sábado, 31 de julio de 2010

Perdido...

Uno, dos, tres, voy contando los días en que el destino juegue a encontrarnos, a decirnos al oído que nos necesitamos. Corre el viento frío crispante por nuestros labios sin encontrarse, de nuestras ganas contenidas por tanta moralidad, por tanto ser y no dejar ser. Arrullo en mi cabezas las pocimas que te harán mía; invierto momentos para acercame sigilosamente; borro recuerdos en mi cabeza (¿para qué los necesito ahora?) para guardar tu imagen fresca y reciente, convertirla en recuerdo para buscarlas y que no huelan a tanta naftalina de viejos momentos.

Huelo tus labios, veo tus ganas, siento tu aroma, toco tus momentos, respiro mis miedos, canto tus ojos, muerdo mis deseos, camino por un laberinto en el que tú y yo no somos más que viejas sombras que esperan ser alcanzadas por la luz. Brillar, como lo haría tu sonrisa en plena noche, confundiéndose con los faroles de crueles micros que amenazan con llevarte.

Hoy estoy más perdido que nunca. No en la situación, sino en el abismo de tus ojos, que una vez más me vieron de la única forma que hacen temblar a mis labios.

jueves, 29 de julio de 2010

Pregunta

L:

¿Ayer deseaste, tanto como yo, fundirte en los brazos, en las manos, en el cuello, en los labios, en los ojos, en el pelo, del sujeto que tenías frente a ti?

Yo lo deseé en demasía.

miércoles, 28 de julio de 2010

lunes, 26 de julio de 2010

Dos gotas

Y te fuiste. Contando las gotas que podían caer desde el cielo, cayendo en tu rostro blanco y manchado de pequeñas intenciones que dejaron de ser mías. Te dejé ir, no te frené –al menos no pensé en aquella posibilidad. Comenzaste otra vida, lejos de tontos sonetos de amor, de cartas con letras apuradas por la emoción que no es contenida por simple palabras, que no pueden ser escritas en un simple papel hoja bond A4. Te vi con él y supe que la soledad me debía una segunda oportunidad.


Desaparecí. O al menos eso intenté en un primer momento. Alejarme veloz de tu mirada que no hacía más que desviarme por caminos improbables y lleno de disgustos. Tú, disfrutando del placer de la compañía, de confortable sentimiento de seguridad. Yo, exiliado en silencios, preparándome para un momento que no volvería, que siempre deseé pero que supuse como improbable.

Y te veía en los mismos juegos en antes yo formaba parte. Donde suponía impensable la existencia de otro que no fuera yo. Por otro lado, estaba mi soledad, que era un espacio donde tu silueta estaba recortada, esperando que la completes un día que no llegaría. Dos gotas, tal distantes, tan iguales. Yo con mi silencio; tú con tu parafernalia. Éramos tan distintos cuando estábamos separados. Somos tan iguales cuando volvemos.

Dos gotas de agua que pretenden unirse, para formar un riachuelo.

Poemetría: Llueve... y duele

Duele
cada momento
en que la frío
gélida
y sumisa lluvia
toca mi cuerpo
recordante

Abre una herida
a cada gota que toca mi piel
un suspiro
incrustado en lo más
profundo de mis
recuerdos

Frío
que amo
con desesperación
pero que palpita
lentamente
en un sin fin de espectros
condenándome
al limbo.

Llueve
y duele
recordarte
Duele saber
que no eres mía
no sé si aún
o nuevamente
nunca más.

sábado, 24 de julio de 2010

Carta para...

Querida L.:

El tiempo es arena en mis manos, versa una canción que retumba en mi cabeza estos últimos días -como todo lo referente a ti. Todo lo que había construído consensuadamente, con voluntad de acero; todo lo que de alguna manera sacrifiqué quedó desechado en segundos por una aparición (que pretende asumir que yo aparecí) en mi vida. Todo cayó: mi tiempo - espacio, mis ganas de vivir, mis formas de sentir, mi yo atemporal, mis ojos cansado de trotar; todo cayó en un segundo, como arena.

Y se me vienen a la mente miles de canciones que jamás pudieron concretarse en la verdera banda sonora de mi vida. "Que otra cosa puedo hacer, si no olvido moriré..." Fue mi insigna por bastante tiempo. No quería morir sin el crimen fuera resuelto. Estoy a punto de saber qué sucedió y no sé si podré morir tranquilo o es que nuevamente me hundiré en la agonía que solo una situación como ésta -de incertidumbre, de poca confianza, pero bastantes sensaciones agradables, de viejos momentos que vuelven a renacer- puede ocasionar.

