domingo, 31 de mayo de 2009

Poemetría

¿Es cierto
que mientras
esté lejos
de tus brazos
no podré
disfrutar de
tu sonrisa?
¿Es cierto
que podré
tenerla
en invierno?
Júrame que
serás mía en
otoño.

sábado, 30 de mayo de 2009

Discursos

Discurso en la 73 "A". Tema: Salido de cárcel.
Buenas tardes a los pasajeros presentes. Mi nombre es XXXXXXXXX y he sido estudiante de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Como muchos, fui encarcelado en un prisión de Puno en la época de la guerra contra el terrorismo por supuestas preferencias ideológicas. He sido uno de los pocos que a logrado salir de prisión, pero como yo, hay aún decenas de prisioneros que esperar ser liberados. Ahora me encuentro en Lima, con destino a Piura, y no tengo ningún centavo para, después de 8 largos años, poder abrazar a mi familia, a mi esposa y a mis hijos, así que espero su colaboración solidaria para lograr el ansiado pasaje y poder regresar nuevamente a mi pueblo y estar al lado de mi familia.
Pasaré por sus respectivos asientos esperando una colaboración.

jueves, 28 de mayo de 2009

Poemetría

Dime
qué pretendes hacer
con mis lágrimas
imbuídas
en dolor
Será
que aún tratas
de convertirme
en recuerdo?

Poemetría

Puedo imaginarme escribiendote
los versos más triste
ayer por la noche
Será que la mañana
me hace olvidar
un poco de
ti
Si
pudiera
esconderme
entre las hojas
de la poemetría
quizá sepas que alguna vez
serás mía
Sólo entonces
ya no veré tus
imágenes
con nostalgia
Ya no intentaré perderme
en tu
regazo
Ya no

martes, 26 de mayo de 2009

Encarecido de dirección

No paraba de mirar el reloj. Se acercaba la tarde y Ramón oponía resistencia a lo inevitable de su destino. Su desesperación parecía jugarle una mala pasada entre Colmena y Wilson, sus piernas no paraban de moverse aterrorizadas. De alguna manera pretendía tomar una decisión, de la cual no habría tiempo (el reloj seguía avanzando) de arrepentirse. Las ideas se acumulaban como transeúntes en esa esquina vestida de precipicio, las ideas pasaban sin sentido como los vehículos multicolores, esos que hacen de transporte público. Confusión, pensaba Ramón, mientras chequeaba la posición de la neblina en cielo.
Los minutos avanzaban y la decisión se convertía de a pocos en un delgada línea que estaba a punto de quebrarse, desaparecer, o simplemente quedarse ahí, en un línea divisoria entre la vida y la muerte. Sus piernas dejaron de temblar, el verdadero miedo parecía llegar esta vez en serio. No podía seguir mirando el reloj que avanzaba con desidia y que lo hacía dar un paso, seguro el paso en falso que se necesita para matarlo.
Sintió que la hora que buscaba llegaba y se inscrustaba en la venas. Su corazón palpitó con fuerza, un desgarro que lo obligó a dar un paso hacia la derecha. Ramón caminaba con seguridad, pero la palidez en su cara decía que no estaba seguro aún.
"Por Wilson será", y siguió caminando sin voltear.

sábado, 23 de mayo de 2009

Prolegómenos a la desesperación

Uno piensa en casos de extrema confianza que una situación se presenta favorable para un situación expuesta en la cabeza. La cabeza no siempre tendrá la pista más segura al momento de plantearse situaciones, así que la mayoría de veces actuamos (siguiendo a las ideas nefastas de la cabeza) y cometemos acciones de las cuales no arrepentimos al momentos, los minutos, horas, semanas...
Uno nunca sabrá en qué situaciones actúa la cabeza, degeneradora de fantasías y planificador de altares sin base, y en cuales se presentará la verdadera razón: sin celebraciones anticipadas, sin fotos sin ser aún reveladas, incluso tomadas. Sólo es posible salir de tal situación aparentando calma, eliminando residuos de aliento y buenas sensaciones... e iniciarse en el arduo trabajo de desesperarse.
Desesperación trae consigo caos, ideas confusas, situaciones extrañas, malentendidos dialécticos y sofismas inconclusos, los que preparan un ambiente un tanto decepcionante, pero más apasionante e interesante. El resultado puede ser bueno o malo, pero uno sabe que dio todo y que ese todo quedará plasmado en le cima de ese mundo de las ideas donde cada uno baila con su propio pañuelo.

