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viernes, 1 de mayo de 2009

Los primeros días del otoño esperado

Estos últimos días siento una apacible sensación de tranquilidad. En el barrio un aire renovador parece darle vida a todos los rincones: las vecinas siguen chismoseando en grupo, ahora se apretujan entre ellas con más fuerza. Los chicos salen con esas raras cosas de largas mangas y han cambiado los shorts por largas piernas de tela. Juegan con más ganas, se cansan menos, sudan menos, corren sin aspavientos, las sonrisas no se pierden a pesar del cielo gris.
Pero yo veo otras cosas: el cerro cercano se va tapando con la vertiginosa neblina. El mar lanza su desconcertante olor, el cielo se tapa de a pocos. En las noche la luna y las estrellas a penas y se distinguen. En las madrugadas el frío es casi insoportable, como para no dejar la banca del parque donde voy disfrutando la llegada de este invierno que será especial.
El universo parece confabularse, quiere que deje atrás grandes malos momentos, que vuelva a ser yo y todo a mi alrededor. En el paradero, de regreso a mi casa, la neblina aparece en el cielo. Puedo distinguirla cuando susurra al lado de los grandes postes amarillentos, camina lento, se va asentando en la ciudad.
En los pocos días todo será perfecto. EL cielo gris de Lima reaparece.

jueves, 1 de enero de 2009

Narrando el camino a un viaje (30 de diciembre)

"Este ya no es mi cielo", fue la manera con la que quise empezar mi historia, una que es quizá demasiada difícil de explicar. Trate de imaginarme, mientras viajaba, la manera de expresar literariamente un viaje en ómnibus, pegado al lado de la vena derecha. Tal vez una serie de fotografías al azar, lanzadas por una indiscriminada cámara fotográfica endemoniada, o una inacabada pieza de cine clásico, de esos independientes que tienen muchas fans. Pero no. No quise darle ese valor, muy técnico quizás, o demasiado sombrío. Quise hacerlo menos humano, más romántico, más sensible, mucho más de lo que sentía esa vez.
"Esto es mucho más que mi cielo, ya no es gris, azul, anaranjado, a veces algo seco. Este cielo es morado, un morado sideral, un color universo, más cercano a lo interminable. De día, el cielo es celeste, o es celeste o es celeste, no hay otro color. De noche, morado, un azul escuro, terrible. Del que se espera una estrella más brillante que otra".
Así comenzó mi viaje. Luego la calle interminable, las luces en ese cielo apagado. Las respiraciones a mi alrededor y todos mis sentidos a lo que pasara detrás de la ventana: pueblos, ganado, sierra, cultivo, descensos, abras, verde, temor, sol.
Y esperando que no me dé el so-roche, que a diferencia del soroche, este es más vergonzoso y les da más a los limeños, pero no pasó, un ligero dolor de cabeza entre montañas y caminos zigzageantes y me encontré en un ciudad guardada bajo siete llaves: Cajamarca.