lunes, 13 de abril de 2009

Brilla, diamante demente (Parte 2)

Yo lo conocí a Syd en Cambridge High School. Tenía una cara divertida, parecía un Gnomo. Yo estaba dos años más adelantado que él, pero sabes, cuando vez a un gnomo con una guitarra tienes mucho más interés de hablar con él, ¿no? Hablamos por horas de música. Recuerdo que en esas épocas tenía batallas en mi cabeza por saber de una maldita vez que haría de mi vida al salir de la secundaria. Me llamaba mucho la atención la arquitectura, pero la música era otra cosa que amaba. Al final del día siempre lo dejaba sentado con su guitarra gigante, hablando de Hendrix y tocando algunos blues. Lo dejaba al lado de David (que en esa época lo conocía poco), quien le enseñaba sus primeros acordes.
Algún tiempo después le dije para hacer una banda, se emocionó tanto. Les presenté a los chicos y ellos se emocionaron más al ver su forma de tocar la guitarra. Iba tan rápido, una suerte de blues y algo que en esa época le llamaban experimental o espacial. En poco tiempo se hizo parte de la banda y todos le seguíamos. Sí, definitivamente, se convirtió en nuestro líder.

Me cuesta mucho hablar de Syd. Muchas veces me cuestiono si es que fueron las drogas lo que ocasionaron su estado o simplemente ya estaba predestinado a terminar así. Una lástima que alguien de tremendas habilidades musicales haya tenido ese final. Yo había salido de una escuela de música donde a uno lo forman con ciertos paradigmas musical y de repente toparse con esos acordes, con esas formas de tocar la guitarra… Syd no tenía calidad musical, pero tenía ideas tremendas y eso era importante, fue lo que nos hizo aparecer en la escena musical de finales de los sesentas. Él fue nuestro líder, componía la mayoría de canciones por no decir todas, daba el ritmo, la tonada inicial que me daba la idea de lo que quería y trataba de mejorarlo sin quitar el concepto primigenio de lo que él quería. Esos tiempos fueron magníficos. De la nada, poco a poco, Syd dejó todo lo que amaba a un lado…

- Vamos a tocar la siguiente –decía Roger con voz de mando, pero algo dispareja, esperando que todos se convenzan nuevamente de que tiene las cosas controladas-. Comienzo con la línea de bajo.
El sonido del bajo corría con fuerza. Roger entregaba todo en aquel comienzo de Deja de haber más luz. Trataba de producirla como antes Keith había dado todo su esfuerzo en la producción de lo que había sido los primeros éxitos de la banda: Arnold Layne y Mira a Emily jugar. Nadie cree que todo eso fue tan sólo un año atrás: cuando escribía las letras con presteza, cuando le dictaba los arreglos a Rick y a Roger, cuando disfrutaba del producto final con Nick. De aquella primera tentativa de lo que sería la banda sólo queda un tipo de cabellera desordenada, ojos desorbitados, casi sosteniendo la guitarra por obligación, casi por orgullo, apenas soltando unas cuantas notas que terminan por exacerbar a los presentes en el estudio. Todos tienen en el rostro un sabor amargo, no por lo poco que avanzaban en las grabaciones de su segundo disco, sino por lo que le pasaba a su amigo. Keith se iba sin decir nada a caminar por las calles de Cambridge o simplemente se marchaba a casa. Su madre preocupada se hacía cargo de él, con más frecuencia en estas últimas semanas, esperando alguna mejora que no llegaría. Keith, en un último acto de cordura, pasó sus cosas al sótano he hizo de él su pequeño búnker.
Días después dejaría las grabaciones.

