domingo, 19 de julio de 2009

Lecciones

Todo parece sacado de una caja o una bolsa. Todo parece estar perfectamente cronometrado para que las cosas se den: una mirada, una sonrisa, un adiós, un hola, un recostar la cabeza en un hombro, un suspiro, una mentira, una evasiva, un poema, nuevamente un adiós, un mirada tras el cristal inerte y exento de la situación. Todo parece estar colocado de manera arquitéctónica, capa sobre capa, ladrillo sobre ladrillo, para que al final la construcción final sea ese momento después de verte detrás del cristal y alejándome para no sentirme más patético.
Y todo parece seguir un orden, no hay planificación, no hay ciencia exacta que lo determine: es algo tan subjetivo y objetivo a la vez, una serie de situaciones sin relación aparente que se ordenan, de manera sistemática, para obtener un desenlace.
¿Destino? ¿Casualidad? ¿Las cosas se dan por el azar? ¿O existe algo esperando ocurrir?
Ambas no dejan de quebrarme el cerebro. Ahora puedo estar pensando en algo ideal para hacer, pero no sé que me deparará el mañana (¿destino?), tal vez un bostezo pasada las 12 de la madrugada.

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