se escurren
en el tiempo
que es más arena
y va cada vez
más despacio.

Eres cada vez
nada
y todo
en un sin fin
que me completa.

martes, 31 de agosto de 2010

Intermezzo - Te olvido?

Te olvido. Tan fácil. Escucho todo tan sencillo por estos días, lee todo sin esforzarme demasiado; será que inconscientemente trato de asimilar las cosas de forma tan simple: ¿Realmente está pasando todo esto? ¿Tan sencillo fue encontrarte y convertirnos de nuevo en esos gatos viendo las estrellas que se dibujan con nuestra respiración? ¿Tan sencillo fue que volvieramos, que nos encontraramos de nuevo? Abro los ojos y sé que estás en mi vida de nuevo. Despierto por las mañanas y tengo tu presencia rondándome entre los hemisferios de mi cerebro. Sueño con impaciencias de amor. Estás... y eres.

Porque ahora leo los horóscopos del diario Correo esperando que me diga algo. Ahora rezo, no sé a quién, tal vez a Buda, a Mahatma Gandhi, a Dios, al Demonio, a Jim Morrison, al Che, o a Tarantino, que me dé una pistola y comience a repartir hospicios a diestra y siniestra. Ahora leo a Luisito Hernández con parsimonia extraña; él me mira, nunca lo había leído con tanta pureza. Me coloca el estetoscopio en el ojo, sabe que sufro de amor. Ahora veo películas y cualquier excusa es plausible para llorar, no por la escena, sino por ella.

Y ¿te olvido? ¿tan sencillo? En todo este mes, semanas, dias y horas me he quedado con más incertidumbre que certezas... pero hay un certeza con la que me iría a la tumba, y estoy seguro ella también la piensa, la siente y le teme: No nos vamos porque tenemos miedo de alejarnos de nuevo. Lo sé. Sé que lo sabes ¿Verdad, no?

lunes, 30 de agosto de 2010

Te olvido (segunda parte)

No llegó a cambiar su corazón. Algunas semanas después Ramón intentaba coger cada cosa nueva e introducirla en su mente para distraerse de los recuerdos que aún volaban por su mente descompuesta. Las clases habían iniciado con su cabeza dando tumbos, esquivando frescas vivencias, leyendo sin encontrarle sentido a las líneas, escribiendo cada vez más lúgubre e incoloro. Pasaba por los pasillos de la universidad hecho un manojo de temor, esperando no encontrarse nuevamente con la escena que cambió su mundo. Casi corría por pasillos que jamás había transitado en toda su vida académica, sin mirar a los lados, evadiendo saludos de compañeros y conocidos, olvidándose del resto, teniendo como único punto de llegada su aula, su refugio, he incrustarse ahí.

Fueron semanas difíciles. No solo era lidiar con los recuerdos que su cabeza se empecinaba en mostrarle cada segundo; sino también estaba el peligro latente de verla de la mano con su nueva pareja en algún rincón de la universidad… o peor aún, cruzarse con ella o con los dos. Eran situaciones latentes que Ramón esperaba a cada paso calculado que lo separaba de la puerta universitaria hasta su aula.

Con quienes sí se topaba era con los amigos de Leticia. Hasta esos encuentros esporádicos rebalsaban pequeñas heridas de su carcomida alma. Muchas veces se preguntó si la ley de Murphy era real: De las tantas ocasiones –o posibilidades- que se presentaron, ninguna apareció Leticia de forma física para crear un epítome del infortunio. Por momentos recrudecía la idea de que ella también lo evadía y que utilizaba la misma fórmula: puerta de la universidad + velocidad = escondite en el aula. Pero aceptó que esas locas prácticas solo podían ser realizadas por un corazón destrozado como el suyo.

Ese tipo de pensamientos eran los que invadían su cabeza desordenada en esos primeros días de clases, y se transmitían directamente en su estado de ánimo. Era demasiado llamativo ver una mancha oscura con pequeños detalles grises y azules sentada en alguna carpeta universitaria. La cabeza pegada en el pupitre, el cuaderno cerrado, o escrito con garabatos, con poemas de desamor y tenebrosa soledad. Los ojos parecían caerse, la mueca ya no tenía como sobrevivir en ese rostro exánime. Ramón no quería estar ahí, no quería existir sintiéndose tan de cerca la presencia de Leticia; la imaginaba apoyada en el lejano balcón entre arrumacos y coqueteos que antes le pertenecieron, que desde siempre fueron para él. Quería largarse, pero el tiempo, cruel con todos, no le daría un minuto, ni siquiera un segundo, de tranquilidad.