jueves, 21 de mayo de 2009

Pacto entre ciegos

Leer a Sábato fue una aventura llena de experiencias complejas y sentimientos difuminados en el pecho de otra persona. Me sonó a las penas en un bar, en las confesiones autobiográficas de un tipo que de a pocos se cree que cada cosa que pasa por esas corrientes nerviosas alrededor de su cerebro son importantes y le dan un matiz más que especial: complejo y aburrido. Entre toda esa trama aparece un Informe sobre Ciegos de lo más entretenido. Luego lo mismo de siempre, hojas y hojas de un monologo que diserta sobre la vivencia de otros personas que se mezclan con sucesos del pasado...
Leer a Saramago es otra cosa. La ceguera lechosa, el mal blanco, la continuidad de un salvajismo, el terrible destino de esos ciegos, el encuentro y desencuentro, la simplicidad de la narrativa, el vivo ejemplo de que algo tan sencillo puede calar tan hondo...
Algo tan subjetivo y cargado de pasiones ajenas queda estática en la iris.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Poemetría

Dime
a qué hora
aparecerás para
-----matarme---->
¿Cuántos te demorarás?
Solo espero que sea pronto
¿Dolerá?
¿Tienes algún tipo de relajante?
Sólo dime la hora y me prepararé
tal cual un ritual
Ese momento lo espero con ansias
Por fin desapareceré
de tus manos
y de tus recuerdos.

martes, 19 de mayo de 2009

Ramón y sus reencuentros (consigo mismo)

Reencontrarse con uno mismo cada vez de hace más difícil. Eso piensa Ramón mientra se mira nuevamente en el espejo, mientras trata de descifrar esa soledad que lo acompaña (dicotomía extraña) y que lo reconforta.
La soledad siempre ha sido un extraño ente que se presenta en momentos menos oportunos (rompiendo esperanzas, nublando encuentros, desapareciendo futuros rostros); cosa curiosa que Ramón siempre acepte esta confortable soledad en su vida.
¿Será que la soledad es un característica de su personalidad?
Luego de un buen tiempo (un año y tanto) parece que la soledad vuelve a aparecer como ser interesante y reconfortante. Ramón se sienta y la soledad le pasa la colilla de cigarros, pero no le acepta el whiskey, nunca le gustó.

jueves, 14 de mayo de 2009

Extractos de aquella vez que te vi en el rincón

De María Emilia me gustaron sus labios entrecerrándose en el vacío, sus ojos mirando un horizonte desconocido. Me enloqueció su rostro apoyado en su frágil mano creadora, sosteniendo sus cabellos, esperando o reflexionando sobre la llegada de alguien que pueda sentarse junto a ella en esa imagen empolvada por el desconcierto. De María Emilia me enamoré semanas después, cuando leía algunos de sus versos; pesadumbre de su semblante, catatónicos, herméticos y eufóricos. Aquella imagen me marcó: no pude encontrar aquel registro fotogénico que encandiló y encaminó mi suerte en los siguientes años. De María Emilia no sabía nada, sólo que quería ser el reflejo de sus ojos y leer salvajemente sus versos grabados en su piel.
Me enamoré de ella leyendo sus pasiones, viviendo sus lágrimas, recordando aquella foto. Aún permanece en mi cabeza ese cetrino color cargado de su rostro imperturbado de su soledad preescrita en mi corazón. Comencé a leerla a los días de que aquella imagen quedara tatuada en mi existencia...

