domingo, 3 de mayo de 2009

Maullidos en la noche

Son las 4 de la mañana. Ramón tiene un día agitado por delante y esos gatos maullando parecen no detenerse. Turbado, coje algo sin importancia, pero pesado y lo suficientemente doloroso como para que esos demenciales gatos no vuelvan a charlar en la noche. Sube al tercer piso y comienza la discreción: dar en el blanco en fundamental para que no vuelvan a escoger su techo como lugar de chácharas.
Los ve, pero se detiene. Para las orejotas de gato resentido y escucha la conversación. Es fútbol, uno hincha por Alianza Lima y el otro por Universitario. Ahora se da cuenta de los tremendos sonidos en plena madrugada, chillidos de intolerancia y de debate interminable.
Justo cuando comenzaban a hablar de política, Ramón supo que esto no acabaría hasta bien entrada la mañana. Lanzó el objeto contundente sobre los gatos, que salieron volando, dejando los últimos improperios en forma de maullidos amenazadores.
Ramón presiente que ahora estará inmune a los sueños intranquilos por mucho tiempo.

sábado, 2 de mayo de 2009

Primer día de otoño

Hoy 2 de mayo del 2009, siendo casi las 11:06 de la noche, veo el cielo con delicadeza y calma, examino cada espacio hasta donde lo permita mi vista de mortal. Me doy con la sorpresa de que la neblina invade todo el cielo chorrillano; la brisa es más fuerte de lo normal, mueve mis cabellos, le obliga a cruzar los brazos, apenas y noto las luces del cerro a lo lejos.
El primer día del otoño. En la tarde salió un sol cansado, que a las justas y podía quemar. En la noche todo cambia: un espacio distorsionado por la neblina que avanza a todos los rincones de la ciudad.
Hoy comienzo a sonreír.

viernes, 1 de mayo de 2009

Los primeros días del otoño esperado

Estos últimos días siento una apacible sensación de tranquilidad. En el barrio un aire renovador parece darle vida a todos los rincones: las vecinas siguen chismoseando en grupo, ahora se apretujan entre ellas con más fuerza. Los chicos salen con esas raras cosas de largas mangas y han cambiado los shorts por largas piernas de tela. Juegan con más ganas, se cansan menos, sudan menos, corren sin aspavientos, las sonrisas no se pierden a pesar del cielo gris.
Pero yo veo otras cosas: el cerro cercano se va tapando con la vertiginosa neblina. El mar lanza su desconcertante olor, el cielo se tapa de a pocos. En las noche la luna y las estrellas a penas y se distinguen. En las madrugadas el frío es casi insoportable, como para no dejar la banca del parque donde voy disfrutando la llegada de este invierno que será especial.
El universo parece confabularse, quiere que deje atrás grandes malos momentos, que vuelva a ser yo y todo a mi alrededor. En el paradero, de regreso a mi casa, la neblina aparece en el cielo. Puedo distinguirla cuando susurra al lado de los grandes postes amarillentos, camina lento, se va asentando en la ciudad.
En los pocos días todo será perfecto. EL cielo gris de Lima reaparece.

Ramón y su nueva máscara

Hace algunos días Ramón escucho algo cierto con respecto a los nuevos lentes que se compraría. Una amiga lejana le hizo una comentario interesante:

"Comprarse nuevos lentes es todo un lío, es como cambiar de rostro. Las formas de la montura, el color, el tamaño; cambia completamente todo el rostro. Te da otro semblante".

Aquella sentencia le pareció más que razonable, totalmente cierta. Cada lentes que se ponía le cambia el rostro, pero aún más, le cambiaba el ánimo. Algo raro le pasaba cuando descubría una montura extraña entre su puente nasal, delante de sus ojos. Si eran muy pequeños y delgados se mantenía serio; si eran demasiado grandes y gruesos se ponía melancólico y pensativo. Debía encontrar la medida exacta.

Había pocas posibilidades en el mostrador. Hasta que encontró el perfecto: No demasiado pequeño, no tan grueso, no tan grande, perfecto.

Se lo puso, su rostro se mantuvo serio, despreocupado. De a pocos su mirada se iluminó y una extraña melancolía lo invadió. Por fin se reconoció.

- ¡Me llevo éste!
Ramón encontró su rostro entre ese mar de anteojos.