sábado, 20 de junio de 2009

Tertulias

Comparto la idea del señor Harry Haller, al expresarme sus más íntimos sentimientos acerca de la forma cómo un lobo estepario puede sentir el dolor. Hablamos horas disertando las diversas posibilidades que podrían encontrarse entre un lobo estepario (el señor Haller) y un gato estepario (yo), fueron muchos aspectos divergentes, que contrajo algunos vasos de whiskey por su parte y vino por el mío, pero el punto de concordancia convirtió la cháchara en tertulia.
Ambos sufriamos por distintas cosas. El señor Haller me explicaba un poco su dolor: su querida (que muy querida no era), sus estudios que ya no llenaban el vacío, sus escritos y poemas que siempre hablaban de los mismo; necesitaba conocer nuevos espacios, nuevas sensaciones y experiencias. En mi caso el dolor se hallaba en el corazón y en el subconsciente: hombre necio y llevado por la emociones, mi vida carecía de objetivismo y parecía que caía en ese denso terreno llamado realidad, del cual no daba los mínimos esfuerzos para salir.
Pero había un sufrimiento hermoso, un dolor dulce, una pesadez agradable: las penas de amor. ¡Oh, señor Haller, no hay algo más bello que sufrir por amor! -le dije- Ese poder de sufrir por alguien y que las penas sobrevuelen en la cabeza y se conviertan en poemas, escritos de amor. Amar a alguien no correspondido es la dicha más preciosa que pueda existir.
El señor lobo estepario se paró y celebró mi disertación con un trago largo de whiskey que seguí con estusiasmo.

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