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miércoles, 26 de noviembre de 2008

26 de noviembre (4:57 pm.)

Ayer me encontraba con por el jirón Quilca, lugar donde se reúnen varios placeres; pero en sus primeras cuadras, aquellas que se acercan prematuramente a la avenida Alfonso Ugarte, se había armado un caos tremendo. Un grupo de jóvenes, llenos de vitalidad, lentes, frases grotescas, respiraciones rápidas, miradas fariseas y movimientos inquietantes, habían hecho un plantón en medio de la calle.
Entre los muchachos vi un cartel de la universidad Federico Villarreal. ¡Mi universidad! ¿Qué clase de protesta realizan los chicos de la UNFV, mi casa de estudios, en esta avenida conocida por ser una empresa de sexo y placer? ¿Y a esas horas de la noche que era demasiado extraño?
Ya era demasiado extraño verme pasar por ahí a esas horas (qué ni se enteré Leticia), cuando, cruzando la avenida, me topo con un compañero de aula, Alejandro, que sostenía una banderola en representación de la base 2006 de sociología. "Estamos protestando por nuestros derechos, estás chicas ya están abusando de nosotros y eso no está establecido en el convenio realizado por la universidad".
¿Sus derechos? ¿Abuso? ¿Convenio con la UNFV? ¿Qué clase de manifestación era ésta? Seguí caminando y más adelante me encontré con un grupo de docentes de la universidad. No pude dejar de notar el labio inferior sobresalido a más no poder y los lentes resbalándose por el conducto nasal, era el profesor Ramos. Me saludo y me contó su vida en la universidad, las marchas que había realizado de joven y sus encuentros amorosos con varias chicas traviesas de estos lares. Una vez más tuve que pararlo y preguntarle el verdadero motivo de esta trifulca.
- La universidad Villarreal tiene un convenio con la hetairas de jirón Quilca. Los jóvenes estudiantes y los docentes tiene el derecho de tener un 15% de descuento con cualquier chica de esta avenida con sólo presentar su carné universitario o su carné de docente -me decía todo muy serio y apenado-. En los últimos días, las señoritas prostitutas han estado obviando este convenio, lo que profesores y alumnos nos hemos sentido mortificados. Y aquí estamos.
No sabía si reírme o irme de ahí corriendo. Lo único que pude hacer fue levantar mi bandera de la UNFV y protestar por el bienestar de mis compañeros y profesores.

jueves, 16 de octubre de 2008

15 de octubre (7:02 pm.)

Hay momentos que te alegran la vida. La llamada de alguien a quien estimas mucho, saludo, un beso. Los rayos del sol en plena mañana, la garúa eterna de nuestra ciudad. Un viento gélido y escalofriante o el calor que entra hasta los huesos. Una sonrisa, gesto o tal vez un simple recuerdo o un pensamiento. En mi caso no fue ninguno de estos.

Caminar y buscar, desilusionarte, volver a caminar, tentar en lo más secreto de tu discernimiento. Seguir buscando y encontrar algo que jamás imaginaste encontrar. Esta tarde vine por un libro, en la mente tenía escrito El libro de los amores ridículos de Milan Kundera. Ya tenía pensado esta compra desde que el título se quedara grabado en la frente. Chinín me acompañó en la compra y fue en el stand de mi casero donde lo encontramos más barato. 25 soles.

Con tal compre me sentí sin recursos. ¿Por qué es tan caro invertir en libros en el Perú? El Chino me miraba aburrido. No sé, me dijo, sólo págame el sol que te preste porque ya me voy. Como siempre Chino aburriéndose tan rápido de las cosas tan cotidianas de la vida. Nos despedimos sin solemnidades; además, mi búsqueda aún no había finiquitado.

Salí del boulevard de la cultura. Demasiado caro. Seguí caminando por Quilca, pasando por el Averno y algunos puestos de libros exiliados del boulevard. Decidí entrar a uno donde en la primera parte primaban los libros bambas de auto ayuda; en la parte más lejana, los libros originales de segunda mano.

Y lo vi. Estaba forrando en un vinifán grueso que lo cuidaba de ese polvo maldito que pretendía envejecerlo. Color negro, letras blancas; en medio un pequeño dibujo de un caballero sin igual, desalineado, cubierto en una armadura trajinada por las constantes batallas junto a su fiel escudero. Editorial Cátedra, con introducciones y estudios, con imágenes... Estaba a segunda mano, pero esta mano no perdería la oportunidad de tenerlo en mis manos.

