martes, 17 de febrero de 2009

Cuando todo se vuelve onírico

Escribiré en un rincón y delinearé las formas con crayones, para no perder mi camino pueril. La música latente entra por mis oídos y se deposita en mi corazón; luego, como por cosas de la gravedad o simplemente de la tristeza, correrán por mis venas, subirán, desde mi pecho, el cuello, mi rostro, hasta mis ojos. Saldrán convertidas en lágrimas y el gran espacio vacío a mi alrededor me dará la razón.

Comeré para saciar el vacío de mi estómago, tal vez llene el vacío al lado del sillón. Veré televisión para saber si tanta trivialidad me hace sentir igual a los demás. Jugaré con el silencio, esperando que diga algo, un susurro y convertirme realmente en su amigo. Me esconderé en el baño y me mojaré la cara llena de pelusas y manchas rojas.

Me asomaré por la ventana y aullaré con los demás perros, para convertirme en uno más, un solitario innato. Me protegeré debajo de mis frazadas, acurrucado en mis almohadas al menor ruido fantasmal y extraño. Me soñaré en un gran campo y en el cielo sólo podré ver tus ojos y por un momento sabré que el sueño fue bueno.

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