lunes, 1 de noviembre de 2010

No sé por qué

La miro a los ojos. Es extraño notar la paciencia con que lo hago, la delicadeza con la que espero que me mire directo a los ojos, para que me lance una sonrisa o, lo que más me gusta, quedemos viéndonos las pupilas hasta que uno de nosotros mire hacia la puerta o hacia Pablo, que está comiendo un pancito con hotdog. Verle los desordenes en el rostro que la vuelven tan cercana y palpable, simplemente verla que me ve porque yo la veo.

Me ve porque la veo; el discreto conocimiento de sentirse observa hasta la plegaria y el rezo. Me ve porque mis ojos en cada risa la buscan, o en cada chiste la encuentran. La veo porque cada detalle esta su cara pegada en los afiches de 'se busca' y la recompenza que es mi silencio es difícil de pagar. Y caminamos como dos desconocidos y volvemos a molestarnos con los rostros agrios mientras Gloria sigue contando de la tremenda borrachera que nos confinó en un intento de desaparecer.

Y me mira, y esa mirada me incrusta sobre la pared. No sé por qué no soy nada de ella. ¿Por qué? No sé ¿No soy nada de ella? No sé..., o es que sí sé, sólo que no quiero despegar (o eliminar) ese 'sé' del 'no'.

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