domingo, 27 de septiembre de 2009

Discrepancias

Con los silencios no tengo problemas. Pueden acariciarme en las noches, mientras llego a casa, o pueden molestarme en plena clase, cuando escribir es tan comparable al respirar o escuchar al androide hablar frente a mí. Con los silencios no pretendo enfadarme.

Con las soledades intento no toparme. Aumento la marcha cuando lo siento susurrarme en la noche, en plena avenida ahogada. Me escondo detrás de algún poste de luz, tratando de desviarlo, de llevarlo por esos rincones que sí merecen su nombre. Con las soledades tengo broncas... solucionables.

Pero con los desamores no imagino un encuentro, una conversación clara, un minuto de paz. Ataco con vituperios y miradas apretadas en encono; esquivo sus intentos y contraataco, luego escapo. Sin verlo un buen tiempo. Con los desamores es algo complicado: siempre salgo herido en aquellas afrentas. Son inevitables.

Con el amor... Prefiero no comentar.

Hoy...

Hoy la noche no quiere que te vea. Hoy la noche no quiere que sufra con tu sonrisa, que suspire con tu garabato eterno en el rincón. Hoy el cielo oscuro quiere que sonría, que se me vaya la pena de no tenerte, de no poder besarte. Hoy la luna quiere que me olvide, que te deje ir, sólo por hoy, dejarte a lo lejos, que vivas lejos de mis tontas ganas de jugar a morir en mis penas.

Hoy la noche quiere que no te desee. Como tantas otras noches.

martes, 15 de septiembre de 2009

Sobre los momentos en gris

Acuoso momentos, inexorable recuerdo que, denso, en tu presencia, me acomodo en la banca silenciosa y te veo, frente a mí, soslayando un profundo suspiro, o evitandi no tocarme, no hablarme, entre tiras de miedo.
No busco acercarme, pero intento penetrarte por los ojos con mi mirada. Me evades una vez más, inquieta en tu espacio lento de la banca, vacía una vez más, apocalípticamente lejos, aunque te tengo cerca, sintiendo tus supiros cayendo en mi rostro, tus paranoicas ganas de irte, de perderte entre las calles sin retornos, ni mucho menos regresos.
Son de esos momentos en gris, en los que te imagino a mi lado en esta banca silenciosa. Donde veo que te alejas del lugar a donde nunca llegaste, donde sigo solo.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Teoría subjetiva de la administración

¿Cómo administro un montón de recuerdos melancólicos? ¿En cajas, en fotos? ¿Meterlo en un archivador oblicuo? ¿En archivos dentro de una oficina, parte de una área, dirigido por un gerente androidico?
¿Cómo organizo mis pesares de amor? ¿Con función recordatoria cada día? ¿En fichas que repleten mis bolsillos? ¿En sistemas que solo me darán más dolor?

jueves, 10 de septiembre de 2009

No perduran... envejecen

A veces, al abrir la puerta del armario, siento que algo me espera con ojos fijos en mis miedos. Una sensación con olor a naftalina y sabor a lágrimas que invade mis sentidos y no permite que dé un paso atrás con fueria, que retroceda sin cierta nostalgia enérgica que abruma mis días, mis semanas.
Ciertos días las puertas del armario están abiertas de par en par; esperando que algún aire fresco y reconfortante alivie el ambiente, que poco a poco los recuerdos vayan escondiéndose en los rincones. Cojo algunas bolitas mágicas más, redondas y blanduzcas, las arrojo con fuerza a lo oscuro y cierro la puerta... Por algunas semanas más.
Muchos me preguntan por qué cultivarlas con las naftalinas, por qué mantenerlas con esas bolas blancas y mágicas, por qué sigo dándoles un espcio en aquel armario vestido con bata y sandalias. No quiero que perduren -respondo-, los recuerdos nunca se olvidan; pero envejecen, cada vez se marchitan más, se corroen, de a pocos pierden su matriz. Yo quiero acelerar el proceso, que huelan a viejo, que sean recuerdos viejos -les digo, mientras guardo algunos recuerdos más de ella en la caja de zapato, y la caja de zapato dentro del armario.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ramón y sus inquietudes

