miércoles, 1 de diciembre de 2010

De ti, solo lo recuerdo.

Temo cruzar la calle, pero veo a esa mujer tan parecida a ti, el cabello, el rostro, los ojos pegados a él, la sonrisa que intenta darle lucha a la seriedad. Es tan tú, que no puedo dar el primer paso para cruzar la pista sin antes frenarme para no convertir mi día en una serie de reflexiones y recuerdos que me alejarán de la realidad, de mi ya inconsistente día a día, olvidándote.

Lo único que puedo hacer es seguirla de cerca, caminar a su ritmo, con un paso más de adelanto para verle las facciones, ir encajándola en mis recuerdos, en los momentos donde el rostro se hace difuso, donde evocar pierde el olor a naftalina, aclarando mis memorias con ese rostro reluciente que me hace recordarte. El caminar insidioso no completa mi necesidad de poder observarla, de comparar figuras, reconocer reacciones, delinear ojos, boca, nariz, manchas, labios, de instalarte en mi cabeza con una nueva forma, de volver a ti en pequeños intentos.

Cruzar la pista, pequeño, inmenso intento, siempre caminando a tu lado, doblegarme a tus pasos, respirando con ansiedad, el corazón que da un vuelco, casi instantaneo que me knoquea, que me golpea a hacia atrás y que casi sin impulso toco tu brazo, frágil, delgado y tu rostro que voltea, tu cabello que danza por pura gravedad...

- ¿Sí?

Y por unos segundos más tu rostro queda pegado en mi cabeza, difuminándose, desvaneciéndose, perdiéndose en la realidad, en solo recuerdo que intento guardar con tesón, con delicada estupidez. La voz, oscura, indescrifrable, me devuelve a la acera, me hace comprender que no es más que un parecido.

- Lo siento señorita, me hizo recordar a alguien.

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