Pero ahora nada se compara a tus palabras. ¿Realmente puede confiar en ellas? ¿Es que aparecen para quedarse o volver a irse, dejando sinsabores que puede durar mucho tiempo más? Miedos retorcidos que son tristemente naturales en todo aquel que haya pasado una caida en el abismo. Sin embargo, es como salir a volar nuevamente... John Lennon: No pudiste escribir mejor canción en tu vida. Tal vez, L, tu nombre quede así; aunque, realmente espero, que pueda completarse, como antaño parecía tras mis dedos y pensamientos.

Hasta pronto.

martes, 20 de julio de 2010

Poemetría: Mal suma

2+2
me da 5
Veo que
las cuentas
con respecto a ti
no cuadran.

Dos adioses
dos holas
tres sonrisas
cuatro conversaciones
no son suficientes
para pensar
en ti
como quisiera.

Los dedos
siempre sobran y
los cálculos
son inútiles
Contigo nada es
cuadriculado
Menos
probable
y peor aún
predecible.

La suma no
coincide
Verficar que
entre tú y yo
puede dar
de resultado
un 5
es de las cuestiones
más difíciles
de constatar
diariamente.

domingo, 18 de julio de 2010

El sueño que eres.

Abro los ojos y mi corazón da un vuelco. Un techo agrietado aparece frente a mis ojos nublado como persiana cortante, desgarrando mi realidad y hundiéndola en una onírica explicación. Es un techo desconocido. Un ambiguo cansancio invade mi cuerpo, un cansancio volátil que me inquieta, sostenido por unos ovillos que tienen impreso un deseo, una constante intención de encuentro. Un diminuto brazo se extiende por mi pecho, arqueado, formando un abrazo espontáneo y forzado a la vez. Pequeño brazo que no llega a completarme, apenas tocando con sus yemas la parte inferior de mi axila, señalando invisible mis pulmones. Siento la cama blanca y pálida, me contiene suave, suave, como el brazo que permanece inerte en mi pecho, bailando al ritmo de mi respiración acompasada. La habitación es pequeña, o es la limitada visión que da esta posición en la cama. Podría moverme, pero la simple idea de manifestar mi acción me exacerba. Intuyo que si realizo algún movimiento innecesario con indagaciones absurdas romperá el ambiente cálido que, extrañamente, siento con apacible resignación.

El contacto con la sábana me dice que estoy desnudo, sin embargo el frío no se adentra a mis huesos. Estoy tibio, tibio, como recién salido de horno. Me examino a pura sensación de mi piel con lo que me rodea; es la única forma de hacerlo, por la vista restringida por mi incómoda posición y mis brazos que apenas se pueden mover, sometidos bajo un peso hermoso. Sensibilizo en mi pierna izquierda otro peso que descansa con solemnidad, dispuesto como la pieza de rompecabezas que le faltaba a este triste juego. No es un roce; es un calor que adormece mi pierna sin llegar a molestarme en absoluto. Es la sensación más inefable que haya podido tratar de comunicar. Una simple disonancia en el espacio que, sin siquiera predestinarlo, ha caído junto a mí, como ese peso en mi pierna, en mis brazos, en mi pecho.

Dejo por un momento de lado a aquella sustancia adorable. Intento descifrar la habitación en donde me encuentro y mi cuello no responde. Finalmente sostengo que está siendo obstruido por la misma materia que descansa a mi lado. Solo puedo ver la pared opaca, producto de la oscuridad (¿es noche?, ¿madrugada?) que no distingue en horarios. Una cómoda y un espejo empañado terminan por complementar la imagen que tengo delante. Como si despertara de un sueño, mi brazo derecho se percata que está libre. Cuelga en el borde de la cama. Muevo mis dedos, comprobando que sigo manteniendo la facultad de mi sistema motriz. Esta aparente liberación de mi cuerpo me da alicientes para tratar de mover las demás articulaciones. Muevo mi cuello con confianza, percibiendo un obstáculo en la parte izquierda del rostro; así que dirijo mi faz hacia el lado derecho para hacer trabajar los músculos del cuello, que permanecen tensos por la posición.

