martes, 16 de noviembre de 2010

Ramón y sus voces.

Sentado en alguna gradería mal dispuesta, Ramón escucha en su cabeza aquella voz que lo convence de que ella le dará alguna señal para poner en marcha el motor, darle click a la llave -con el llaverito de un gato plomo atigrado en negro- y pisar el acelerador con fuerza, que llegue a 60 km/h y conducir hasta su corazón. Claro, esperando que éste tenga un garage disponible para su carcacha de sentimientos forrados en un negro, como los cueros del asiento, como la montura de sus lentes.

Y es que la voz lo presiona contra la pared: 'ella aparecerá con una señal que te marcará el punto de partida'. Ramón sospecha que ella le puede estar dandonde pistas, motivos, intentos... que el convierte en desesperación, pérdidas, auxilios, demoras. Cada manifestación suya es absorbida por una insondable necesidad de ella. Está en cada estante, en cada línea, en cada verso, en cada sueño. Ramón siente que está en cada imagen de 'compartir', pero tal vez sólo esté en ese 'compartir' que se muestra para todxs, una prerrogativa que cada ser que convive con ella, obtiene.

Ramón, viendo como los gatos se apodera de la plaza Bolognesi y de las esculturas cubiertas por un polvillo naciente del los viejos vehículos capitalinos, espera que ella dé una señal... La que lo obligue a ser él y no el muñeco en que se convierte cuando camina a su lado.

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