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martes, 6 de enero de 2009

Primer día en Cajamarca

Parecían martillos en la cabeza. Felizmente no me dio el so-roche, pero me vino algo de soroche: un dolor de cabeza insoportable que me obligaba a hacer algunos gestos deplorables con el rostro, cuando los cajamarquinos me miraban haciendo muecas, decían: éste es limeño. Yo sólo caminaba tratando de parar a los lunáticos en mi cabeza. Mi viejo me hablaba no sé que tontera en el carro, mientras mi madre miraba el paisaje por la ventana mojada por la lluvia. Le dije a mi padre para bajar y sentir la lluvia en mi cabeza, tal vez así se me pasaba algo el dolor; pero todo fue en vano, igual sentía la cabeza dándome con los martillos. La lluvia estuvo buena.
Era 31. Como en los últimos años, la pasé tranquilo viendo TV, mientras mis padres de mandaban a la mierda psíquicamente, a través de la mirada que ni siquiera se cruzaba. Mi primer día en Cajamarca fue un dolor de cabeza, una pequeña lluvia, una mandada a la mierda a todo mi mundo, un programa de TV y una insoportable noche, en la que extrañaba mi cama.
No, extrañaba mis cosas en Lima.

jueves, 1 de enero de 2009

Narrando el camino a un viaje (30 de diciembre)

"Este ya no es mi cielo", fue la manera con la que quise empezar mi historia, una que es quizá demasiada difícil de explicar. Trate de imaginarme, mientras viajaba, la manera de expresar literariamente un viaje en ómnibus, pegado al lado de la vena derecha. Tal vez una serie de fotografías al azar, lanzadas por una indiscriminada cámara fotográfica endemoniada, o una inacabada pieza de cine clásico, de esos independientes que tienen muchas fans. Pero no. No quise darle ese valor, muy técnico quizás, o demasiado sombrío. Quise hacerlo menos humano, más romántico, más sensible, mucho más de lo que sentía esa vez.
"Esto es mucho más que mi cielo, ya no es gris, azul, anaranjado, a veces algo seco. Este cielo es morado, un morado sideral, un color universo, más cercano a lo interminable. De día, el cielo es celeste, o es celeste o es celeste, no hay otro color. De noche, morado, un azul escuro, terrible. Del que se espera una estrella más brillante que otra".
Así comenzó mi viaje. Luego la calle interminable, las luces en ese cielo apagado. Las respiraciones a mi alrededor y todos mis sentidos a lo que pasara detrás de la ventana: pueblos, ganado, sierra, cultivo, descensos, abras, verde, temor, sol.
Y esperando que no me dé el so-roche, que a diferencia del soroche, este es más vergonzoso y les da más a los limeños, pero no pasó, un ligero dolor de cabeza entre montañas y caminos zigzageantes y me encontré en un ciudad guardada bajo siete llaves: Cajamarca.