Y me vuelvo a la posición de condena. A pesar de ello son mis ojos que tienen la dicha de ver, con el mayor esfuerzo que pudieron haber hecho en toda su existencia, esa ondulada secuencia de misterios y de amores profanos descansando entre la almohada y mi hombro. Ondulada gracia casi marrón profundo, brillante hasta en esa oscuridad de horario incierto. Por fin me llegó el olor de aquello que permanece a mi lado, tan quieto, tan dócil, tan perfecto, como ese aroma, que se desprende de los ondulados cabellos, resueltos en desordenarse todos y apropiarse de cada rincón de la cama y de cada espacio en mi pecho. Mi corazón da un segundo vuelco cuando reconozco esos cabellos; será que despierto realmente en este instante. El tercer, el más peligroso, vuelco que da mi corazón lo siento llegar cuando esa selva encrespada de tanto amarte se disipa y veo su rostro. El último vuelco es el más peligroso; porque lo peligroso es saber que está ahí cuando en realidad nunca la tuve.

***

Y es que en realidad nunca la tuve. Al menos no hasta este instante que duerme junto a mí, abrazándome con más fuerza, clavando las uñas de su mano izquierdo en mi pecha, queriendo arrancar me el pulmón inserto con benevolencia causal. Exijo a mis ojos para llegar nuevamente a su rostro y convencerme de que es ella la que está adscrita en el espacio que ocupa. Su rostro se muestra ahora con todas sus dimensiones: sus ojos entornados, cayendo bajo tus cejas de depilación perfecta que le brinda esa tonalidad sombría, pero encantadora; su nariz aguileña de arquitectura surreal que me hipnotiza; sus labios de espejo carmesí que brillan a la par con sus cabellos ondulados; la piel tersa e inquieta que vibra a cada respiración, siguiéndole el juego a su pecho desnudo de adorables senos que observo con cierta melancolía. ¿Cómo llegué aquí?

Pero la pregunta fenecía por si sola simplemente con verla. ¿Cómo llegó a fundirse conmigo en esta opaca habitación si apenas la conozco? Sonia, es su nombre y la conocí prendida de los balcones parvularios de nuestra universidad. Fue de esos amores que nacen de un solo instante que aparece tras la niebla gris de la cotidianidad, del extenso trajín que congestiona nuestra conciencia, enajenándonos de la realidad. Un pequeño lapso en esa nebulosa fue suficiente para percatarme de su pequeña hermosura colgando de los balcones del tercer piso del pabellón B. Todavía recuerdo los días en que la miraba de soslayo, evitando cruzarme directo con sus ojos y darle pistas de mi alejado amor. Tu caminar acelerado, la mirada altanera que caracteriza a las que se desprenden de su cercana realidad. Así pasaba desapercibido, siendo un invisible para tu ingrato corazón.

Hasta que me nos presentaron. Fue una noche en que el cielo parecía prever el encuentro. Lloviznó aquella noche y sus cabellos eran unos resortes que no dejaban de danzar con tu caminar veloz. Coincidimos con algunos amigos. Sonia, Ramón. Ramón, Sonia. Fue la primera vez que sentí la tersa e inquieta piel. Sin quererlo, esa presentación marcó el inicio para nuestras conversaciones virtuales e inspecciones visuales, siempre lejanas y a la vez significativas. Ibas ocupando un lugar especial en mi piel, en mis huesos, en mis pulmones. No dejaba de pensar un día, de planear alguna fugaz y paranoica forma de cruzarme contigo y soltar un hola lleno de pesada intención; ver sus ojos entornados –como los tiene ahora mientras sigue durmiendo profundamente- y formar una sonrisa mecánica, un hola que nacía y moría entre nosotros, con su pasos militares, derechitos a su clase.

Ese era el trajín que vivíamos sin presiones. Guardaba las demostraciones cursis y los intentos desesperados bien guardados en los cajones de mi habitación. Con ella habíamos experimentado encuentros habituales que no podían predecir un encuentro como el que debimos hacer tenido ahora. Repentinamente, mi pecho se oprime por los recuerdos. Tal vez, lo más probable, por la emoción de verla a mí lado, ver materializado mis sentimientos que forcejeaban en cada saludo por el pasadizo, por cada intención de acercarme cuando te veía colgando del balcón universitario. Es mi corazón, que da un último vuelco a saber que me correspondió sin saberlo, sin siquiera imaginarlo alguna vez.

