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jueves, 1 de enero de 2009

Narrando el camino a un viaje (30 de diciembre)

"Este ya no es mi cielo", fue la manera con la que quise empezar mi historia, una que es quizá demasiada difícil de explicar. Trate de imaginarme, mientras viajaba, la manera de expresar literariamente un viaje en ómnibus, pegado al lado de la vena derecha. Tal vez una serie de fotografías al azar, lanzadas por una indiscriminada cámara fotográfica endemoniada, o una inacabada pieza de cine clásico, de esos independientes que tienen muchas fans. Pero no. No quise darle ese valor, muy técnico quizás, o demasiado sombrío. Quise hacerlo menos humano, más romántico, más sensible, mucho más de lo que sentía esa vez.
"Esto es mucho más que mi cielo, ya no es gris, azul, anaranjado, a veces algo seco. Este cielo es morado, un morado sideral, un color universo, más cercano a lo interminable. De día, el cielo es celeste, o es celeste o es celeste, no hay otro color. De noche, morado, un azul escuro, terrible. Del que se espera una estrella más brillante que otra".
Así comenzó mi viaje. Luego la calle interminable, las luces en ese cielo apagado. Las respiraciones a mi alrededor y todos mis sentidos a lo que pasara detrás de la ventana: pueblos, ganado, sierra, cultivo, descensos, abras, verde, temor, sol.
Y esperando que no me dé el so-roche, que a diferencia del soroche, este es más vergonzoso y les da más a los limeños, pero no pasó, un ligero dolor de cabeza entre montañas y caminos zigzageantes y me encontré en un ciudad guardada bajo siete llaves: Cajamarca.

sábado, 6 de septiembre de 2008

6 de setiembre (10:15 pm)

Continuaré con la narración del viaje a Coayllo, ante los hechos tan relajantes que ocurrieron hoy.

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Todos nos miramos las caras; luego, nuestras miradas se fueron tornando hirientes, despectivas, que se fueron posando en la cara del Chino, que miraba a los alrededores... ahora al recordar esa reacción de Chino las risas se me escapan de los poros. Luego de las improperios, insultos, burlas y futuros castigos, no nos quedo otra opción que caminar, caminar los que pudiéramos, hasta que encontráramos a alguien que nos llevase. Felizmente paso una combi, ruta Mala-playa Bujama. Subimos sin dudar. Hasta dónde nos lleva, maestro, dije un poco excitado por esta aventura. Sólo voy hasta Bujama, pero de ahí salen carros para Coayllo, me respondió el cobrador. Volvieron las risas y las burlas hacia Chino, que aceptaba de a pocos las burlas. Llegando a Bujama, las cosas volvieron a lo mismo... No pasaba ningún auto, bus, combi, ni triciclo para Coayllo. Así que estábamos en el kilómetro 90, caminando en medio de la nada.

Soy sincero para decir que me cuesta expresar lo mucho que caminamos, lo mucho que nos cansamos, lo mucho que levantamos el dedo, esperando que alguien nos llevara por autostop. Entre burlas hacia Chino, bromas, y demás situaciones, no aguantamos más y ya no esperamos la movilidad que nos llevara a Coayllo, sino hasta el lugar más cercano al poblado. Luego ya se nos ocurriría algo.

Esa combi fue nuestra salvación, y todo fue ocurriendo en cámara lenta: el cobrador no decía te dejamos en el puente, de ahí hay carros que se meten a Coayllo. Luego, nuevamente en la carretera, un taxi, 35 soles, ni cagando, otro taxi, 4 soles cada uno, ¡claro que le entramos! 20 minutos, Coayllo, almuerzo, encuestas, nísperos (se robaron como tres bolsas llenas), más entrevistas, fotos, alcalde (y su maldita corrupción), nuevamente de regreso a la carretera (esta vez 4 soles, pero en una combi), luego el Soyus hasta Lima, casa y cansancio total.
Conclusiones: Nunca más hacerle caso a Chino. La población de Coayllo debería saber más de los que hacen sus autoridades con el dinero que perciben. Si bien el distrito ya cuenta con luz e Internet, los campesinos son escépticos al desarrollo, siguen dependiendo completamente de la agricultura. Jhonny, Chino y Eden se ganaron con el níspero. Yo, nunca más con ellos hasta allá.

5 de setiembre (10:30 pm.)

Hoy el viento que recorría mi cuerpo tenía un sabor diferente, un peso distinto, entraba más rápido por mis orificios nasales y entraban en mis pulmones con frialdad. Prendí un cigarro y no eran ni las 9 de la mañana en la universidad. Mis compañeros no llegeban y yo sólo me dejaba mojar por la sobria garúa que se esparcía por Lima. La mochila habitual, un poco más de dinero en los bolsillos, unas cuantas providencias (algunos panes que calmen el hambre que profeticé) eran los elementos que me acompañarían en este viaje. Este día lo sentía amalgamarse en mi tiempo.
Con el fenecer de mi cigarrillo fueron apareciendo uno por uno mis compañeros de viaje, mis compañeros de clases en sociología. El motivo del viaje (más por trabajo quepor placer) ocasionaba que mis compañeros mostrar sus rostros más compungidos, agrios y amodorrados. Estando los cinco reunidos en la puerta de la universidad iniciamos el viaje entre espectativas y buenos augurios. Partimos hacia Montenegro.
La avenida (o calle..., creo que más parecía un jirón), se encontraba en la av. Abancay, una cuadra antes de llegar a la av. Grau. Buses a montón, sin contar decenas de vendedores ambulates, cientos de jaladores vocinglerantes y grandes cantidades de basura regadas por las veredas, lo que le daba el toque limeño que caracteriza a toda nuestra ciudad. Sin tratar de regatear subimos al bus más elegante, limpio y modernizado que encontramos. Fue el primer bus en salir, eran las 11 de la mañana.
Aquí acaba la introducción perfecta de cuento urbano, de narración optimista de estudiante universitario. Me senté al lado de la ventana y a mi lado el Chino, más atrás Jhonny con Eden a su lado, y sólo el pequeño Roberto (el más joven de los 5). Entre risas de jóvenes e inexpertos viajeros disfrutábamos de a pocos el paisaje, primero el conocido conglomerado de edificios, personas, hasta convertirse en anchas áreas de cultivo, playas inóspitas y solitarias. A medida que avanzabamos por los kilómetros de la Panamericana Sur, nuestros ánimos iban mermando: Eden dormía, Roberto leía, Chino estaba echado mirando una película (de esas mierdas que pasan en canal 5), y Jhonny y yo mirando el paisaje que se iba creando al avanzar del bus.
A los minutos Chino se levanta asustando a cada uno de nosotros.
-Ya llegamos.
-¿A dónde? -dije yo un poco desconcertado- Estamos recién en el kilómetro 85.
-Tenemos que bajar en Mala para llegar a Coayllo -respondió Chino con la seguridad que lo caracteriza-.
Jhonny se mostraba escéptico ante esta decisión, pero Chino nos había comentado de viajes que había realizado por esta zona, a Chilca para ser más específicos, y estábamos confiando en sus viajes. ¡Chilca! Y todos bajamos en fila india, esperando llegar a Coayllo de una vez y hacer nuestro trabajo. Al bajar el nos percatamos que nos encontrábamos en medio de la nada.