-Señorita, ¿cuánto está este libro?
Le enseño la portada, rogando por dentro que sea de esas que no saben qué es una edición Cátedra de El quijote de la mancha tomo 1.
-Ese está 15 soles.
-¿Lo puedo abrir?
-Claro joven.

Estaba nervioso. Me tardaba demasiado en quitarle vinifán tan pegado, tan impasible.
-Arránquelo joven -me dijo la señorita al ver el terrible espectáculo, o tal vez exasperada de mi actuación-, yo le pongo otro acá.
-No se preocupe, mientras no sea mío no puedo tratarlo como se me da la gana.

Por fin lo desnudé. Lo observé detenidamente y ya el resto es historia. Me enamoré del ese libro. Le di el dinero y me fui directo a mi casa, no sin antes llamar a Leticia a contarle el feliz acontecimiento.

lunes, 22 de septiembre de 2008

22 de setiembre (7: 40 pm.)

Registro mis vivencias temprano pues estuve haciendo unas tareas y aproveché el momento. Escuchando un híbrido de blues, jazz, rock; eso a que le llaman progresivo. Mientras trato de narrar lo poco que me pasó hoy.
Como planeé ayer, fui en busca en algunos libros que rellenaran mis biblioteca personal. Me parece absurdo en algún país los libros estén tan caros. Ya uno no puede disfrutar de un libro, de gran calidad y presentación sin tener más de 30 soles en el bolsillo. Hice todo lo que pude: Un viejo librillo de "supuestos" Cuentos completos de Alejo Carpentier. Más tarde un compañero me hablaría de un cuento de Alejo que no estaba en esta supuesta colección completa. Mediana decepción. Precio: 9 soles. Estado: viejo, hojas amarillas, pero en bueno, sin heridas. Edición: Popular, portada simple.
Luego la búsqueda del tesoro. Lo que lo que el coloquio llama suerte; en ciencia, probabilidad. Buscar al tal Kundera, espero no ensartarme como lo hice el año pasado comprándome esos peruanos que de escritores son buenos peruanos. Encontré versiones de altos precios (superaban los 27 soles y sólo me quedaba 21). Estuve a punto de rendirme, pero llegué al último puesto, el de mi casero.
-Buenas maestro -decía ya buscando otro libro-. Tendrá por si acaso La insoportable levedad de ser de Kundera.
-Sí lo tengo, espérame un rato.
-Pero, ¿cuánto está...
Y salió corriendo a mostrarme el libro. 18 soles, me dijo. Vi la edición, una de las mejores. Lo observé bien tratando de sacarle el truco a esta venta. En la parte de atrás mostraba una mancha, tal vez mojado con café, tenía las hojas y la portada de atrás arrugada, y algunas hojas de adentro pegadas levemente por el líquido. De ahí todo bien. Me lo llevo, dije sin chistar. La suerte me siguió desde que entra a Quilca. Precio: 18 soles. Estado: Manchado en algunas partes de la final del libro, contra portada un poco arrugada, por lo demás, OK. Edición: Perfecta, de esas que parecen un rompecabezas.
En resumen. Hay que buscar bien en Quilca, y si no tienes plata, ándate a la vuelta, en Jirón Camaná, siempre hay algo para el bolsillo.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

3 de stiembre (10:25 pm.)

Por fin actualizo mi biblioteca personal: Herman Hesse y su Lobo estepario, y uno de mis ejemplos a seguir, Borges, con El informe de Brodie. Ya hace mucho que no compraba libros y me he alegrado en demasía llevarme estos dos ejemplares en la mochila, deseando que me llegue más dinero para obtener más y más ediciones.

Y es que aquí obtener libros es como sacarse un ojo de la cara (que metáfora tan vetusta), y con el fin de no comprar piratas (que abundan, pero mi biblioteca debe tener las mejores ediciones) debo recurrir a los originales, en el boulevard de la cultura Quilca, donde se encuentra de todo, con lo único malo que los precios son absurdos y que no se puede robar ningún ejemplar (los vendedores se protegen entre ellos creando una vigilancia masiva entre ellos).

Siempre he tratado de robar libros en Quilca, pero la posibilidad de atraparme y ganarme el reprobo de los vendedores como que me cohiben de realizar este acto lejano a lo correcto. Por ahora sólo me queda seguir comprando hasta que aprenda las mañas necesarias para salir ileso de estas ideas descabelladas.