Solía enseñarle algunas canciones en los pasillos del Cambridge High School. Yo venía de tocar en una banda llamada Joker’s Wild y sabía lo que era todo ese mundo del cual Syd quería probar. Venía a buscarme siempre y le enseñaba alguna que otra nota utilizada en el blues, estilo que le atraía mucho. Ponía una atención desmedida en la guitarra, se emocionaba al sacarle sonidos y tenía la manía de tocar muy distinto a lo que yo tocaba antes, “para darle otro matiz” me decía. Supe poco tiempo después que había sido reclutado por Roger, uno de sus compañeros en la escuela. The Pink Floyd Sound era la banda en ese entonces y no supe nada de ellos sólo después de dos momentos: cuando firmaron contrato con EMI para grabar un disco y luego, un año después, por parte de Roger, que venía a reclutarme.
Éramos cinco en ese entonces y Syd había cambiado mucho. El pelo desmoronado y las ojeras oscuras se mantenían iguales, pero las ganas de tocar habían desaparecido.

Llegué a su casa para saber cómo se encontraba a los pocos días de que dejara definitivamente la banda.
- ¡Qué gran lugar has hecho de esto! –dije para creérmelo yo mismo- Parece un pequeño estudio. ¡Mira esas pinturas!, has tenido actividad artística en estos últimos días, Keith.
- Estoy desapareciendo…
- ¿Cómo? ¿De qué estás hablando? Todo esto demuestra que te queda mucho por hacer, todavía tienes arte para mostrar al mundo. Además, podrías tocar acá con mucha tranquilidad y grabar algunas…
- ¿No entiendes?... No entiendes…
- Entender qué Keith, por fin podrás hacer todo lo que siempre quisiste, escribir, tocar, pintar…
- Cada día siento que desaparezco, pero no para los demás, sino para mí. Siento que no soy el mismo, no comprendo mi nuevo estado. Ya nadie me reconoce, pasan de largo cuando los saludo. Parece más bien que ellos desaparecen, que todos se van y que…, Me quedo esperando que alguien me dirija alguna palabra, un saludo. Sí…, eso es, ellos desaparecen, no saben lo que hago, qué pinto, qué canto, no entienden. Ya no pertenezco a este lugar, no más, nunca más…

Días antes de que dejara para siempre la banda, nos habíamos presentando fuera de Cambridge, en un pequeño lugar que nos lo había conseguido la disquera para hacernos más conocidos fuera del circuito underground. Syd se paraba frente al público y tocaba una sola nota, mientras Roger con algunas miradas y movimientos de cabeza, le indicaba a Dave que entrara como segunda guitarra, apoyando de alguna manera el ritmo de las canciones. Syd se mantenía ahí, como una especie de frontman desmoronado, mirando el vacío. Cuando terminamos de tocar Ardiendo, Syd mantenía la nota, tocándola con fuerza y continuamente, observando la multitud. No podía verlo de esa manera, tan fuera de sí, olvidado. Como en un acto reflejo toqué algo con el Hammond, esperando que vuelve a la vida, que la música sea de nuevo su inspiración, el vehículo que por momentos hacía que sus pies de movieran, sus manos tocaran una melodía final, un canto de despedida. Nick me siguió y le dimos la atmosfera que necesitaba para renacer.
La reacción que sobrevino fue una despedida infeliz: arrancó el cable de la guitarra con todas sus fuerzas, casi destrozándolo, lo que ocasionó un terrible sonido que nos afectó a todos. Salió corriendo detrás del escenario. Llevaba su guitarra desesperado, tomó sus cosas y se fue. Dave tomó su lugar y nunca más lo vimos pisar un escenario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo no se nada de guitarras, ni de pink floyd ni si la historia que akabo de leer tiene algo de verdad no se..! pero para alguien tan perdido en este tema komo yo ! a sido motivo de komnzar a buskar musika de este grupo!
Ha sido algo xtrañamente inkietante los 2 textos y menos mal los lei seguido xk la kuriosidad me hubiese matado en la spera!

y komo dicn x ahi... t kongratulo has mantenido tan bien el marguen de lo escrito.! aunke los guiones no son de mi agrado han sido klaves en el texto , sino los que desafortunadamente no sabemos ni huevos de esta banda nos hubiesemos perdido.!

krmn