sábado, 27 de junio de 2009

En clases

Apenas escuchamos los pasos cerca de la puerta, volteamos; como un coro de rostros, como una sinfonía de movimientos. Y los pasos, esos sonidos huecos, desaparecen en el aire; nuestros rostros pierden sentido, lentamente los volvemos hacia adelante, hacia ese profesor desgarbado y entusiasta, dibujando figuras geométricas, dibujándose un brazo, un ojo: "Las formas tienen límites, pero ellas trascienden esos límites".
Vaya frase de Simmel.
Ahora yo solo vuelvo el rostro hacia mi carpeta, hundiéndola, hasta adentro, abajo, hasta el fondo. Parece que duermo, pero estoy cayendo, un vacío inexplicable y sin dolor. Desfallezco... las figuras invariables que varían, cíclicas, absurdas y dialécticas. Me corrigo, estoy durmiendo.
Oigo nuevamente los pasos; reacciono, me acomodo en el asiento. Veo las figuras borrándose en el pizarrón, en mi cabeza, y volteo hacia la puerta. Los pasos se oyen más cerca, parece que alguien se presentará en el umbral de la puerta, que entrará, que todos voltearán a ver a aquella persona...
Nada, nuevamente una farsa sinfónica.

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