Y sin saberlo, también supe que este irreal encuentro no duraría mucho; que volvería a la realidad de su encantamiento lejano, de mis tontas ganas de que se enamore de mí con miradas inquietas y saludos pausados. Quiero contemplarla como no podré hacerlo nuevamente, tocarla como jamás lo volveré a imaginar, hacerle el amor, besarla como siempre lo había soñado. Intento mover mi brazo izquierdo, tocar sus cabellos, enredarme con ellos y ondularme contigo en la soledad de este cuarto apagado por la nocturna noche. Es pequeña y pesada; mi brazo inmovilizado carga su forma, la contiene perfectamente. Mi mano se mueve con inquietud, tratando de tocar sus cabellos; no logran su cometido, moviéndose con mayor decisión, haciendo un máximo esfuerzo. Tengo miedo de romper la pesadez, la densa tranquilidad que envuelve este ambiente. Es demasiado tarde. Es tal la intención de tocar sus cabellos que mi brusco movimiento corporal sacude su cabeza, que se mueve pausada, despertando de acogedor sueño que perpetuas juntos a mi cuerpo y alma. No, pienso con dolor, no, no. Se acurruca más en mi pecho y sus cabellos rizados caen nuevamente en su rostro. Tus delicadas curvas se retuercen bajo la sábana, que te envuelven son sofisticación. No, no, grito sin escucharme. Lanzas un suspiro, es casi un gemido y percibo tu aliento cayéndome en el rostro. Aspiro por última vez el aroma de tu encrespada selva de intenciones y desencuentros, mientras mis párpados caen pesados. Mi cuerpo se adormece, ya casi sin intención de tocar su cuerpo; es ella quien mueve por primera vez el brazo que dormía en mi pecho. Lo lleva hacia ella completando esa última caricia que me llevaré a la realidad trágica en donde no te tengo de esta manera. Mis ojos están cada vez más pesados, se cierran sin angustias, todo se vuelve oscuro, una negrura opuesta a la que se vive en la habitación. Mientras voy cayendo en el vacío, en ese letargo que me adormece, veo por última vez su rostro. Su cabello marrón ternura que me deja ver sus ojos abrirse; que me deja ver, como un suspiro accidental de mi subconsciente fantasioso, tu sonrisa de espejo carmesí.



sábado, 17 de julio de 2010

Poemetría: Otro sueño

Abro los ojos
y no quiero volver a cerrar
Siento tu aliento
penetrando por mis fosas
sin obstruirlas
con tu encanto.

Siento tu brazo
envolviendo mi pecho
tu pierna
al lado de la mía
formando un perfecto ángulo
de 70/30

No siento el roce de tu piel
pero si tu temperatura suave
que hace temblar mis músculo
hasta hacerlos
adormecerse

Tu cabellos juega
con el ondeado aire
cayendo en la alhomada
en el viento
en mi rostro
Eres tú
quien sueña a mi lado
prendida de mis ganas de tenerte
de mis sueños plasmados
en tu cuerpo
palpitante.

Tu respiración
se combina
con la mía
y me hacer cerrar los ojos
y te guardo
te guado en mis recuerdos
antes de despertar.

sábado, 10 de julio de 2010

Karaoke

Canta, es tu show, leer las letras pegadas en mis brazos. Dicen que no quiero verte ir sin que antes me digas adiós. Yo traduzco las palabras en sonidos, en viejos ecos que agonizan con tu huída. Y te vas, sin cantar, sin seguir las lineas del Karaoke.

viernes, 9 de julio de 2010

Soñar, no soñar, no más

Sueño que no sueño. Que ya no sueño mil veces las mismas cosas. Es que las cosas llevan tu nombre y soñar no es una práctica que me libere por completo cuando tu nombre está impreso hasta en mi subconsciente. Soñarte, comprende detener tu voz en el vacío sin ningún delirio. Soñarte, es beber tu sangre con azúcar y aguita bien tibia. Soñarte, es tocar la canción más triste, y cantarla con las lágrimas que no son de pena ni de alegría, ni siquiera son lágrimas, ni siquiera lloro, porque aún no te tengo. Soñarte, es no soñar, es soñar que no te sueño... pero aún estás ahí.

No más, digo cada noche antes de embadurnarme con la frazada gris que envuelve mi cama. Pero la promesa es tan terrible como el soplido a un diente de león, ver sus pequeñas partes esparcirse y volar, dejarse llevar por el viento. No más, digo cada noche, y no es más que una mentira que lleva nuevamente tu nombre. No es solo tu nombre, son tus cabellos que se enroscan en el aire, tu saliva que pronuncia un hola, tus labios que se exprimen por sonreír. Eres tu esa mentira que intento hacer verdad con noches insomnes.

