Lo pensó fácil y se lanzó. Las manos en los bolsillo, uy qué frío, la chalina mal puesta, los pasos como de ratas en la rueda infinita. Garuaba. No podría haber clima otro clima perfecto, mientras recordaba la pelea entre McCallister y el negro Ontaneda, el gancho del gringo cayendo en la mandíbula, crac, y que no se cae, plaf, y que se mantiene en pie. Increíble que el negro aguantara tanto, del llauca tenía que ser, y ese gringo que lo habían traído para llenar el espectáculo. El negro se merece buenos matches, sino cómo.
Ya había cruzado la calle. Quería prender un cigarro, pero había recordado que no no tenía ninguno, que los cincuenta céntimos que cuesta un lucky eran para comprar algo para comer, o para el pasaje en caso salga pasadas las 11 de la noche. Si después de las 11 no logro convencerme que mañana es el día, no habrá otro, mañana tiene que ser, ése es el día, el día D. Y con con la 'd', mientras caminaba, iba completando una poemetría.
Los versos se completaban en su cabeza, casi sin pensarlo, solo sentirlo.
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