Llenó su pobre corazón con películas raras, con canciones tristes, con poemas repletos con palabras como adiós, olvido, regreso… Había suspiros en medio de cada conversación que tenía; su mirada, siempre ida, no miraba directo a los ojos, tal vez viendo uno de esos tantos recuerdos que se evocaban sin querer en su cabeza, sin rechazos.

CONTINUARÁ...

domingo, 29 de agosto de 2010

Te olvido (primera parte)

Porque es mejor vivir con el eterno resplandor de una mente sin recuerdos.
Siempre tenemos algo que aprender, siempre podemos cambiar de corazón.

 
Luego de esa pelea que tuvieran una tarde de verano arrollador, Ramón presagió que Leticia nunca más volvería a llamarlo con sus movimientos de niña disforzada; fue así que tomó la determinación de olvidarla por completo. Era una tarde de vientos apacibles bañados con rayos solares de inicios de abril, cuando tuvo ese presentimiento que lo golpeó mientras andaba por los pasillos de la universidad. Era la señal definitiva para olvidarla completamente. La luz del sol se apaciguo de improvisto, dejando los pasillos en oscuridad veraniega que desconcertó a todos. Una fuerte brisa otoñal, rara en esos días, golpeó los cuerpos extasiados del feliz reencuentro luego de las largas vacaciones. Ramón se levantó en súbito del banco, contrariando a sus compañeros que reían con anécdotas y viejos recuerdos de años anteriores. La vio. Ya no volverá, pensó, y sólo fue su silueta escapando de esa imagen atroz.

Llegó a casa con los vientos violentos de la tarde, filtrándose con frescura disfrazada de miedo. Entró a su cuarto y, con lágrimas que sustituían los gritos y gemidos de dolor, destrozó cada objeto que la evocara, cada carta que recibió, rompió cada regalo, quemó cada foto. Trató de ahogar cada palabra que tuviera un tono cursi, una sarta de sentimientos puros que no eran más que residuos de un amor, dentro de una gran bolsa negra destinada a la baja policía. Desnudó medio cuarto, dejando sólo sus muebles, su ropa, sus libros y sus lágrimas, que danzaban por toda la habitación queriendo ser sustituidas por tantas más.

No pudo dormir por la noche. La triste idea de no tener una triste idea de que volvería reemplazó a las ovejas saltando la valla. Entre sueños, con los párpados palpitantes en el limbo entre despertar y dormir, recordó la imagen que quedaría en su memoria como un estigma. La vio de la mano con otro tipo, danzando por los pasillos de la universidad. Todo se hizo oscuridad y el viento abrazador se llevo esos cuerpos ajenos, y también lo empujó a él en su huída para destruir cada vestigio de lo que fue un amor de casi 2 años. Eran evidencias de su amor desechado.

Cuando pudo por fin cerrar los ojos adoloridos de tanto llorar, no sospechó que sólo le esperaban más desgracias dentro de su inconsciente. La noche estuvo llena de sueños, con más lágrimas y quejidos que despertaron a su madre en mitad de la madrugada. Lo acobijó con algunas colchas más, le colocó paños fríos en la frente esperando que pueda salir de su onírica desesperación y lloró junto a él cuando, entre sueños, maldijo su existencia al ver a Leticia de la mano de otro ente que no sea él, se condenaba a muerte entre sueños por no haber logrado hacerla feliz. Su madre lo abrazó fuerte y le decía, no Ramoncito, no Ramoncito. Y así toda la noche, hasta que se calmó.

Despertarse el día siguiente fue lo peor que le había ocurrido. No tendría un recuerdo claro de aquella mañana, pero esa enajenada sensación del primer suspiro luego de una noche al borde del colapso sólo pueden conocerla apasionados amantes y perturbados ilusionados del amor cuando sufren desgracias de este tipo. No quiso levantarse de cama, no quiso quitarse la colcha. Buscaba la cadena en alguna parte de la cama para jalarla sin piedad y ser llevado por la corriente, sumergirse en tuberías nauseabundas y no aparecer nunca más. Pero la realidad siempre nos da una cachetada en situaciones paradójicas y complicadas, con una carajeada nos manda a levantarnos, a andar y mirarnos en el espejo aunque no quisiéramos. Ramón bajó con medio cuerpo entumecido por dolores inexplicables y sólo le quedó seguir viviendo.

