[1](Nota: El siguiente escrito fue encontrado en el interior de un diario personal[2] en las cercanías de nuestra dependencia policial. El diario no tenía nombres, ni fechas; sólo se relataban sucesos que, hasta ahora suponemos, pueden haber sido ficticios. Este relato estaba separado de los demás; escrito en una hoja bulqui y según los especialistas, pudo haber sido iniciado hace unos 6 ó 7 años. Luego de investigarlos se los entregamos a una casa editorial que deseara ponerlos a la luz, ya que no se encontraron hechos de alguna relevancia; más bien parecen ser textos de carácter literario).
Descubrí Uqbar y Tlön[3]
Cuando terminé de leer Uqbar, Tlön y Orbis Tertius, no podía creer que un mundo como Uqbar existiera. Traté de conseguir por modos extraordinarios el “Orbis Tertius”, la primera enciclopedia de Tlön (una de las tantas regiones que existen en Uqbar). No encontré ninguna información acerca de la enciclopedia y menos del supuesto planeta. Busqué en revistas, libros, Internet, fui a las bibliotecas de la ciudad, hablé con mucha gente de mi universidad y nada. Renuncié a mi búsqueda (que se había convertido en obsesión) y me olvidé parcialmente de ese magnifico y extraordinario lugar.
Un par de meses después, en una de mis tantas visitas a la biblioteca “Lima Urbana”[4], buscando algunos libros encontré un compartimiento secreto en un estante, éste se encontraba en la fila que estaba más pegada al suelo. Intrigado, indagué en ese pequeño secreto y encontré algo que me cambiaría la vida: el fascículo número 29 de la colección “Orbis Tertius”, la primera enciclopedia de Tlön. Mi antigua inquietud volvía a arder en mis entrañas; el libro estaba muy empolvado y por lo que se veía estaba escrito en inglés. Se lo mostré al bibliotecario y luego de pagarlo y registrarlo, me lo llevé tan rápido como pude.
Ya en mi casa lo revisé de principio a fin; según la información de la enciclopedia, esta consistía en 100 ejemplares y estaba traducido, de una lengua de Uqbar (exactamente en el dialecto de la región de Tlön) al inglés. Tan impaciente estuve en tratar de saber lo que decía la enciclopedia, que comencé clases intensivas de inglés; mientras tanto, trataba de interpretar lo posible con mi precario inglés. Un apartado de la enciclopedia se basaba exclusivamente a la explicación de la lingüística de Tlön y decidí explorar esa parte del libro cuando terminara mis clases ya que se me hizo imposible traducirla; pero encontré un fragmento más accesible, ésta nos detalla las costumbres, hábitos y creencias de la gente de Uqbar. Tras larga lectura y traducción descubrí que un heresiarca de Uqbar había formulado que los espejos son abominables porque tienden a duplicar el número de los hombres. Me pareció una sentencia aceptable; pero me hizo pensar acerca de la evolución intelectual y cultural de esa región.
Intensifiqué las clases de inglés y proseguí con la búsqueda de los demás tomos de la enciclopedia de Tlön, dejé hasta la universidad y mis compañeros de clase (no sé si lo hicieron porque les interesaba saber como era Uqbar o porque les daba lástima mi solitaria e incesante búsqueda) me daban aliento o algunos me acompañaban; en fin, al no encontrar nada, nuevamente me sumí en la incertidumbre por mucho tiempo.
A los pocos meses mi vida retoma su rumbo: continué la universidad, encontré trabajo, me enamoré y me olvidé, nuevamente, de Uqbar; pero como la primera vez, el destino (o lo que fuese) quería que llegara a conocer ese lugar y me puso otra pista.
