lunes, 21 de diciembre de 2009

Ojos de días

Hoy vi tus ojos después de días y tenían esa agradable curvatura alrededor de toda su composición. No había crecido, pero se veían grandes y profundos, sonrientes y accesibles. Mantenían esa circunsferencia envidiable de amaneceres apacibles y sueños circunspectos. Esa sensibilidad de mis ojos al ver el eterno resplandor de su grandeza, de sus tinieblas.

La iris, fija en mí y en mis movimientos, me intimidaba con violencia, son sórdida intromisión. Los evadía por dolor en vez que por temor. Los quería frente a mí siempre; pero ellos me esquivaban cuando eran míos por segundos, cuando podía cogerlos en mis manos y jugar con los párpados, cerrándolos y abréndolos, abriéndolos y abriéndolos.

Esos eran tus ojos que no veía en días.

Los mismos de siempre.

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