Su madre lo vio bajar con el rostro descompuesto. El ánimo lo debió dejar en su habitación, pensó mientras lo veía bajar, dando cada paso vacío por la escalera, queriendo tirarse para evitar cada pie en cada peldaño. Lo vio sentarse en la mesa y servirse el café con una lentitud desesperante, con el rostro pegado a su tristeza, con las manos que se mueven porque algo tienen que hacer cuando el cerebro no ordena, cuando no sirve. Comió un pan sin nada y tomó el café de un solo sorbo, se levantó y subió nuevamente al segundo piso, casi arrastrándose, casi dejando su rostro y las pocas ganas que se desparramaban por las escaleras. Su madre lo dejó ir, sin decirle nada, sin preguntarle lo sucedido. Sabía que más adelante tendría una buena oportunidad y que necesitaba dejarlo solo para que encontrara el camino, o la salida rápida, a su terrible pena. Siguió haciendo sus cosas. Por momentos escuchaba ruidos provenientes del cuarto de Ramón; pero decidió dejarlo solo.

Era que Ramón volvió a coger cada uno de los objetos que le recordaba su desgracia y los destruía uno por uno, tratando de que los recuerdos que sobrevivían con ellos sufrieran la misma suerte. Las fotos caían en pedazos, esas tardes en plazas o centros comerciales que quedaron grabadas en papel, salidas a parques de diversiones o paseos en familia, con sonrisas fingidas y situaciones planeadas. Leticia cogiéndolo del cuello, el rostro muy cerca del suyo, con las sonrisas que resbalan en el recuerdo; se corta un brazo y la sonrisa sigue. La imagen de Ramón se aleja de Leticia, con sus brazos a la mitad siguen atenazados en su cuello, una sonrisa es cortada en pedazos, luego todo se vuelve oscuro. La foto hecha añicos al tacho.

Los peluches fueron despellejados y sus intestinos de algodón devorados. Les sacó los ojos y les cercenó las orejas; tenían el recuerdo de un cumpleaños con Leticia corriendo con el paquete pequeño en sus pequeñas manos. Era un día difícil de sol y de pesado cumpleaños. Ramón cogió el regalo, destruyó el papel que lo envolvía y vio los ojos del peluche que ahora tiene en sus manos. Los restos de los peluches están regados en el piso de su habitación. Ramón los colocaba dentro de una bolsa donde serán cruelmente incinerados.

Las cartas sufrieron la misma suerte. Primero fueron flageladas hasta que aceptaron que no eran más que mentiras, que cada poema que le fue escrito, que cada te amo hipócrita y cada juramento de amor eterno no sirvió ni fue cumplido. Las obligó a rectificarse, a decir que nunca fueron reales, que cada día era una mentira escrita en papel. Eliminó las cartas, como las fotos, como los peluches, y se le vino a la mente las noches afiebradas que las leía bajo las colchas de su cama, bajo la luz del faro de iluminación pública. No quiso leer las cartas que le fueron escritas. Sufrieron la misma suerte.

A cada arrebato contra los restos materiales de su relación, Ramón sentía que los recuerdos no se iban con los objetos. Intentaba meterlos dentro del tacho de la basura, pero apenas podía cogerlos en su mente para ser desechados. Sufría a cada intento fallido por cazarlos y todo se hizo imposible. No logro nada si no puedo eliminar mis recuerdos, dijo con los ojos rojos de tanta furia. Lo más difícil fue que a cada tentativa de evocar el recuerdo e intentar cogerlo para desecharlo era seguido por un sentimiento fuerte en su pecho. Aún más difícil de borrar.

CONTINUARÁ...

viernes, 27 de agosto de 2010

Sin respuesta

¿Es que te cansas
de mí?

De verdad
quieres que me aleje
Es el pretexto que querías?

No sé nada de ti
en verdad
no sé nada

No haces
más
que ponerme en
confusión
alevosa

No sé nada de ti
te vuelves a ir
y como si fuera
la definitiva.

jueves, 26 de agosto de 2010

En el bus (Continuación)

No veo en su rostro algún síntoma de fastidio. Es más, no veo en su rostro algún signo de reconocerme, de saber que estoy llegando a su lado, de sentarme a su mano izquierda a pesar de que todos los asientos están desocupados. Miro mis manos reposar en mis piernas; de soslayo veo las suyas caer suaves sobre su mochilita tejida con alguna tela de colores. Voy subiendo hasta verle el rostro volteado, viendo sin parpadear. Me confundo en su observar parsimonioso; también me quedo hipnotizado con el juego de luces, sonidos y robots.

Permanezco inmóvil. Es vital para que mi acompañante no vea en mi una pesada molestia, un incómodo suspiro. Ella parece viajar sin presiones, sin objecciones. Falta poco para llegar a mi destino y ella me acepta sin reclamos ni miradas de reprobación. Extrañamente me ha acompañado hasta el final; ¿hasta dónde llegará ella, hasta dónde seguirá? Son cuestiones que me inquietan, que me hacen volver a mirarla de reojo, por el rabillo.

