sábado, 18 de diciembre de 2010

18 de diciembre

Los delineados cuerpos que se me presentan los recibo en una diversidad condiciones. Es extraño modificar las misma conducta de mi cuerpo para con los otros, de tal manera que se manifieste de forma correcta hacia un cuerpo desconocido, impropio, lejano, llamativo. Voy tomando elementos significativos del lenguaje corporal para poder identificarme con cierta movilidad, distintas confecciones de la carne, significaciones de la piel.

Sistematizamos experiencias con los cuerpos, organizamos expresiones, almacenamos propuestas. Un cuerpo que se junta pero que tocamos con sutileza, completando las líneas, formando las curvas. Otros que se pegan con astucia, con explosión fantástica, con fuerza sobrecogedora que vamos retroalimentando con necedad. Hay el que brinda cierto permiso, apertura hacia el roce y el toque, sin embargo mantiene la lejana sensación de no pertenecer a las formas que consentimos con encanto.

Pero también hay ese cuerpo que no puedes tocar, que bailotea exento de posibilidades delante tuyo y solo queda observarlo, quedar deslumbrado, casi anonadado, ser el aura que sobre vuela en la piel, que flota a unos centimetros de distancia. Esos cuerpo que casi no dan deseos de tocar, solo contemplar.

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