sábado, 8 de enero de 2011

Suspiros in stock

Ayer al verla gasté los últimos suspiros que tenía guardados al fondo de la billetera. Le vi la circunferencia del rostro, el gesto pausado, casi de fotografía, las letras incrustadas en sus dedos y no tenía ningún suspiro a la mano que sea lanzado a su nombre. Fui enseguida al supermercado cercano a casa, en busca de suspiros.

La sección de suspiros estaba entre los dulces y las cervezas. Colocados estratégicamente para llegar a los ojos de los amantes sin causa, de los sufridos del corazón y de los cobardes sin sentido. Rondé por el pasillo buscando la mejor marca de suspiros haciendo caso omiso a los precios. Me sorprendí de la variedad de suspiros que fallecían sobre el estante: los había para cada situación, para ciertos días en el calendario, suspiros matutinos y nocturnos, los suspiros para el amor; estos últimos se subdividian en amores prohibidos, en amores obtenidos, en amores imposibles...

Pero no estaba el tipo de suspiro que necesitaba (los míos los había obtenido en una vieja tienda del centro de Lima, de esos ancianos que venden antiguedades por montones). Sabía que mis suspiros eran extraños, como mi actitud hacia la persona causante de estos vergonzosos accionares. Sin encontrar el que quería compré un paquete de 'Suspiro para el amor complicado y para el amante complicado'. Creo que resume bien todo lo que me sucede en esta nueva ilusión.
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Ayer la volví a ver, el rostro cíclico, las letras lacónicas pero profundas, las insuficiencias en mi comunicación... y suspiré.

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