viernes, 4 de enero de 2008

Sobre el ocaso...

El sol caía con fuerza sobre mis ojos. ¿Es posible que pueda escuchar su eco palpitante en mis oído?, me preguntaba con extrañeza, viendo mis manos quemarse, oliendo mi carne chamuscada. Volví la mirada y el mar se aún estaba muy lejos, muy abajo. ¡Corre, corre tiempo deagraciado! Y aguantaba las ganas de llorar.
El sol avanzaba lentamente, riendo, escuchaba sus latidos y su risa sardónica moverse entre mis dedos. No lloré; lo tomé de su nucleo ardiente y apreté con todas mis fuerzas hasta incrustarla dentro del mar. El cielo protestaba ante el acto criminal, naranja, copos de nubes se alejaban.
A los pocos minutos cayó la noche...

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