viernes, 9 de julio de 2010

Soñar, no soñar, no más

Sueño que no sueño. Que ya no sueño mil veces las mismas cosas. Es que las cosas llevan tu nombre y soñar no es una práctica que me libere por completo cuando tu nombre está impreso hasta en mi subconsciente. Soñarte, comprende detener tu voz en el vacío sin ningún delirio. Soñarte, es beber tu sangre con azúcar y aguita bien tibia. Soñarte, es tocar la canción más triste, y cantarla con las lágrimas que no son de pena ni de alegría, ni siquiera son lágrimas, ni siquiera lloro, porque aún no te tengo. Soñarte, es no soñar, es soñar que no te sueño... pero aún estás ahí.

No más, digo cada noche antes de embadurnarme con la frazada gris que envuelve mi cama. Pero la promesa es tan terrible como el soplido a un diente de león, ver sus pequeñas partes esparcirse y volar, dejarse llevar por el viento. No más, digo cada noche, y no es más que una mentira que lleva nuevamente tu nombre. No es solo tu nombre, son tus cabellos que se enroscan en el aire, tu saliva que pronuncia un hola, tus labios que se exprimen por sonreír. Eres tu esa mentira que intento hacer verdad con noches insomnes.

He me ahí, soñando nuevamente las mismas cosas.

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