Ramón coge la pequeña cesta primitiva encogida en su mano. Toma impulso, contiene la respiración y se acelera lo tontos latidos del corazón. Zum!, se escapa. Toma nuevamente vuelo, zum! la cesta cae con vehemencia con su abertura hacia el suelo. Una más zum!, se siente un movimiento en la red. Con rapidez la deja caer en la caja, donde ya le hizo unos pequeños agujeros para que puedan sobrevivir. Primer recuerdo capturado.
Era una escena en un pequeño hotel del centro. No quiso profundizar en detalles, lo mete en la caja con fuerza y la cierra con precaución y rapidez.
Los recuerdos siguen reboloteando en el dormitorio y me canso de estar detrás de ellos, la pequeña cesta parece no resistir tremenda carga recordatoria: una cena, una pelea, un beso, sexo, una comida en familia, un pequeño disgusto, miles de celos, un cabello largo y negro y mi voz, mi voz explotando en la situación.
Ramón se da por vencido, abre la ventana y deja que los recuerdos se larguen y no vuelvan nunca más. Abre la caja y la único recuerdo que había capturado se dispara feroz, hacia el olvido.
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