miércoles, 15 de julio de 2009

Ramón y sus conocidos

Ramón aparece tendido en lo largo de la pista, dialécticamente expuesto al oprobio de los transeúntes y conductores. Un conocido aparece en escena, inquieto, aburguesado y tiránico. Se acerca y me levanta con soberanía, me sonríe, me habla.
- Ramón, ¿qué pretendes entre la selva de vehículos vetustos y despreciables? -su habla me hace tiritar, me hace gritar, me hace querer dejar de fumar-.
- Sólo expongo una de mis tantas tontas teorías -trato de igualar su elegante forma de hablar-. Sé que ninguno de esos vehículos pasará por mí.
- Tendré que darte la contra entonces. Justo antes de sacarte de este problema, un tremendo camión venía hacia ti, con furia animal.
- Estoy seguro que me habría esquivado. Mira -señala hacia la pista-, hagamos otro experimento. A que no te mata el tremendo camión que viene allí.
Lo hizo echarse en la pista, lo hizo cerrar lo ojos y lo convenció de que nada pasaría. Mientras prende un cigarrillo, Ramón se aleja de la pista tumultuosa, mientras el camión va con furia hacia su conocido. Felizmente es sólo eso, su conocido; no quedará remordimiento mientras el camión ya pasa encima de él. El cigarrillo se desvanece a cada bocanada, ahora sí dejaré de fumar.

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