martes, 26 de octubre de 2010

Nunca pensé que amarte de la forma en que te amé fuera suficiente. Me doy cuenta al prender el quinto cigarrillo que puedo encontrar en la cajetilla, que puedo encontrar en el bolsillo, que puedo encontrar en mi camisa, que puedo encontrar plenamente dispuesta sobre mis hombros, sobre mi pecho que explota. No te veo. Aún no te veo y suena 'Little girl blue'... preciosa voz, la bocanada que se expande sobre mis ojos, sobre el paisaje. Te amé de las miles de formas que te lo pudieron haber prometido... sólo que yo las concreticé en las mañanas cerúleas, en las llamadas a las 4 en punto de la tarde. Te amé de las miles de formas que solo yo pude amarte... con las canciones en el disco, con los poemas pegados al celular, en los días que aparecía frente a la puerta de tu aula, la mirada que te busca, los oídos que te siguen.

También te amé de la forma que jamás... jamás te amarán... con los besos silenciosos y ahogados, repletos de aire y deseos, con las miradas que nos obligan a maldecir al destino, las piernas temblequeantes, las manos nerviosas, las miradas que se buscan, los pies que juegan, la cerveza que tomas de mi vaso. Las manos que tomas de mi mano, los besos que tomas de mis labios, la vida que aspiras de mi cuerpo.

Aún no sales. Se termina el quinto cigarrillo. La tarde pierde el grisáceo encanto que me obliga a esperarte. Amarte nunca fue tan difícil, no tan difícil como hoy, donde la incertidumbre baila en nuestros avatares, en nuestras sinrazones, en nuestras plegarias y nuestros discursos. Me levanto; tal vez no saldrás o ya saliste... tal vez en cinco minutos salgas acompañada. Entonces será lo mejor para mí, porque amarte nunca fue tan díficil. Ahora lo es y lleva esa carga: la de matarme.

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