Voy llegando. Me levanto con delicadeza. Veo mi paradero aparecer en el horizonte; trato de apresurarme. Entonces la mano, su mano, que coge mi mano, y son nuestras manos que parecen una sola.

- No te vayas...
- ¿Por qué? ¿Qué pasó?
- No quiero quedarme sola, no puedo quedarme sola.

Y mis ojos que se posan en los de ella. Nuestras soledades, nuestras penas, nuestras paranoicas enfermedades.

En el bus

Tengo una terrible necesidad cuando abordo un vehículo de transporte urbano: Necesito sentarme con alguien, sea quien sea, tengo que tener una compañía en el asiento lateral. No han faltado las incontables veces en que el compañero de asiento baja antes que yo. Entonces una extraña sensación de temeridad me absorbe, tiemblo repentinamente y el sudor se enfría, dejándome pálido como hielo en nevera. Sólo me queda levantarme y buscar a alguien más que me brinde un espacio a su lado. A pesar de que la mayoría de asientos están desocupado a esa altura del trayecto, busco un asiento vacío al lado de un parroquiano. Las miradas caen sobre mí y el fastidio del sujeto a mi lado no son de esperar. Pero tengo que sentarme necesariamente con alguien.

Pero me ha sucedido ayer un viaje que jamás olvidaré. Presto en el paradero, la T-35, tan morada como siempre, se detiene dispuesta a llevarme a casa. Subo los pequeños peldaños que me llevarán al pasadizo y un susurro silencio me envuelve, me hace sentir extraño. El carro parece vacío. Por un momento se me pone la piel de gallina, a punto de voltear y gritar para que detengan el bus; pero logro distinguir entre las sombras de los faroles cetrinos a una joven. Mira por la ventana con parsimonia, el juego de luces, las personas andando casi como robots. El alma me vuelve al cuerpo, camino por el pasadizo de metal que salta al compás de los baches, pistas malditas de asfalto desgastado y maltrecho. Voy llegando a su asiento y ella no voltea, voy viéndola en el rostro y ella no voltea, me siento a su lado, sin tocarla, y ella no voltea. No voltea. Me acepta.

Continuará.

lunes, 23 de agosto de 2010

Una vez soñé

Cierta vez soñe que regresabas. Que aparecias ante mis ojos y que me cubrías con tu sonrisa, que caminabas con tu garboso paso de gata atigrada. Soñé que me hablabas, que volvíamos a discutir de los mismos problemas que nunca resolvimos. Que recordábamos viejas vivencias, viejos juegos, viejas canciones que son tan nuevas, tan presentes. Soñé que tu voz aparecía por los cables telefónicos, diciendo nuevamente mi nombre, sonando a susurro, a arrullo. Soñé que volvía a soñar contigo en mis noches de camas desordenadas y de cabellos al aire.

Soñé que me mandabas mensajes, que me llamabas al celular. Soñé que aparecías tan volatil una noche de fin de semana, con las botas, el pantalón que desesperó mis ansias, con la boina que remarcó tus pecas. Soñé con mis brazos temblando hasta el infinito, dejandome llevar por el nerviosismo de tu presencia frente a mí. Que nuestros pies jugaban en la clandestinidad, que nuestras miradas no hacían más que taladrar nuestros corazones. Soñé que la noche era nuestra cómplice, que bajo un acorde inusual te besé como siempre lo soñe, abrazándote bajo las miradas alcoholizadas, en el vaho de eterna confusión que nos consumía.

Soñé que te odiaba, que lo odiaba, que me odiaba. Soñé en eternos silencios pensando en mi futuro, acaso tu futuro conmigo, y soñé que nada es perfecto, que la vida es una mierda que se tiene que comer a puro pulso, porque sino el crimen no se resuelve. Soñé a que jugaba contigo a ser enamorados de nuevo. Soñé que te tuve en brazos, que te desnudé, que te hice mía a punta de intenciones que se mantenían dispuestas en dos bandos, entre la certidumbre y la indecisión. Soñé que te hacía mía, que escuchaba tu voz pronunciar mi nombre. Soñé tus gemidos, soñé ese te amo, soñé mi ultimatum, soñé mi tristeza, soñé las peleas, soñe el adiós... Te soñé.

Y ahora no importa. Me he levantado, como en un sueño pesado, sudando, con la respiración agitada, siento algo en los ojos, algo que cae por mis mejillas, no sé. He soñado... ya nada importa. Estoy despierto.