sábado, 12 de diciembre de 2009

En mi camino.

Doblo la esquina y veo de eso que siempre miramos todos. Algo de aquí, un poco de acá, sazonado con un pizca de lo otro; sabemos, probando y dejando, que estamos en casa, que podemos andar sin preocuparnos de no encontrar choros, o viejos locos conocidos. Un indigente pidiendo limosna... nos jode, pero ya es pan del día y andamos por su lado dándole un buenos días cordial.Seguimos rumbo a un destino que tiene poco de ser llamado de ese modo; más de modo divertido y pueril.

Andamos unos 4 por las pistas y grietas y choques y rostros. Corremos de colores, de sonidos fuertes, de humo petrificante y de llantos famélicos. Mi rostro queda rezagado viendo ambulantes y productos que empachan mis pensamientos y sucumben ante la soledad en mi panza. Dejo las monedas en el bolsillo de la camisa: Me servirán más adelante, pienso... y el rostro no cambia.

Y es que te dejé atrás, entre rostros extraños y soledades mías. Te dejé entre mil distancias y tu sonrisa que se me escabulle del campo de visión, que se queda mientras avanzo, que te apresionan esos brazos que molestan, sobre tus ojos que me pesan.

Cuadras adelante. El bolsillo vacío. La cabeza en otro lado. Un presente en la bolsa. El estómago vacío. Un uy al lado. Un mira quién viene. Mi mirada que busca algo. Mis ojos que te encuentran. Tus ojos que me retraen. Tu sonrisa que me aprisiona.

Chau.

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