lunes, 17 de enero de 2011

Untitled #2

Ya la veía llegar, doblando la esquina apresurada, los piesitos que chocan con el suelo plaf plaf plaf plaf... uniformes, veloces. La mirada que esquiva el punto en la calle donde yo estoy esperándola, ansioso de ver esa sonrisa combinada con el saludo, el primero de tantos olvidos en todo ese tiempo. La cartera gigante, del doble de su tamaño que arrastra con terrible calma, con ansiosa inquietud. El rostro dispuesto a la luz, casi sin gestos obscenos o rictus molestos, se acerca con modestia, como las tardes de películas viejas y revistas coloridas. Se acerca con el sigilo de gata techera, con el rostro que no me quiere dar motivos.

Hola, me dice con silencio agrietado, acercándose para besarme la mejilla que grita de emoción. Me agacho un poco; fácilmente podría entrar en mi bolsillo, en mi billetera, guardarla para siempre. Me acerco bastante en el saludo; olerle el sabroso olor de su cabello enciende instintos que deben ser guardados en cajas, el folders, en libros. Le veo los ojos, delineados que resaltan, dibujados con calma extraña, oscuros como solo lo indefinido puede ser. La tengo delante mío y no sé qué hacer... quedarme observandola cautivado es mi primer intento por mantenerla en mis recuerdos; pero cada vez que la siento cerca ella se aleja y las desidias, momentos e intentos desaparecen entre nuestros cuerpos, separados por una virtual ascendencia.
***
Dobla la esquina, su cabello me da un último danzar, un adiós de los tantos que están escritos en mi destino con ella. Ni siquiera voltea a verme, sigue firme, viendo el camino que la alejará de mí.

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