Comencé... a recordarte. Me gusta esa imagen de bajar un poco mi cabeza para verte y tú subiendo tu cabeza para verme. Recuerdo el color cobrizo de tu piel, el cabello cayendo por el lado derecho de tu rostro. Tus maneras, tus manos, tus gestos, tus ojos brillantes por el cansancio, por el alcohol, de tu caminar distantes; viéndote, siguiendote con la mirada para que no caigas.
Desperté... y no recuerdo tu voz. No recuerdo que hayas dicho mi nombre... no recuerdo que hayas dicho, sí, también...
Y ahí quedó todo. Lo demás es un paseo inmoral por la virtualidad, esa que nos miente y que juega conmigo a tenerte.
martes, 8 de junio de 2010
sábado, 5 de junio de 2010
Hoy, hace unos minutos.
Y te he visto conectada en alguna página virtual, en cierta red impersonal que nos conmueve, que nos aproxima y que, lamentablemente, no separa aún más. Sólo te muestro mi superficialidad -la triste hipótesis que pretendo objetivizar en una tesis sin pies ni cabeza-, una pequeña parte del iceberg, solo un pequeño pedazo debajo del camuflaje.
Y lo único que puedo ver es tu foto, que me destruye y atormenta per se. Veo también tu nombre, que me lo sé de memoria, que lo recito cada noche como un rezo en un santuario salvaje, por medio de sonido guturales que simplifican mis ganas de gritar tu nombre y hacerte aparecer, sentada junto a mí, contandome historias y viéndote reir como te ries; siempre contu amigxs... nunca frente a mí.
A mí sólo me pertenecen miradas vacias o muecas sin algún símbolo que me adelante en el camino. Para mí sólo está dispuesto tus cejas fruncidas y tus miradas lejanas desde los balcones de la universidad. Tú tienes para mi tu lejanía, tus brazos al aire, tus miradas através de los hombros carcomidos por la soledad.
Y es todo eso... con unas cuantas cervezas encima... un todo un sentimiento queriendo salir desde dentro.
jueves, 3 de junio de 2010
10:15 pm. de ayer
¿Por qué me resultas tan misteriosamente hermosa? Detrás de tus cabellos ondulados, de tu mirada perdida fuera de mis ojos. ¿Por qué eres tan beautiful? tan chiquita como suena la palabra; tan exquisita, tan pequeña, de una forma que me obligas a escribirte cada noche, a pensarte cada vez que cruzo la universidad, a cada peldaño que me sube un centimetro más del suelo, a cada saludo que busco, a cada encuentro que imploro.
¿Por qué eres tan indecente para mis gustos obscenos? Será que no llego a cumplir tus expectativas o que tú vas más allá de mis deseos, eres más que mis estereotipos de chica ideal, de mujer a quién amar, el modelo que quiero desear. ¿Por qué seguimos tan lejanos? ¿Por qué me gustas tanto?
Creo que es el momento de dejarme de destierros absurdos y de inspecciones a medias... Dejemos de ser nosotros mismos. Conozcamos como no sabemos hacerlo.
miércoles, 2 de junio de 2010
4:00 de la tarde de ayer
La vió sentada entre los pasillos que se carcomen entre sí. Necesito verla uno segundos para decidir acercarse. Le tomó otros segundos más, detenerse, y continuar, para planear lo que le diría a penas la tuviera al frente. Su corazón quería salirse del cuadro con un solo latido y llevarse lo que sentía de un jalón. Supo que era su momento. Sudaba, en pleno invierno. Temblaba, más por temor que por frío. Reconoció por un instante que ella no se movía, que no se inmutaba ante lo que pudiera ocurrir a su alrededor.
Las piernas de ellas estaban cuadriculadamente dispuestas sobre el piso. Su espalda, quebrada y tibia, descansaba sobre la pared despellejada. Sus cabellos ensortijados y tensos disipaban el aire, contraída el ambiente, apretaba las sienes. Él se dejó estar. Sólo dos pasos más, sólo uno más. Ella que levanta la mirada...
y silencio.
De esas miradas que duran vidas enteras, que no necesitan palabras para decir lo que está metido en el corazón, en la aorta, en la vena más pequeña...
y se dio la vuelta.
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