martes, 26 de mayo de 2009

Encarecido de dirección

No paraba de mirar el reloj. Se acercaba la tarde y Ramón oponía resistencia a lo inevitable de su destino. Su desesperación parecía jugarle una mala pasada entre Colmena y Wilson, sus piernas no paraban de moverse aterrorizadas. De alguna manera pretendía tomar una decisión, de la cual no habría tiempo (el reloj seguía avanzando) de arrepentirse. Las ideas se acumulaban como transeúntes en esa esquina vestida de precipicio, las ideas pasaban sin sentido como los vehículos multicolores, esos que hacen de transporte público. Confusión, pensaba Ramón, mientras chequeaba la posición de la neblina en cielo.
Los minutos avanzaban y la decisión se convertía de a pocos en un delgada línea que estaba a punto de quebrarse, desaparecer, o simplemente quedarse ahí, en un línea divisoria entre la vida y la muerte. Sus piernas dejaron de temblar, el verdadero miedo parecía llegar esta vez en serio. No podía seguir mirando el reloj que avanzaba con desidia y que lo hacía dar un paso, seguro el paso en falso que se necesita para matarlo.
Sintió que la hora que buscaba llegaba y se inscrustaba en la venas. Su corazón palpitó con fuerza, un desgarro que lo obligó a dar un paso hacia la derecha. Ramón caminaba con seguridad, pero la palidez en su cara decía que no estaba seguro aún.
"Por Wilson será", y siguió caminando sin voltear.

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