viernes, 26 de noviembre de 2010

25 de noviembre

En estos dos días contemplaba la pesadumbre de ver la hoja virtual de mi diario en blanco. No me ayuda mucho en mi propósito dejar días huecos en él (sabiendo los repetitios consejos de Julio Ramón acerca de la dinámica y prolijidad del diario personal). Lo que sí ayuda, y bastante, es que alimentemos el espíritu de algo que nos haga comprendernos y, sobre todo, reflexionar, sobre nosotrxs, sobre la cotidianidad que nos abruma y que envuelve como el gran telón... siempre dejando algo tras bambalinas.

Gracias a Edgar Morin y Mila Kundera he podido analizarme un poco más en los tantos planos, perversos y estultos, que me completan.

Es recomendable analizar los polos... día y noche, presente y ausente. Leyendo a ambos, cada uno en sus distintas materias, moviéndolas entre lo científico y ficticio, he encontrado que lo subjetivo y lo objetivo siempre irán de la mano en mi accionar, reflexionar, actuar, sentir y dirigir mis intenciones sobre el mundo. Pero de ese vasto universo es al amor quien deseo cortar con el bisturí de mi disertar.

1. Lo real y lo subjetivo siempre irán de la mano; no podemos imaginarnos lo uno sin lo otro. Morín señala que ciencia nace de una imaginación surreal, onírica, de las fantasias, pasiones y pulsiones más sorprendentes. De la misma manera, lo objetivo metaforsea en algo que consideramos increible, irreal, inimaginable. El amor se mueve por esos dos lados. 'Que te lo diga el corazón', ¿el corazón, pensar? Intentamos darle características racionales a lo inanimado, a lo que consideramos tan nuestro internamente, nuestra subjetividad siendo controlada por la razón, tratando de obtener algún camino que nos lleve hacia la salida correcta. De la misma forma, lo objetivo se puede ir bien lentito a la mierda cuando las pasiones, los deseos formado cavan un agujero que lo llamamos amor. Todas las construcciones, hipótesis, tesis, antitesis se convierten en sofimas. Cae nuestra racionalidad.

2. Es así que podemos contruir ciencias o armar grandes teorías y/o hipotesis personales a partir de subjetividades tan nuestras que conformaría una 'ciencia del yo', un método científico para comprenderme y comprenderse cada uno de los sujetos que lo deseen. Kundera arma algo de eso en uno de sus relatos; me sorprendió bastante la capacidad de poder formular una teoría del amor que, aunque no comparte, disfruto por su sustentabilidad e irrefutabilidad. Y es que es tan válida aquella construcción, una ciencia de un amor desde un sujeto, que ama, que desea y que conoce lo tanto de su amor, lo tanto de su deseo.

3. Mi pequeña ciencia del amor:

Tomándome como sujeto a analizar, he comprendido, largas sesiones reflexivas sobre mí mismo, lo siguiente: Busco el amor apasionadamente, más por un ley vivencial que por un don natural. Me gusta amar (no sé si ser amado, es agradable, pero creo que en lo otro soy un profesional y en lo segundo un amateur), busco desesperadamente un sujeto de amor, convertirme en un sujeto amante. Esta primera hipótesis es relacional con la segunda que es 'Buscando al amor soy un desastre'; puedo ser un agradable compañero, un buen amigo, un excelente enamorado, un exitoso amante.... pero nunca un estupendo pretendiente. El amor que idealizo me ciega, calculando mis movimientos, cuadriculando mis intenciones, haciendo predecibles mis palabras, imitando tácticas, moviéndome como un arlequín. En definitiva, soy un pésimo enamorador... pero amando, creo que puedo defenderme.

Es así que siempre busco antes dar el salto. Un salto con garrocha, que me ponga en posiciones expectantes, sin antes haber dado el esfuerzo necesario, pero tratando de compensarlo con todo lo que puedo ofrecer... tras el salto.

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