sábado, 21 de abril de 2007

Habladores

¿Qué molesto es que alguien desconocido le dirija la palabra, no? Pues eso es lo que me pasó hace un instante. ¿No lo recuerda? Fue hace unos minutos en que me vine a sentar a su lado señorita. Fíjese usted que yo estaba al fondo de este microbús, muy tranquilo por cierto; fue cuando se acercó este personaje muy hablador. ¡Y se sentó a mi lado!, y yo que odio a las personas parlanchinas. ¿Me comprende señorita? Fue cuando este individuo comenzó a hablar, solo, pero en voz alta, sin que nadie le dijera o preguntara algo. ¿Qué falta de educación, no le parece? Hablarle a un desconocido sin antes presentarse, o al menos excusarse de su error; pero no... este sujeto comenzó a soltar su monólogo, seguro para que alguien le prestara atención. ¡Qué sinvergüenza! ¿No cree? Bueno, como le decía, este ser repugnante inició la charla con la persona que estaba a su derecha ¡Pobre hombre! Y yo que estaba a su siniestra, escuchaba perfectamente los temas que se estaban tocando en esa conversa. ¡No creerá que soy un chismoso! Le pregunto esto porque a dibujado usted en su rostro un signo de incomodidad. Pues como le decía, como todo buen sociólogo, debo estar presto a cualquier fenómeno social que se me presente. Y este hecho era muy singular como verá. Pero sigamos con el relato. Entre el parlante y el parroquiano se desató un diálogo que se caracterizó por los temas políticos y económicos del país, del cual yo no estaba muy informado. Señorita, ¿Usted se encuentra bien? Para que se reponga, proseguiré. Luego de una larga charla, que como usted ya supone, me irritaba al extremo, el pasajero se despidió del hablador y se bajó en el paradero más cercano. Ja ja ja, seguro el pobre estaba también molesto por la actitud del incorregible parlamentador. Pero, la huida de ese parroquiano sería mi desdicha, pues su siguiente blanco sería... ¿A qué no adivina? ¡Pues yo! Si amiguita, lo que tanto había temido tenía que ocurrir y de que manera; de una forma inoportuna, desastrosa, entre balbuceos e incoherencias, sin tiempo a tomar una medida que contrarreste esta situación. Seguro usted señorita, que se le ve muy sabihonda, se preguntará ¿Cuál fue la actitud ante las hostilidades del lenguaraz? Bueno, una de mis tácticas fue la de mostrarme muy irresoluto. ¿Porqué? Pues, eso lo hice para bajarle sus defensas. Luego esperar que tocara temas panegíricos, con los cuales se distraería, ya que sólo hablaría de sí mismo, se olvidaría de mi presencia y... ¿Me esta escuchando? Y aprovecharía ese momento para escaparme, con una magistral acción, que sólo lo conocen sociólogos como yo. Seguro que piensa que huir del parlanchín fue una actitud muy pueril, lo sé, lo sé; pues le digo, todo vale con tal de salir de las manos de un verborreico empedernido. Creo que al fin me da la razón señorita; disculpe, ¿Ya se va?, pero todavía tengo otras experiencias y anécdotas que contarle. Oiga, ¿Porqué me lanza esos improperios?. Sólo le conté una pequeña historia, señorita, señorita...

3 comentarios:

Baguz dijo...

muy bueno... hey, yo soy parlanchina!!! :(

la dueña dijo...

muy bueno , yo no soy tanto asi , sino conozco a al persona a lo lejos suficiente lo miro . Me intimida mucho eso de acercarme hablar a alguien de la nada.
Pero que forma màs sarcastica la tuya de escribirlo , es màs me has hecho recordar a Rebeca que ella fue la primera en hablarme asi de la nada y yo creyendo q estaba loquita le seguia hablando jaja.

giovanna dijo...

yo suelo hacerlo es màs llego hablar hasta conmigo misma cuando aburro a los demàs..