martes, 12 de mayo de 2009

Te vi en el rincón

De María Emilia no sabía nada, pero aquel poster enmarcado en ese salón me mostró todo lo que debía saber. Me gustó su mirada hacia el horizonte, sus labios entrecerrándose, su cabeza apoyada en su mano. Luego me enamoré de ella al leer sus versos.
Esa tarde noche te vi en el rincón y ya tenía en mi cabeza el tema preciso para un historia materializada en cuento.

domingo, 10 de mayo de 2009

El verdadero Rey de los Gatos

A veces pensaba que jugar demasiado era un práctica extraña a mi edad. Creerme gato no me daba ninguna escusa para seguir comportándome así: jugando con las piernas de la muchachas como si fueran unos finos hilos de ovillo, o tomar cerveza en el lugar donde se coloca la leche. Tenía pensado que mis habilidades tan distantes a la de los gatos comunes me daba cierta ventaja, cierto poder sobre el resto. Conocía de mi ascendencia gatuna, pero hasta ese instante no me había carcomido la idea de creerme Rey de los Gatos.
Todo había ido tal como me lo imaginé: los gatos me daban pleitesía, venían sin llamarlos, maullaban sin cesar, veían en mí alguien quien les podía abastecer de leche, sobras de algún plato del almuerzo u objetos suculentos para perseguir o destrozar. Todo iba bien, los gatos y su rey... hasta que llego ese tal Julio Cortázar.
Este tal Cortázar aparte de jugar con las piernas de las muchachas o tomar cerveza en pequeños platitos, escribía historia felinas, poemas que encandilaban a las gatas sensuales, debates que escandalizaban a los gatos techeros, aparte de que fumaba habanos, sabía de política, box y mucho sobre el comunismo. Los gatos desaparecían de mi alrededor, es más, ya no tenía a nadie en mi alrededor.
A las semanas me quedé como un gato solitario: andando por los callejones, buscando algún desperdicio que me ayude a estar despierto en las clases de la universidad. Mientras tanto el tal Julio se pavoneaba de ser el nuevo Rey de los Gatos.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Encuentro

Me encontré con Julio Ramón en un café cercano a la plaza San Martín. El pidió un expreso (le echó algunas cucharadas de azúcar) y yo un americano (conversamos sobre la terrible manía de los gringos por ponerle su marca a todo). Luego salimos a conseguir cigarrillos. Lo insté a recorrer el Boulevard de Quilca, pero su desesperación por tabaco me infundió gran incertidumbre. Caminamos algunas cuadras buscando algún vendedor; mientras, conversábamos sobre la necesidad de una literatura propia. "Autores como Arguedas y Ciro Alegría demostraron que podemos encontrar un camino hacia nuestra propia conciencia, encontrar una identidad". Le sugerí que adhiera a esa lista su nombre. "Yo soy hechura de varios autores, de varios cuentos; mi vida está transcrita bajo esa lupa".
Una jovial señora nos brindó cigarros. Él, Malboro (me hizo acordar el juego de palabras), yo, un Lucky Strike (me comentó que a su edad ya no tenía esa manía de probar nuevas marcas de cigarrillos sino deleitarse con aquellos que lo acompañaron en su pasado). De a poco lo fui llevando a Quilca.
Compró un par (nuevos cuentistas peruanos). Yo compré uno que me recomendó: El péndulo (Umberto Eco); "como para no dejar de leer a Eco, hasta sus libros de semiótica", me dijo. Volvimos nuestros pasos hacia la plaza San Martín; se despidió acomodándose el bigote ralo, algo crecido y sin cortes. "La próxima trae tus cuentos para decirte si tienes que soltar las ataduras y vivir del hedonismo."
Aquella tarde llevaba una camisa a cuadros, un pantalón de vestir crema y unos zapatos brillantes y negros. El poco cabello se movía al ritmo del viento gélido que sacudía Lima en esos meses de mayo. Prendió otro cigarro y dobló la esquina.