Un día tome la decisión de limpiar y organizar mis libros, encontré ejemplares que hacia tiempo los había leído y también otros que ni había tocado; entre ellos estaba el “Orbis Tertius”. No le tomé la más mínima atención, pero si me percaté del libro “Ficciones” de Jorge Luis Borges y le eché un vistazo para remembrar sus viejos cuentos. En ese volumen el cuento de Uqbar, que era el primero, efectivamente hablaba acerca de los espejos y de su monstruosa característica; me puse a meditar sobre si algo tenía que ver los espejos con todo esto. Me acerqué al mío, que se encontraba en un pasadizo oscuro de mi departamento, lo observé cuidadosamente y sólo me encontré con mi reflejo: más viejo, con las ojeras más notorias y la barba más crecida de lo normal. Traté de concentrarme dejando mi mente en blanco. “Un espejo tiende a duplicar el número de los hombres” pensé; miré mi reflejo y tuve la sensación de que esa persona era la que había estado buscando por todos medios un indicio de Uqbar. Si esa afirmación era correcta, ¿Quién era yo? ¿Es qué soy sólo un simple reflejo? ¿O soy un duplicado pensante y con conciencia propia?
Al terminar esta meditación, me desperté en un gran cuarto lleno de espejos, ¡Eran incontables! Frente a mí estaba mi reflejo sentado con los ojos cerrados y la estancia en la que se encontraba era mi casa. Me sobresalté, hasta llegué a pensar que estaba muerto o en otro mundo, éste último dictamen me pareció más lógico, igualmente, ya no sabía que era racional o ilógico en ese momento. Encontré una gran puerta y me dirigí con mucho temor al no saber que encontraría. Mientras caminaba hacia ella, sentía los pensamientos de muchos pensadores: (…)[5], ¡Personas de las que no había escuchado nunca! Abrí las puertas y me hallé ante una gran civilización, de una lengua indescifrable, con arquitecturas que alaban las formas perfectas y en la que la única ciencia permitida y enseñada era la filosofía. Me trataron como uno más; me incluyeron en sus festividades, me hicieron degustar de sus artes gastronómicas y se me hizo difícil entenderlos así que tuve que volver a mi mundo (si es así como se le puede llamar) y estudié su lengua y gramática de la enciclopedia.
Cada cierto tiempo visito este gran lugar, lleno de pureza, alegría, imaginación y artes; muy alejado de la insensatez, caos, injusticia e desigualdad del nuestro. Muchas veces cavilo sobre si es posible que pueda hacerlo público, me gustaría que todos conocieran este hermoso “mundo”, pero a la vez me da miedo. Miedo de que termine siendo igual al mundo real.
Descubrí Uqbar y Tlön[3]
Cuando terminé de leer Uqbar, Tlön y Orbis Tertius, no podía creer que un mundo como Uqbar existiera. Traté de conseguir por modos extraordinarios el “Orbis Tertius”, la primera enciclopedia de Tlön (una de las tantas regiones que existen en Uqbar). No encontré ninguna información acerca de la enciclopedia y menos del supuesto planeta. Busqué en revistas, libros, Internet, fui a las bibliotecas de la ciudad, hablé con mucha gente de mi universidad y nada. Renuncié a mi búsqueda (que se había convertido en obsesión) y me olvidé parcialmente de ese magnifico y extraordinario lugar.
Un par de meses después, en una de mis tantas visitas a la biblioteca “Lima Urbana”[4], buscando algunos libros encontré un compartimiento secreto en un estante, éste se encontraba en la fila que estaba más pegada al suelo. Intrigado, indagué en ese pequeño secreto y encontré algo que me cambiaría la vida: el fascículo número 29 de la colección “Orbis Tertius”, la primera enciclopedia de Tlön. Mi antigua inquietud volvía a arder en mis entrañas; el libro estaba muy empolvado y por lo que se veía estaba escrito en inglés. Se lo mostré al bibliotecario y luego de pagarlo y registrarlo, me lo llevé tan rápido como pude.
Ya en mi casa lo revisé de principio a fin; según la información de la enciclopedia, esta consistía en 100 ejemplares y estaba traducido, de una lengua de Uqbar (exactamente en el dialecto de la región de Tlön) al inglés. Tan impaciente estuve en tratar de saber lo que decía la enciclopedia, que comencé clases intensivas de inglés; mientras tanto, trataba de interpretar lo posible con mi precario inglés. Un apartado de la enciclopedia se basaba exclusivamente a la explicación de la lingüística de Tlön y decidí explorar esa parte del libro cuando terminara mis clases ya que se me hizo imposible traducirla; pero encontré un fragmento más accesible, ésta nos detalla las costumbres, hábitos y creencias de la gente de Uqbar. Tras larga lectura y traducción descubrí que un heresiarca de Uqbar había formulado que los espejos son abominables porque tienden a duplicar el número de los hombres. Me pareció una sentencia aceptable; pero me hizo pensar acerca de la evolución intelectual y cultural de esa región.
