domingo, 3 de octubre de 2010

03 de octubre

No hay nada comparable a una noche con personas que te pueden hablar de tantos sucesos, tantas experiencias, tantas formas de ver el mundo, tanta mierda que no te interesa, pero que te llena, te revitaliza, te renueva. El bar estaba medio vacío por la detestable ley seca, pero estuvieron los que tenían que estar. De cada momento a otro transitaba de mesa en mesa buscando una voz que me diga algo nuevo, que me llene de historias con las cuales sea más agradable tomar la cerveza helada que llevaba por doquier.

Al final la noche fue precisa. No solo alimenté mi espíritu e incentivé mi humor; también me olvidé. Me olvidé por un momento de los inalcansables, de los imposibles, de los detestables sentimientos, de los jodidos momentos que disfruto. Ayer fue una noche de puta madre que distrajo un poco la puta madre de vida que llevo.

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