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Todos nos miramos las caras; luego, nuestras miradas se fueron tornando hirientes, despectivas, que se fueron posando en la cara del Chino, que miraba a los alrededores... ahora al recordar esa reacción de Chino las risas se me escapan de los poros. Luego de las improperios, insultos, burlas y futuros castigos, no nos quedo otra opción que caminar, caminar los que pudiéramos, hasta que encontráramos a alguien que nos llevase. Felizmente paso una combi, ruta Mala-playa Bujama. Subimos sin dudar. Hasta dónde nos lleva, maestro, dije un poco excitado por esta aventura. Sólo voy hasta Bujama, pero de ahí salen carros para Coayllo, me respondió el cobrador. Volvieron las risas y las burlas hacia Chino, que aceptaba de a pocos las burlas. Llegando a Bujama, las cosas volvieron a lo mismo... No pasaba ningún auto, bus, combi, ni triciclo para Coayllo. Así que estábamos en el kilómetro 90, caminando en medio de la nada.
Soy sincero para decir que me cuesta expresar lo mucho que caminamos, lo mucho que nos cansamos, lo mucho que levantamos el dedo, esperando que alguien nos llevara por autostop. Entre burlas hacia Chino, bromas, y demás situaciones, no aguantamos más y ya no esperamos la movilidad que nos llevara a Coayllo, sino hasta el lugar más cercano al poblado. Luego ya se nos ocurriría algo.
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