Hoy Ramón sintió que le daban un peñizco en el ojo y una puntada en la tristeza. Se sintió terrible desde que llegó a la universidad, y no lo alegró que ya tuviera trabajo, que no tuviera tarea; no lo alegró ver a sus amigos rondando los pasillos, fumarse un triplete de cigarrillos o escuchar esa conferencia tan buena. Se sentía triste.
Pensó que era el sueño. Dormía caminando hoy, andando por la facultad con los ojos entrecerrados, chocándose con todo el mundo. Esperaba despertarse a cada enfrentamiento de cuerpos, a cada choque; pero el amodorramiento parecía incansable: cansado de tristeza, es lo peor.
Pero a las pocas horas Ramón toma un poco de aire. No llega, se dice entre suspiros mirando por el balcón alto del tercer piso del pabellón. Conversa, ríe; por momentos mira de reojo el balcón, el pasillo... La ve y todo parece encausarse a lo que sería un día normal, de esos tantos en los cuales te miro, tú me miras, nos miramos, pareciera que somos uno para el otro... y al final te vas por tu lado, mientras yo sigo soñando, dormido y caminando, tropezándome con todos.

martes, 8 de septiembre de 2009

Angustias

Ya me cansé de verte pasar con los ojos haciéndome sorna perpetua; bien fijos en los míos, e irte sin decirme algo.
de ver que volveas y me lanzas lamentos insoslayables; miras todo a mi alredero y te vuelves, me dejas al filo.
de que te acerques, me sonríes, me tocas, sólo un poco, lo necesario para no morir más de amor, y te vayas... como siempre.
de tener tan cerca y sentirte tan lejos; de amarte tanto y odiarte tanto; de desearte y contenerme; de tener y no tener; Platón siempre tuvo la razón.
de evadirte sin resultados, de amargarme sin respuesta, de escribir sabiendo que esto no te llegará... nunca.

Ya me cansé

sábado, 5 de septiembre de 2009

Ahora qué?

Ahora qué haré para decirte que el sencillo que tengo en el bolsillo es para comprarte desamores, penas, moqueos, lágrimas enternecidas, odios apretujados, carencia de amor, soledad hacia con él.

Que quiero que lo botes y deseches y sepas que conmigo todo será distinto, que este sencillo es para comprarte cariño.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Pesares de amor

¡Qué sea una buena forma de vivir! Que sea una manera de no caer en el escepticismo de cuestionarnos si es que estamos vivos o simplemente nuestra vida se basa en un sin fin de sueños que de a pocos van reconstruyendo una historia.
No exista otra manera de vivir que no sea la de sufrir, la de sentir que somos vulnerables; pero sobre todo sobresalientes, que no hay nada que no podamos pasar por encima. Mejor si hay tantos nuevos amores rondando por nuestro lado. ¿Para qué sufrir por una si podemos sufrir por miles? No entiendo otra manera de vivir que no sea: amar, odiar, llorar, sentir, vivir. Sin mis musas no hay escritura, sin mi escritura no tengo vida.
Así que muchachos: ¡sufran, vivan, amen, odien y demás!
¡Salud por eso! -y chocaron los vasos con fuerza, obligando a que se desborde la chela.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

De viaje por Santa María

Lee a Onetti, me dijeron hace ya uno o dos años, es parecido a Ribeyro. El tipo es uruguayo y también habla de las cuestiones urbanas-marginales. Luego de uno o dos años tuve la valentía de leer a Onetti (lo de la valentía no lo decía desde que leí Ficciones de un tal Borges), y escurrirme entre sus líneas fue de una abrumadora hermosura.
No escribió, o no he leído aún algún cuento de ese estilo, sobre la cuestión urbano marginal que me llevó a buscar como loco un ejemplar con sus cuentos (finalmente en Quilca, de esa versiones del Comercio, 10 soles, Cuentos Escogidos). Más bien me llevó hacia instancias que ningún otro cuentista lo había hecho. Leer a Onetti es incrustarse en un lugar donde lo más fantasioso puede ocurrir en una ciudad como la tuya o la mía; es más, leer a Onetti es, repito, saber sobre situaciones absurdas, que se pueden desenvolver en cualquier barrio o asentamiento, pero expresado con poesía intelectual, con verso arquitectónico y sofisticado. Lo que te sorprende de Onetti, muy a parte de sus historias, es la manera como te la cuenta: conviertete en un animal, rebusca el cuento, sumérgete hasta encontrarle el sentido. Siente lo que yo.
Fue difícil leerlo. Pero algunas frases o líneas me ayudaron a seguir, mucho más allá de la historia las ganas de saber qué continuará de aquella línea armoniosa te obliga a continuar. La muerte y la niña, una historia elaborada con el más fino sentido ocultista y hermosamente contado por varios personajes es un claro ejemplo.
Lee a Onetti, escuché hace uno a dos años atrás. Yo diría: Lee a Onetti, y de ahí vuelvelo a reeler; que será reconfortante.