Eran las 12 de la noche y yo era la única mancha perdida en la esquina invadida por la basura y los perros que urgaban en ella. Ni siquiera la señora ambulante de la esquina se apiadó de mí: seguí parado, nervioso con la soledad y el tiempo que no paraba, esperando esa combi que nunca pasaría.
Estaba con la idea de irme caminando a casa; pero mi sola imagen caminando por lugares desconocidos me amarraron a quedarme quieto en la esquina. Envalentonado y desesperado por la situación, decidí timbrarle a mi madre, con los poco saldo que me quedaba en el celular, para explicarle la situación y tomarme un taxi despidado. Le pagaría estando en casa, así que debía esperarme despierta.
En eso, como milagro, un tipo frente a un taxi, es la misma esquina... fue mi salvación.
- Oe tío... ¿cuánto a Los Cedros?
- Mmmmmm.... 8 luquitas.
- Ya, vamos.
Me acerco con la timidez en el rostro.
- Maestro, disculpe, ¿me jala a Los Cedros? Yo voy por ahí y no pasa ningún carro por acá.
Vi su rostro apretujarse, verme de arriba a abajo. No sé qué cara habré puesto aquella noche atropella y silenciosa, llena de individuos siniestros y sonidos indescifrables... pero.
- Sube nomás.
Y llegué a casa.
1 comentario:
jajajajajaj
me ha pasado!!!
saludos
>!
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