He me ahí, soñando nuevamente las mismas cosas.

domingo, 4 de julio de 2010

Sonidos de mi silencio

Para Christian, por pasarme el dato sin aspavientos
Para Lezama Lima, por su genio increíble
Y para ella, que sin quererlo se convirtió en una musa que no entraba en mis planes.


Pum pum, pum pum, pum pum… es algo de 80 latidos por minuto.

Tap, tap, tap, tap, tap, tap, tap. Y creo que vienes hacia mí. Sí, vienes hacia mí. Tap, tap, tap, tap, tap, tap... tap… tap. Te detienes. Soy uno cuando vienes y otro completamente distinto cuando te quedas parada en alguna parte del balcón que conforma el largo pasillo marrón anaranjadizo.

Issssssss…. Fuuuuuuuuu. La bocanada gris curvada y etérea no me deja ver tus ojos venir desde el norte infinito. Cabellos ensortijados en casi miel de estrellas que se confunde con el clamor de mis latidos. Pum pum, pum pum, pum pum… a casi 100 latidos por minuto. Que parecen desacelerarse, pero que comienzan a correr en sentido contrario a las manivelas del reloj. Tac tic, tac tic tac tic, pum pum, pum pum pum pum pupupupupum. 100 kilómetros por hora.

El humo encandilado se esparce en pequeñas fracciones de segundo. Tú ya no estás. Me vuelvo, me volteo, me dejo llevar a donde mis ojos te quieran buscar. Tap, tap, tap, tap. Tus pasos; los conozco de memoria. Te encuentro huyendo por la escalera y son sólo tus cabellos ondulantes y danzantes los únicos que logro distinguir entre el tumulto. Fiuuuu fiuuuuu, ohhhhhh, crash crash, Pom, pom, ¡cuidado oe! Pom pom y el tumulto que se hace denso y terrible. Me escabullo entre la masa y no estás. Mis latidos desaceleran en perpetua soledad. Pum… pum, pum… pum. Ya no quiere latir, no quieren vivir.

¡Plaf! No me queda más que dejarme caer en la inmensidad del pasillo. Apoyado en la pequeña pared de balcón, mis ganas se reducen a mirar el cielo estrellado que intenta aplastarme con su negrura. No hay ni motivo para fumar. ¡Plaf!, caen mis brazos; ¡plaf!, caen mis piernas; ¡plaf!, caen mis sentimientos a flor de piel. Me gustas.

Clac, clac, clac clac. Pat, pat, pat, pat. Chac, chac, chac, chac. Los pasos van, vienen, pero ninguno me recuerda a los tuyos. Onomatopéyicos como son, sonidos de mi silencio, conforman la apacible espera, el trágico hábito de hacerte mía nuevamente con la mirada. Hey, oe, pásala, corre huevas, ya comienza la clase. Terminan por convencerme de que mi empresa es pasiva y tétrica. Patológica en exceso. Yo sólo creo que es amor, un amor en ciernes que me obliga tenerme de una forma que jamás alguien pudo hacerlo.

Clac, clac, clac clac. Pat, pat, pat, pat. Chac, chac, chac, chac. Tap, tap, tap, tap.

Pum pum, pum pum, pum pum, pum pum… y acelera, acelera sin preguntar, sin el permiso correspondiente del titular. Acelera y sé que vienes, que estás subiendo las escaleras con tus dedos cubiertos en filtro esponjoso. Que cuando estés por doblar y entrar al pasillo tu Issssssss…. Fuuuuuuuuu no te dejará verme, estaré disperso como la bocanada que salen de tus labios carmesí fundido en eterna soledad. Esa soledad que tienen sonidos que te constituyen. Y que te hacen mía.

sábado, 3 de julio de 2010

Poemetría: Silencios entre nosotros.

Donde vea esos silencios
entre nosotros
es donde mis intenciones aumentan
Un sin fin de posibilidades
entre nuestras bocas vacías
sin holas ni adioses.

..........

Donde vea esos silencios
es cuando podré saber
que estás más acerca a mí
Poder gozar de tus inmesos
ojos
posarse en mi cabello
De tu saludo cortés
entre miradas amargas
por el desconocimiento

...........

Donde vea esos silencios
contaré hasta diez
y volveré a sentir
tu aliento
pegándome en el rostro
Un silencio
nuestro silencio
entre nosotros.