domingo, 28 de febrero de 2010

La vida que perdí

Meditando uno llega a encontrarse con quien no quiere. Una tarde caliente de horrible verano fue el contexto de mi reflexión personal e indiscutible conmigo mismo. Andando por los laberínticos oscuros y algo divertidos de mi cabeza, pude entender que este no es mi mundo, que esta esclavitud del trabajo, de la dependencia del dinero, de mantener una familia no puede compenetrarse con mi ideas y pretensiones.

Quiero vivir del arte, pensé en ese momento... y también de la ciencia... escribir, pensar, observar, cuestionar, hacer, crear, divertir, hacer soñar, hacer llorar, mentir, tirar, volar con alas de humo apestoso...

Me di cuenta de la vida que perdí, ese mundo del mecanico trajín que se ha vuelto esta ciudad. ¿Realmente quiero eso?

Mientras tenga con qué, seguiré intentando hacer lo que me gusta. No se asombren si alguna vez me ven tirado en alguna esquina derritida de mi presencia, escribiendo algo que ya no tendrá receptor.

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