miércoles, 10 de noviembre de 2010

La psicología de tus cosas

Gabriel Tardé analiza la sociedad, sus acontecimientos, sus encuentros y desencuentros, a través de una perspectiva relacional. Todo interactúa entre sí, cada elemento oculto y mostrado, objetos, sujetos, sensaciones, abstracciones; y son estos elementos los que cobran una significación especial a partir de la creencia y el deseo que nos aperturan a un sin fin de posibilidades de creación, que impulsan la interacción de la sociedad y sus elementos.

Y es tan fácil hacer un ejemplo relacional de lo tanto que puede ser esto válido. En mi pequeña microsociedad, en mi organismo compuesto por elementos disímiles que se contraponen hasta formar un suerte de equilibrio complejo y disforzado, puedo encontrar estas relaciones entre sujetos y objetos -que no pueden estar separados-. Mas bien entre tú (sujeto) y tus cosas (objetos) que, sin mucho que meditar, se convierten, en gran medida, en objetos y sujetos que interactúan conmigo. Por categorizarlo de otra manera: Mi sujeto de deseo, mis cosas de anhelo.

Por que ese pasadizo carece de sentido si es que no estás tú para pasar todos los días por ahí. No es lo mismo ese balcón sin tu presencia sutil por comprender el horizonte lleno de otro objetos que necesariamente interactúan y se complementan contigo. En ese paisaje anodino, eres tú quien complementa -o justifica- mi presencia en ese lugar de soliloquios futiles. Interactuamos sin querer; te veo andar y ya eres el sujeto y lo que te rodea las cosas, que adquieren un matiz distante pero íntimo, casi mío, no sé si tuyo, mucho menos si nuestro.

Es que pueden haber una infinidad de asociaciones por doquier, una infinita relación entre los sujetos, objetos, cosas, sentimientos, abstracciones, subjetividades, imaginarios, creencias, deseos, placeres, discursos... pero es ese contexto en particular, esa situación en la cual todo se relaciona para elaborar un entramado perfecto, diáfano, casi etéreo donde yo, casi inmerso en una tenue disociación de realidad y ficción, no dejo de perpetuarte en mi mirada. En ti y tus objetos -que, lo repito, que son mi cosas también-  y que no existen sin tu presencia rondando por ahí.

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