lunes, 17 de octubre de 2011

El peligro de contemplar.

Fue extraño. Theodoro estaba en medio de ambos, como si fuera parte de una competencia deportiva, arbitrando una partido decisivo. Miraba cada lado del campo, examinando a los contendientes, esperando, sabiendo que en cualquier momento uno de nosotros daría el primer paso. Por algo yo no era signo fuego y ella signo aire. Moldeaba sus bigotes a cada pestañeo mío, lanzaba una tremenda bocanada de humo a percibir la mirada de Luciana escabullirse de la arena.

Yo seguía pensando que era muy extraño. La tenía frente a mí, y si bien al presentarnos también la pude contemplar desde la misma posición, estar sentado y dispuestos sobre la mesa, verla más serena y menos indispuesta con mi presencia me hacía apreciarla mejor.

Y la aprecié, no sé cuánto, pero creo que el tiempo se apoderó de mí implantándole una dimensión estacionaria, un momento donde pronunciar congelado no llena completamente la definición que me mantuvo viéndola por un segundo infinitesimal que me hizo conocerla desde toda la vida. Pude delinear la facciones de su rostro, completarla con suspiros silenciososo, que no permitieran ser detectados por su oído elaborado de almohadones nimios, escondidos entre sus garabatos que caín sin que ella los moviese. Sus ojos se escapaban, huían de mi mirada que los escrutaba hasta la saciedad; era como un profundo pozo donde reposaba agua de marmoleo color. Los labios se movían para pronunciar algo, imaginé al tiempo volviendo a correr, quebrantarse el aura que había formado con tan solo sentarse y comportarse como Luciana sabe hacerlo, pero fue un intento, el tiempo siguió sin hacer nada, sin mover las manitas de los segunderos, sin darle más trabajo al mundo que quería dar vueltas como su naturaleza así le confiere. Solo era ella con su rostros en V, metido en los cachetes, mentón puntiguado pero sensible.

 - Señores, me olvidé de algo que seguro les interesará -dijo estentoreamente Theodoro W. Adorno. Su voz parecía de otra dimensión al quebrantar el momento que había construído con tan solo verla y pensarla entre trazos y tonalidades-.Regreso en un momento, espero que cuando regrese hayan dicho al menos 'me voy'.

Sus patas sonaron fuertes al contacto con el piso. Cuando su cola terminó de desaparecer tras la puerta, yo ya me había parado y colocado a su lado. Su rostro lo dijo todo: quería escupirme de alguna forma, patearme, jalarme, golpearme, intentar alejarme con un mueca simple.

No se lo permití.

Ahí estabamos los dos, besándonos. Como si solo supieramos hacer eso.

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