domingo, 3 de mayo de 2009

Maullidos en la noche

Son las 4 de la mañana. Ramón tiene un día agitado por delante y esos gatos maullando parecen no detenerse. Turbado, coje algo sin importancia, pero pesado y lo suficientemente doloroso como para que esos demenciales gatos no vuelvan a charlar en la noche. Sube al tercer piso y comienza la discreción: dar en el blanco en fundamental para que no vuelvan a escoger su techo como lugar de chácharas.
Los ve, pero se detiene. Para las orejotas de gato resentido y escucha la conversación. Es fútbol, uno hincha por Alianza Lima y el otro por Universitario. Ahora se da cuenta de los tremendos sonidos en plena madrugada, chillidos de intolerancia y de debate interminable.
Justo cuando comenzaban a hablar de política, Ramón supo que esto no acabaría hasta bien entrada la mañana. Lanzó el objeto contundente sobre los gatos, que salieron volando, dejando los últimos improperios en forma de maullidos amenazadores.
Ramón presiente que ahora estará inmune a los sueños intranquilos por mucho tiempo.

sábado, 2 de mayo de 2009

Primer día de otoño

Hoy 2 de mayo del 2009, siendo casi las 11:06 de la noche, veo el cielo con delicadeza y calma, examino cada espacio hasta donde lo permita mi vista de mortal. Me doy con la sorpresa de que la neblina invade todo el cielo chorrillano; la brisa es más fuerte de lo normal, mueve mis cabellos, le obliga a cruzar los brazos, apenas y noto las luces del cerro a lo lejos.
El primer día del otoño. En la tarde salió un sol cansado, que a las justas y podía quemar. En la noche todo cambia: un espacio distorsionado por la neblina que avanza a todos los rincones de la ciudad.
Hoy comienzo a sonreír.

viernes, 1 de mayo de 2009

Los primeros días del otoño esperado

Estos últimos días siento una apacible sensación de tranquilidad. En el barrio un aire renovador parece darle vida a todos los rincones: las vecinas siguen chismoseando en grupo, ahora se apretujan entre ellas con más fuerza. Los chicos salen con esas raras cosas de largas mangas y han cambiado los shorts por largas piernas de tela. Juegan con más ganas, se cansan menos, sudan menos, corren sin aspavientos, las sonrisas no se pierden a pesar del cielo gris.
Pero yo veo otras cosas: el cerro cercano se va tapando con la vertiginosa neblina. El mar lanza su desconcertante olor, el cielo se tapa de a pocos. En las noche la luna y las estrellas a penas y se distinguen. En las madrugadas el frío es casi insoportable, como para no dejar la banca del parque donde voy disfrutando la llegada de este invierno que será especial.
El universo parece confabularse, quiere que deje atrás grandes malos momentos, que vuelva a ser yo y todo a mi alrededor. En el paradero, de regreso a mi casa, la neblina aparece en el cielo. Puedo distinguirla cuando susurra al lado de los grandes postes amarillentos, camina lento, se va asentando en la ciudad.
En los pocos días todo será perfecto. EL cielo gris de Lima reaparece.

Ramón y su nueva máscara

Hace algunos días Ramón escucho algo cierto con respecto a los nuevos lentes que se compraría. Una amiga lejana le hizo una comentario interesante:

"Comprarse nuevos lentes es todo un lío, es como cambiar de rostro. Las formas de la montura, el color, el tamaño; cambia completamente todo el rostro. Te da otro semblante".

Aquella sentencia le pareció más que razonable, totalmente cierta. Cada lentes que se ponía le cambia el rostro, pero aún más, le cambiaba el ánimo. Algo raro le pasaba cuando descubría una montura extraña entre su puente nasal, delante de sus ojos. Si eran muy pequeños y delgados se mantenía serio; si eran demasiado grandes y gruesos se ponía melancólico y pensativo. Debía encontrar la medida exacta.

Había pocas posibilidades en el mostrador. Hasta que encontró el perfecto: No demasiado pequeño, no tan grueso, no tan grande, perfecto.

Se lo puso, su rostro se mantuvo serio, despreocupado. De a pocos su mirada se iluminó y una extraña melancolía lo invadió. Por fin se reconoció.

- ¡Me llevo éste!
Ramón encontró su rostro entre ese mar de anteojos.