sábado, 20 de diciembre de 2008

20 de diciembre (5:43 pm.)

Ay, Leticia, y la tarde, la noche, y la tardanza, el desespero y la perdida. Un rincón sin sentido entra por entre mis oídos. Ay, Leticia, ¿permaneceremos siempre así, viendo el ocaso desaparecer entre los edificios mórbidos? Aprieto los dientes y trato de colocarme bien la sonrisa en dirección contraria a tus ojos. Ahora no puedo verlos, ahora no.
Y cojo la caja y la vuelvo a tomar, y la volteo y la suelto, mientras la sonrisa de escucha a lo lejos, la burla, ese lenguaje desencajado y famélico. Leticia, ahora no, y ella que inicia esa risa que contagia y muta el ánimo más inquebrantable. Cariño, digo, cariño, y que me apretuja contra su pecho.
Ya es tarde y el recuerdo parece desaparecer como el ocaso, dejo la banca, dejo la caja, dejo el parque, dejo la molestia, dejo a Leticia, dejo al ocaso, dejo al recuerdo que se instale en lo más profundo de mi cabezota. Ya vuelvo, que tengo que recoger un chancho...

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