viernes, 9 de enero de 2009

Segundo día en Cajamarca.

No pude dormir en toda la noche. Seguro que fue el aire limpio que ingresa presurosa por mis orificios nasales, o que la cama estaba dura, que pasaban varias carros y bulla, o simplemente extrañaba mi cama, extrañaba Lima. Mi madre en la parte de arriba del camarote, mi padre en su cama frente a nuestro extraño artefacto. Habré pegado los ojos dos o tres veces nada más. De ahí, miradas furtivas al reloj.
Cuando abrí los ojos ya amanecía. A pesar de que el sol aparecía inquientante por las ventanas, no sentía calor, más bien, hacía un frío agradable, de esos que no quieres taparte nunca. Todo el tiempo antes de salir. Prendí la tele para recordar un poco mi vida en Lima. Mi viejo que ya había salido a trabajar. Mi mamá presurosa, me alentaba a salir a conocer la ciudad. Tuve que acceder ente sus súplicas, así que nos dirigimos hacia los baños del Inca.
Un cuarto medianamente grande (como para dos personas), donde entramos era una especie de ducha gigante con dos manijas para poder modular el agua. De una salía el agua casi hirviente, de la otra un chorro de agua deliciosa, helada, muy helada. Modulamos el agua y tuvimos una mezcla tibia, nos echamos y disfrutamos del agua relajante.
Luego una actividad que se prolongaría en todo mi estancia en Cajamarca: El almuerzo con el general y su familia, el coronel y su familia, y su el comandante (mi padre) con su familia (mi mamá y yo). Parecía que comíamos con la aristocrácia cajamarquina.
Por la tarde nada más. Ver tele, un poco de internet, hablar con Leticia. "Ramón cómo está todo, que has hecho, ¿te estás divirtiendo?. Nos vemos"..................... Y volver a dormir.

No hay comentarios: