viernes, 3 de abril de 2015

Día 4

Ale fue tomando la riendas la cofradía. Desde que comenzamos a salir se fue interesando poco a poco en esas nimiedades que nos había interesado a Rodríguez y a mí al inicio de nuestras salidas. La primera vez que conocí la casa de Ale ya había comenzado a coleccionar objetos de peculiar valor (por no decir sin valor) y a organizarlos de tal manera que su sala era un pequeño museo minimalista. La idea me pareció sensata. Su ritual de iniciamiento fue simple, pero significativo.

Por mi parte yo intentaba de buscar nuevo miembros que quisieran unirse a nuestra singular cruzada. Muchos de mis amigos o compañeros de labores no entendían el objetivo de formar parte de este grupo. Algunos se escabullían de mis insensateces, otros me mostraban sus mejores caras de incredulidad. Finalmente, ante el fracaso de la convocatoria, decidí cambiar de discurso. Entre los pocos camaradas que no habían escuchado mi parloteo fútil, insistí en que participaran en un pequeño grupo de tertulias literarias nocturnas.

Amenizadas con alcohol claro.

Era el elemento necesario para generar interés en nuestra empresa. Luego vería la forma de 'voltear la tuerca', como decían tantos cuentistas que busco emular. Esto solo es la 'punta del iceberg' de lo que encontrarían en la cofradía...

Como imaginé, la primera reunión solo fue una conversación para ponernos al día, acabarnos las cervezas que habíamos comprado y ligar con alguna moza interesante que haya asistido. La casa de Ale terminó siendo un salón romano. Casi me lío a golpe con mi compa Gonzalo por estar mirando de manera libidinosa a Ale. Efectos del alcohol y las hormonas, lo sé (yo estuve haciendo lo mismo con esa morena que se apareció a la media noche y que yo no invite).

Bueno, la reunión acabó con final feliz, una amistad grupal en ciernes y nuestros hígados pateados por el alcohol.

A la siguiente reunión regresó la mitad, y a la que continuó solo 3 personas: Manuel, Carla y Jorge.

Pues, empecemos.

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