sábado, 4 de octubre de 2008

4 de octubre (9:42 pm.)

Siempre por estas temporadas las calles se tiñen de morado. No de rojo, ni de gris, ni de amarillo; de morado, de púrpura. El olor que toma Lima es de incienso, de iglesia a punto de caerse. También de dulce, de salado, de ají, y de sudor, tanto sudor...
Por estas épocas sale una imagen que viene rodando en los corazones de los fieles, en la calles del centro, en el rabillo de la Villarreal. Salgo con Roberto y Freddy y sentimos la mezcolanza de sudor, color, ají, menta, semen. La procesión, dice Freddy con la cara somnolienta. La calle está cerrada y sigo un mierda entre dientes. Roberto, con su sentido del humor todavía muy pueril, comienza con sus comentarios desorbitantes pero divertidos. ¡Mi carro si va a pasar!, le respondo exasperado. Hoy decidí volver a escribir... Este es un suceso que merecía ser escrito, materializado.
Y es que ver este tipo de acontecimiento me llenan el espíritu: Ver las calles llenas de esta Lima patética, descolorida; pero esperanzadora y colmada de miles de sabores, y colores que pretenden aparecer en el horizonte. Me dice que existen los milagros.

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