Intensifiqué las clases de inglés y proseguí con la búsqueda de los demás tomos de la enciclopedia de Tlön, dejé hasta la universidad y mis compañeros de clase (no sé si lo hicieron porque les interesaba saber como era Uqbar o porque les daba lástima mi solitaria e incesante búsqueda) me daban aliento o algunos me acompañaban; en fin, al no encontrar nada, nuevamente me sumí en la incertidumbre por mucho tiempo.
A los pocos meses mi vida retoma su rumbo: continué la universidad, encontré trabajo, me enamoré y me olvidé, nuevamente, de Uqbar; pero como la primera vez, el destino (o lo que fuese) quería que llegara a conocer ese lugar y me puso otra pista.
Un día tome la decisión de limpiar y organizar mis libros, encontré ejemplares que hacia tiempo los había leído y también otros que ni había tocado; entre ellos estaba el “Orbis Tertius”. No le tomé la más mínima atención, pero si me percaté del libro “Ficciones” de Jorge Luis Borges y le eché un vistazo para remembrar sus viejos cuentos. En ese volumen el cuento de Uqbar, que era el primero, efectivamente hablaba acerca de los espejos y de su monstruosa característica; me puse a meditar sobre si algo tenía que ver los espejos con todo esto. Me acerqué al mío, que se encontraba en un pasadizo oscuro de mi departamento, lo observé cuidadosamente y sólo me encontré con mi reflejo: más viejo, con las ojeras más notorias y la barba más crecida de lo normal. Traté de concentrarme dejando mi mente en blanco. “Un espejo tiende a duplicar el número de los hombres” pensé; miré mi reflejo y tuve la sensación de que esa persona era la que había estado buscando por todos medios un indicio de Uqbar. Si esa afirmación era correcta, ¿Quién era yo? ¿Es qué soy sólo un simple reflejo? ¿O soy un duplicado pensante y con conciencia propia?
Al terminar esta meditación, me desperté en un gran cuarto lleno de espejos, ¡Eran incontables! Frente a mí estaba mi reflejo sentado con los ojos cerrados y la estancia en la que se encontraba era mi casa. Me sobresalté, hasta llegué a pensar que estaba muerto o en otro mundo, éste último dictamen me pareció más lógico, igualmente, ya no sabía que era racional o ilógico en ese momento. Encontré una gran puerta y me dirigí con mucho temor al no saber que encontraría. Mientras caminaba hacia ella, sentía los pensamientos de muchos pensadores: (…)[5], ¡Personas de las que no había escuchado nunca! Abrí las puertas y me hallé ante una gran civilización, de una lengua indescifrable, con arquitecturas que alaban las formas perfectas y en la que la única ciencia permitida y enseñada era la filosofía. Me trataron como uno más; me incluyeron en sus festividades, me hicieron degustar de sus artes gastronómicas y se me hizo difícil entenderlos así que tuve que volver a mi mundo (si es así como se le puede llamar) y estudié su lengua y gramática de la enciclopedia.
Cada cierto tiempo visito este gran lugar, lleno de pureza, alegría, imaginación y artes; muy alejado de la insensatez, caos, injusticia e desigualdad del nuestro. Muchas veces cavilo sobre si es posible que pueda hacerlo público, me gustaría que todos conocieran este hermoso “mundo”, pero a la vez me da miedo. Miedo de que termine siendo igual al mundo real.
[1] Nota agregada por el comisario del sector donde fue encontrado el diario personal. Decidimos colocarla para despejar las incertidumbres de los lectores, que conozcan la historia de dicho relato.
[2] El diario personal también fue publicado por la misma casa editorial con el nombre de “Un diario perdido”. Se pueden encontrar en él diversos cuentos.
[3] Este nombre no se encontró en dicho diario. Los publicadores nos dimos el permiso de darle ese título.
[4] Dicha biblioteca nunca fue ubicada. Se deduce que también fue creada.
[5] Se encontró tachada esa parte donde supuestamente se nombran a los pensadores. Se calcula pudo haber nombrado unos 5 ó 6 nombres.