martes, 15 de mayo de 2012

Mis yos

La sensación experimentada hoy en la mañana me durará, máximo, una semana.

No recuerdo bien el momento exacto de la transición, un momento indistinguible entre el dolor y el placer, la ausencia y la estancia. 

No hubo una acción indispensable para lograr tal estado, tampoco una palabra o un pensamiento. Sólo me bastó el cielo gris, suficiente para captar en su segundo, dejando su aliento en los momentos posteriores, miles de momentos, situaciones, sensaciones y percepciones que se licuaron en mi cabeza. 

Desde el colegio, hasta la academia y la universidad. Todos mis yos aparecieron para decirme algo, sucinto y claro; algo importante que no deber ser tomado a la ligera jamás: he crecido.

Pero a la vez todos mis yos me demostraban su extrañeza ante esta nueva persona que veía inquietamente el cielo incoloro. A la vez sentía un cambio sustancial, me sentía extrañamente más alejado de mi sustancia, desconocerme en el alma y en el cuerpo. Esa guerra interna propició violentos malestares mentales, de gran relevancia existencial, pero de impacto menor en ese momento.

Fue algo de paso. Sin embargo sus repercusiones fueron inmediatas. Hasta ahora intento rememorar el eco que acompañó a esos minutos.

Me alejé de mí ser y existencia a la vez que comprendía que yo había cambiado.

O tal vez solo fue el producto de ver el cielo gris.

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